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martes, 20 de octubre de 2015

Antes del fin



No vale mucho la pena hablar de la derrota de Lanús ante el peor Vélez de los últimos treinta años, con un gol logrado en el minuto final al cabo de un partido imposible de ver y que Lanús, con muy poco, mereció ganar. Es más de lo mismo. Es el juego de equipo lo que está ausente. Sin ideas, apenas con el corazón de Lautaro Acosta, que entró y contagió a algunos de sus compañeros, le alcanzaba para ser superior pero no para evitar que un pelotazo de Somoza a la espalda de Gómez agarre a Monteseirin e Ibáñez distraídos. A nadie le gusta perder, pero a decir verdad, el resultado nada cambia. Futbolísticamente hablando, el equipo de Guillermo hace más de un año que perdió la brújula y el espíritu combativo que supo tener al principio, cuando las cosas dejaron de salir bien, se fue diluyendo de la mano de las frustraciones que se sucedieron a cada intento, de Japón hasta hoy. Y sin embargo, pese a los tumbos de su marcha, aún tiene por delante el último de los objetivos de máxima, y el primer paso es el choque del próximo viernes en San Juan ante Boca. Una vez más, con el océano más revuelto que nunca, desde el carajo Gustavo grita: “estrella a la vista”.

El equipo Xeneize no pudo obtener ante Racing el triunfo que lo hubiera consagrado campeón del fútbol argentino, ni siquiera el punto que lo habría dejado a las puertas y que le hubiera permitido enfrentar a Lanús más relajado, sin la presión adicional de no haber podido asegurar algo que está tan a la mano. En los últimos tiempos, con Tévez atado con alambre, Boca siguió ganando pero dejó de exhibir la solvencia que lo llevó a la punta. Tiene potencia en ataque pero otorga muchas ventajas defensivas. Luego de la derrota en Avellaneda, cuando el próximo viernes se mida con Lanús por un lugar en la final de la Copa Argentina, lo hará con la cabeza puesta en el choque con Tigre en la Bombonera por la penúltima fecha del torneo largo, a celebrarse después de que los argentinos hayamos elegido nuevo presidente. Boca va a tratar de ganar la Copa Argentina sabiendo que lo que no puede perder es el torneo local, y que si no le gana a Tigre en la última fecha lo espera Central, nada menos que su perseguidor, y en Arroyito. ¿Podrá Lanús sacar provecho de esa circunstancia?

La Volpe, Arrubarrena y un mismo fantasma: Lanús
En el fútbol todo es posible. En medio del lento retroceso que empezó en Japón, el equipo de Guillermo ha tenido buenas actuaciones. La última, la noche en que venció a al encumbrado Independiente en La Plata con enorme autoridad y por dos goles de diferencia. Suele ocurrir las pocas veces que el entrenador, por cautela, pone un volante en lugar de un delantero. Mucho no sucede. Lo mostrado ante Vélez fue preocupante. Pelotazos de un área a la otra, pases largos y a dividir, mediocampo inexistente, defensa temerosa de marcar y en retroceso permanente. Hace casi dos años que viene jugando mal y el deterioro se viene acentuando. No se puede jugar así. Es cierto que a Guillermo le vendieron a los dos centrales de un saque. No había manera de evitarlo. Simplemente había que suplirlos, y no fue poco el dinero que se invirtió en Gustavo Gómez y Braghieri. El equipo no volvió a ser el mismo, las culpas son compartidas. La cantera aporto algo, pero la llegada de Straqualursi de Oriente y falto de fútbol, y el desmedido precio pagado por Monetti, no hablan nada bien de la política de incorporaciones consensuada entre el club y el entrenador.

Sin embargo, el partido más importante de un año para el olvido se juega de aquí a diciembre, y en él, el club Lanús definirá la continuidad de la unidad política que tanto nos supo legar, en los tiempos no tan lejanos en que la palabra unidad tenía sustento en  la realidad cotidiana de la vida institucional. Y la continuidad o no de del cuerpo técnico es una decisión que debe tomarse cuidadosamente, evaluando todos los aspectos a favor y en contra, y que en caso de considerarse ciclo cumplido obliga a renglón seguido iniciar la búsqueda de otro entrenador, tarea muy delicada. El presidente Alejandro Marón opina públicamente su deseo de renovarle el contrato a Barros Schelotto cuando lo verdaderamente urgente es juntarse a analizar detenidamente lo sucedido en los últimos tres años, de hacer autocrítica pensando sobre todo en el futuro, para que nunca más vuelva a ocurrir.  Y una vez zanjadas las diferencias y recompuesta la dirección,  recién entonces será posible elegir el futuro entrenador del club o prolongar un vínculo que a todas luces está terminado.  

Mientras tanto, fastidiosos por las derrotas inesperadas y las actuaciones fallidas, los granates volvemos a tener otra luz a la vista. Una vez más, el sueño de estampar la esquiva cuarta estrella en el pecho ansioso e hinchado de orgullo se vuelve realizable. El peso de nuestra camiseta se ha incrementado producto de jornadas inolvidables ante los dos grandes, victorias como el Bombonerazo que ya entró la historia del fútbol patrio o el 4 a 0 a River en el Monumental, con Mario Gómez en el banco, triunfos que dejaron su huella en los corazones rivales. A esta altura no pensamos en otra cosa que en ganarle a Boca, sea como sea, porque en el fútbol todo es posible. También que el batacazo tonifique el espíritu del equipo como para  superar después al otro finalista, sea Racing o Rosario Central, los dos mejores equipos del momento. Tener aspiraciones de gloria no es cosa de todos los días, por eso siempre vale la pena poder soñar. Ahora sólo importa la victoria, que en estas circunstancias, tendrá el tono de otra hazaña para el recuerdo.

Marcelo Calvente

sábado, 3 de octubre de 2015

El día de la Bestia



La verdad es que Guillermo me cae de la mejor manera. Me resulta simpático, inteligente, de no hablar de más. Como futbolista ha sido un ganador. Y tuvo la suerte acceder a la difícil profesión de entrenador de fútbol por la puerta grande, de forma directa y sin escalas previas al primer nivel, sostenido por su bien ganada fama y por la idolatría de los hinchas de los equipos en los que jugó. Su primer contrato como entrenador lo firmó con Lanús, el club ideal, el único que no sin tropiezos camina derecho por el manicomio de la calle Viamonte, y la prensa le brindó a su llegada una enorme cobertura.

El comienzo en junio de 2012 fue mas que alentador, y el segundo semestre de 2013 el punto mas alto de su equipo. Ganó la Copa Sudamericana y de manera simultánea estuvo a un paso de obtener el Torneo Inicial. Bajó un poco el rendimiento en el subsiguiente Torneo Final 2014 porque peleó la Copa Libertadores hasta el zapatazo fatídico de un tal William Ferreira, el mal recordado delantero uruguayo del Bolívar. En esa temporada 2013/2014 el de Guillermo fue uno de los mejores elencos del continente. Y lo fue hasta el endemoniado misil que el 8 de mayo de 2014 enmudeció a La Fortaleza, a partir del cual comenzó el lento pero inflexible retroceso. Enseguida se fueron Goltz e Izquierdoz, y el equipo nunca volvió a ser el mismo. Y así fueron llegando las derrotas dolorosas, como aquella de los dos goles en contra en el alargue en Brasil -debe ser record mundial- ocurrida inmediatamente después de una de las mas grandes hazañas de la historia deportiva de la institución, la victoria en tiempo de descuento sobre el Atlético Mineiro por 3 a 2 ante un Mineirao repleto, o la de Japón, un verdadero misterio haber perdido con un equipo así. Fueron las primeras de varias caídas francamente desalentadoras, aunque también hubo buenas victorias en medio. No obstante, los números favorables de Guillermo son más que elocuentes: gano el 46% de los partidos que su equipo disputó, empato el 29%,  y se retiró vencido apenas el 25% de las veces. El problema es que los objetivos eran más exigentes.

No me guío por trascendidos sobre una intimidad en el seno del plantel, es algo que desconozco. Le apunto siempre al juego del equipo. Al hecho de que los errores tácticos que comete son siempre los mismos, desacoples perfectamente identificables en los videos de cualquier partido, falencias inexplicables pero muy arraigadas que están por cumplir dos años de vida sin que nada cambie. No quiero aburrir con la cantinela de siempre del equipo largo, trato de aportar nuevos indicios: defensores que hacen control de pelota alineados en la puerta del área para terminar revoleándola a campo rival a dividir, delanteros que no bajan para acompañar el retroceso alocado de las otras dos líneas, volantes en inferioridad numérica, siempre distantes entre sí, que abandonan permanente sus marcas y corren desesperadamente hacia atrás para agruparse junto a sus compañeros en el área chica, laterales obligados a atravesar distancias imposibles, y siguen las firmas. No es Guillermo quien me tiene cansado, es el insólito juego del equipo que él dirige -que también es mi equipo, el tuyo y el de la hija del fletero- y que tiene plantel y cantera como para jugar mejor.

De la larga lista de objetivos ambiciosos que resignó Lanús desde aquel zapatazo escalofriante hasta la fecha, solo uno sigue en pie: la esquiva Copa Argentina. El Grana esta a dos partidos de conseguirla. El problema es que el primero de esos partidos es contra Boca, y en caso de superarlo, enfrentará en la final a Racing o Central, tres equipos que están un escalón arriba. En el futbol no hay imposibles, es sabido, pero los milagros se dan cada vez menos seguido. Lanús quedó eliminado de la Copa Sudamericana a manos de Defensor de Montevideo por penales, un equipo que en la argentina pelearía por no descender, y además quedó muy lejos de la Liguilla Pre-Libertadores. La Copa Argentina es la última carta que le queda por jugar, y la mano no viene nada sencilla. El premio consuelo es la clasificación entre los 12 equipos que jugarán la Liguilla Pre-Sudamericana 2016, del 7º al 19º del actual torneo, que seguramente conseguirá.

En los meses que nos separan de diciembre de 2015, los dirigentes de todas las agrupaciones deberán decidir la continuidad o no de una unidad política que está muy debilitada. Serán horas de balance de gestión y de autocrítica. De dar explicaciones y asumir las culpas correspondientes por las cosas que sucedieron en el tan esperado año del centenario. El objetivo de todos debe ser la recuperación de la unidad por encima de cualquier apetencia personal y para eso es imprescindible una profunda renovación dirigencial. En medio de tan relevante instancia, alguien deberá decidir sobre la renovación o no de un cuerpo técnico que pintaba para mucho más, hasta que el 8 de mayo de 2014 el diablo metió la cola, clavó el balón en el ángulo izquierdo de Agustín Marchesín y todo empezó a derrumbarse.

Marcelo Calvente