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sábado, 23 de febrero de 2013

El día que Roa le rompió el arco a Chilavert


“Mencho, si el domingo nos cobran dos penales, vos pateá el primero y yo pateo el segundo, ¿dale?”. Mencho era Mena. El que hablaba era Roa. El domingo era el 1 de junio de 1997 y la charla se dio después de la práctica de fútbol previa al encuentro contra Vélez, por la decimoquinta fecha del Torneo Clausura. Es que Lechuga, un admirador del estilo de José Luis Chilavert, deseaba convertirle un tanto al portero paraguayo. “Quiero saber qué se siente, no puede ser que sea el único arquero que hace goles”, solía comentarles a sus compañeros cada vez que salía el tema. Y aquella tarde de otoño se le dio por tirarse un lance.

Lechuga convirtió sólo dos goles en sus 18 años de carrera. 
Héctor Cúper no quería saber nada con que Roa abandonara el arco durante los partidos. Ni siquiera le permitía ir a cabecear cuando Lanús perdía y se morían los partidos. “Los goles tienen que hacerlos los delanteros”, le repetía cada vez que el ex Racing le pedía probar suerte. Y no era para menos: Lanús contaba con un plantel riquísimo y jugadores de le jerarquía de Hugo Morales, Ariel Ibagaza, Ariel López, Claudio Enría y Gonzalo Belloso. Sin embargo, la figura de la final de la Conmebol de 1996 pudo lograr su objetivo. Lechuga ya se había acostumbrado a patear penales. De hecho, tras la consagración en Colombia, había sido él quien había aconsejado continuar dedicándole el último tramo de los entrenamientos a los tiros desde los doce pasos. Y ahí, además de lucirse con sus atajadas, también se despachaba con muy buenos remates.

El choque frente a Vélez fue su primera vez por los puntos. Lanús se impuso 3 a 1 en La Fortaleza en un cruce que incluyó un golazo de Camps desde 40 metros, un tanto polémico de Ariel López (la bajó con la mano en el comienzo de la jugada), agresiones entre jugadores, las expulsiones de Daniel Cravero y Chilavert y la suspensión del encuentro debido a incidentes provocados por los hinchas del Fortín que ocupaban la platea de Esquiú. Pero antes de ver la roja, cara a cara con Roa, el arquero guaraní había ido a buscarla adentro. Mena ya había desperdiciado un penal en el primer tiempo cuando Héctor Banegas bajó a Moralito adentro del área del Fortín y Hugo Cordero pitó la falta. Y ahí fue Lechuga.

Emprendió el trote hacia el arco que da al Polideportivo y se juró no relojear al banco para que Cúper no intentara frenarlo. A esa altura, el técnico de Lanús ya había rezado unos cuantos Padre Nuestros. Roa agarró la pelota como si hubiese pateado más penales que Albretch. Tomó seis pasos de carrera y la clavó junto al palo superior derecho de Chila. Fue gol. Golazo. Y triunfo, al fin, gracias a los tantos del Chupa y de Enría, que lo liquidó sobre el cierre tras una avivada de López. Cúper, hombre de pocas palabras, jamás volvió a referirse a aquel penal. Sí felicitó al equipo por la victoria, pero en el vestuario prefirió no dirigirle la mirada al arquero.

Lanús estuvo lejos de pelear ese torneo, el entrenador dejó su puesto y se fue al Mallorca de España, conjunto que reforzó con varios futbolistas argentinos. Roa fue el primero que pidió y juntos lograron colocar al club de la isla en los primeros planos de la Liga y hasta lo llevaron a la final de la Copa del Rey de 1997/98, contra el Barcelona. Lechuga fue la gran figura del 1 a 1 en el estadio del Valencia y hubo que ir a los penales. Tímido, el arquero se acercó hasta la mitad de la cancha y escuchó las indicaciones de Cúper. “Va a arrancar la tanda Rocha, le siguen Soler, Campo, Olaizola y Roa, y después patea el que esté mejor”.

Roa no lo podía creer. Cúper lo había elegido para ejecutar el penal más decisivo de la historia del Mallorca. Y se ensanchó, lógico, y la rompió: le contuvo los disparos nada menos que a Figo y a Rivaldo y metió el suyo para igualar la serie, que finalmente se llevó el conjunto catalán. Fue, junto con su desempeño en la serie frente a Inglaterra en el Mundial de Francia 1998, su actuación más destacada. Aunque hace muy poco, cuando todavía era entrenador de arqueros en el River de Almeyda, haya confesado que “el gol a Chilavert fue, sin dudas, de lo mejor que me pasó en el fútbol”.

Mirá la síntesis del partido entre Lanús y Vélez de 1997:


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