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martes, 24 de marzo de 2020

Fútbol de Película


Corría el año 1962 y Alberto J. Armando, siempre un paso delante de los demás dirigentes del fútbol de su tiempo, recibía en su despacho a un tal Aníbal Díaz, un hombre cincuentón, excedido de peso, típico exponente del fútbol amateur de aquellos tiempos: dirigente, técnico, delegado dedicado a la formación deportiva de niños y adolescentes, un personaje que no dudaba en recorrer el país en procura de talentos para incorporar a su equipo y participar en alguna de las competitivas ligas que existían en Buenos Aires. Con la impronta que el primer peronismo puso en el deporte, el “Gordo” Díaz comenzaba a trascender en el mundo del fútbol amateur del sur del Gran Buenos Aires. En 1948, para competir en el primer Torneo Nacional “Evita”, había fundado en Llavallol una entidad que llamó Club Atlético Arsenal, que con un joven Vladislao Cap como capitán, obtuvo el título de Campeón Nacional de Fútbol 1950 de dicha competencia, de la que será destacado animador de todas las ediciones disputadas hasta la caída de Perón.
Formación juvenil de Arsenal de Llavallol en los  50'

Gracias a los Torneos Evita cientos de miles de niños tuvieron por vez primera una atención médica integral, recibieron vacunas, radiografías y la Libreta Sanitaria. La iniciativa tuvo como verdadero impulsor al ministro de Salud, Ramón Carrillo, el inventor de la salud pública en la Argentina. Si bien es cierto que las competencias tuvieron el marco de la grotesca propaganda política que caracterizó al primer peronismo, los Torneos Evita fueron eventos deportivos integradores y muy competitivos, que en fútbol ofrecían como recompensa llegar a la gran final que se disputaba cada año en el estadio de River, partidos muy concurridos y mejor difundidos. A partir de la consagración en 1950, que fue intensamente reflejada por los diarios, las radios y el noticiero cinematográfico Sucesos Argentinos, la fama de Aníbal Díaz, un hombre meticuloso, disciplinado y muy exigente creció aún más y pronto recibió el respaldo del ministro de Hacienda, quien le otorgó un terreno en comodato en Llavallol donde construyó su cancha y su campo de entrenamiento. Por entonces eran “los mimados de Cereijo” y solían animar clásicos enfrentamientos con el club Sacachispas, creado en Villa Soldati por un grupo de muchachos cercanos al afamado periodista uruguayo Ricardo Lorenzo, alias Borocotó.

Borocotó era un notable escritor montevideano que trabajaba como periodista estrella en la revista El Gráfico, y desde su sección de contratapa titulada “Apiladas” le ponía poesía al fútbol. Cuando “La Máquina” de River no tuvo rivales, “Apiladas” empezó a reflejar las peripecias de los clubes chicos o en formación, la pertenencia al barrio, el amor por los colores y el apoyo de los vecinos. Allí volcaba vivencias y circunstancias que conocía debido a la cercanía con los jóvenes Aldo Vázquez y Roberto González, dos amigos que, como el Gordo Díaz en Llavallol, trataban de armar un equipo de fútbol en el sur porteño para participar en la primera edición de los Torneos Evita. El vuelo y el lirismo de la pluma de Borocotó exaltaban los sueños de grandeza de los pibes de Villa Soldati. De sus escritos surgió el guion del drama pasional elegido para llevar el mundo del fútbol amateur a la pantalla grande: “Pelota de trapo”, legendaria y taquillera película estrenada en agosto de 1948, producida y protagonizada por Armando Bo.

Algunos sostienen que fue al revés: que la exitosa película dirigida por Torres Ríos se inspiró en el club Sacachispas, cuando en realidad por entonces la entidad no existía más que en la ilusión de Vázquez y González y en la inspiración de Borcotó. En sus “Apiladas”, y luego en el film, ellos encontraron reflejadas sus propias vivencias y dificultades. Desde la contratapa de El Gráfico, Lorenzo convenció a los jóvenes de entonces que con el General en el poder todo sueño era posible. Fundado el 17 de octubre de 1958, dos meses después del estreno de “Pelota de trapo”, lo llamaron Sacachispas Fútbol Club, como el de la película. De la mano del film, la fama pronto se extendió. Perón le otorgó un predio en Villa Soldati donde construyó su primera cancha y allí se filmó la zaga. Titulada “Sacachispas”, fue estrenada en abril de 1950. Pese a que no tuvo la misma repercusión, alimentó la controversia. Junto con Arsenal de Llavallol, ambas entidades animaban los torneos Evita -aunque el Lila nunca lo pudo ganar- y protagonizaban una especie de clásico entre dos clubes que crecieron de manera similar al amparo del gobierno peronista. La rivalidad se extendió a la cuarta categoría del fútbol de AFA a la que las dos instituciones pronto se incorporaron.

En 1952, con la cancha y las instalaciones que disponía, Arsenal de Llavallol se afilió a la 3ª división de Ascenso, que más tarde se llamaría Aficionados, y actualmente Primera D. En ese equipo jugaban, Humberto Maschio, Antonio Angelillo, Natalio Sivo y el mencionado Cap. El Gordo Díaz, que era un experto en transacciones de futbolistas, empezaba a ganar dinero grande: los cuatro pasarían a Racing en 1954, y se descuenta su participación en la venta de los dos primeros al fútbol italiano en 1957: Maschio al Bologna, Angelillo al Inter. Por su parte, Sacachispas logró su afiliación a la misma categoría dos años después, en 1954, también gracias a la cancha y el respaldo de Perón. En su primera participación se volvió a encontrar con su viejo y conocido adversario de los Torneos Evita. El Lila fue campeón de punta a punta. Por primera vez un recién afiliado a la AFA, como Sacachispas, logró ganar el título y ascender. El incansable Díaz pidió que Arsenal lo acompañe en su ascenso, y la AFA le concedió ese privilegio. Ambas entidades lograron mantenerse en la “C” durante algunos años. Arsenal volvió a bajar a Aficionados en 1958, Sacachispas se mantuvo hasta 1962. Los problemas de ambas entidades habían empezado con el derrocamiento de Perón en 1955. El club de Llavallol no sólo perdió su protección política; además quedó en la mira de la revolución libertadora. En 1959 el Gordo Díaz fue acusado de falsificar la firma del presidente de la AFA con el fin de evadir impuestos en la venta del jugador Jorge Griffa al Atlético de Madrid, y Arsenal fue desafiliado por tres años.

Cuando en 1962 lo fue a ver a Armando a su despacho, el incansable Díaz había sido absuelto de todos los cargos y el club acababa de recuperar su lugar en la categoría menor. Rápido como era, el "Puma" comprendió que en la humilde entidad podía completar la formación de los valores más destacados de la cantera y cerró el acuerdo. Loco de contento, el visionario Aníbal Díaz se fue de la reunión con todo arreglado, con dinero en su bolsillo, con el compromiso de Armando de efectuar una ampliación del pequeño estadio, y con los préstamos de Rojitas y Pianetti, las dos máximas promesas de la tercera de Boca, quienes jugarán el torneo de Aficionados de 1962 para Arsenal, que ya no lucirá el amarillo y marrón a rayas verticales, sus colores originales, y que a partir de ese año paseará orgulloso el azul y oro por las canchas del ascenso, convertido en la primera filial del fútbol argentino y logrando una impensada repercusión. Entre las particularidades del acuerdo, Adolfo Pedernera fue nombrado Director Deportivo, en tanto Boca se reservaba la administración de la filial, que quedó a cargo del vicepresidente de Armando, Miguel Zappino, que además vigilaría bien de cerca a las dos promesas del club, que habían sido enviados como castigo disciplinario. Con Rojitas y Pianetti, el Arsenal más antiguo del fútbol argentino -fundado el 12 de Octubre de 1948, también poco después del estreno de la célebre película- hizo una campaña fuera de lo común, convirtiendo muchos goles aunque recibiendo más de los debidos. Al finalizar el torneo de 1962, Rojitas y Pianetti volvieron a Boca dejando una estela imborrable de su paso por Llavallol: fueron la gran atracción del torneo de Aficionados de un fútbol argentino que asistía a la primera experiencia de una filial.

El acuerdo entre Armando y Arsenal de Llavallol había nacido para vivir poco: cuando el Puma lo concretó, ya tenía en mente la adquisición de un complejo propio para las divisiones inferiores y concentración del plantel. En 1963, Boca adquirió La Candela, un predio de seis hectáreas ubicado en San Justo. Con esa nueva compra se fue yendo de Arsenal, y el pobre club de Llavallol se quedó sin conducción, ya que Díaz había sido marginado poco antes por Zappino y su gente. Finalmente Boca lo abandonó, y sin brújula ni respaldo político, con el esfuerzo vano de los pocos socios que quedaban, Arsenal se encaminó hacia una anunciada desaparición. En 1968 el terreno que le había otorgado el ministro de Perón, estaba su estadio con una pequeña tribuna de cemento, vestuarios, baños y demás comodidades que la mayoría de sus competidores envidiaban, fue expropiado por el dictador Juan Carlos Onganía. Arsenal de Llavallol jugó allí el último partido de su breve y agitada existencia el 12 de octubre de 1968 ante Central Córdoba de Rosario, el mismo día de su fundación pero exactamente veinte años después, y eso fue lo poco que duró su corta pero intensa existencia. Su viejo rival, Sacachispas, menos ambicioso, se fue afirmando lentamente como uno de los dos clubes más grandes del barrio de Villa Soldati -su clásico rival es el Deportivo Riestra- alternando entre la cuarta y la tercera división del fútbol de AFA, en la que actualmente milita. Curiosamente, su crecimiento se consolidó gracias a su presidente entre 1975 y 1983, Roberto Larrosa, quien fue electo concejal de CABA por la UCR durante tres mandatos, entre 1983/97 y obtuvo la cesión definitiva de las tierras que hoy ocupa. En sus instalaciones cuenta con un estadio con capacidad para 5.000 personas, un gran gimnasio cubierto, canchas para otras disciplinas recreativas, dos piletas y una zona arbolada con quinchos y parrillas. De sus fundadores heredaron el tesón pero también la cautela, por eso su crecimiento fue lento pero seguro.

Después de su expropiación, los militares abandonaron el predio de Llavallol. El paso del tiempo y la huella del odio lo transformaron en un enorme basural. La de Aníbal Díaz y su Arsenal es una de esas curiosas leyendas futboleras que se pierden en el olvido, aplastadas por el impresionante marco de la gran historia del fútbol argentino. La de un humilde y ambicioso dirigente de un club de barrio que quiso cortar camino a la grandeza y lo pagó con la desaparición. De la suerte de Díaz poco se conoce. Una fuente consultada afirma que el Gordo murió en Florencio Varela en 1974 en un confuso accidente, atropellado por un automóvil con varios ocupantes que se dio a la fuga. Otra versión más confiable es la de Néstor Santiago: el hijo de José Pirula Santiago supo de una larga y complicada internación, de donde harto de la comida del hospital, Aníbal Díaz se habría escapado en busca de un bodegón para despedirse de este mundo con un último y definitivo atracón, olvidado y sólo como un profeta sin apóstoles.

Marcelo Calvente