“José, te
necesito en el equipo ¿no te animás a jugar de nuevo en primera?” Ramón Cabrero
no suele dar muchas vueltas cuando tiene que decir algo. Transcurría el mes de
mayo de 1983, Ramón asumía por primera vez como DT interino de Lanús, y José
Luís Lodico estaba pintando un escudo en el Polideportivo, aún convaleciente de
una complicada operación en el oído que a los treinta años lo terminaba de retirar
del fútbol. Tiene recién implantadas las prótesis del yunque y el martillo, y
según los médicos, de poder volver a jugar, sería recién después de un largo
año de convalecencia Se moría de ganas, pero
no quería defraudar a Ramón y le transmitió sus dudas: “Ni siquiera puedo cabecear…” le dijo con tristeza. “Mañana te venís a entrenar, y cuando
sentís que estás, te pongo de titular. Cabeceadores me sobran, lo que no tengo
es quien se la pase al compañero” le dijo fiel a su estilo el entrenador, y
José Luis se fue corriendo a contarle a su señora.
Lodico volvió a vivir. Durante las tres fechas
que duró el interinato de Ramón fue titular inamovible. Para enfrentar a
Deportivo Español se hizo cargo la flamante subcomisión de fútbol, y por
supuesto, José Luís Lodico estuvo en la cancha con la 5 en la espalda, junto a
varios ex compañeros del ascenso a la “B” que continuaban en el equipo. A los 35
minutos, el futbolista local Rubén Arbelo va a disputar un balón con él y le
aplica un premeditado golpe en el oído operado. Pino se indigna con el jugador,
comprende de inmediato que fue mandado y reacciona violentamente ante su
imperdonable accionar de sicario. Ambos se van expulsados por agredirse
mutuamente. Pero sus ojos apuntan al banco de Español, donde está el
despreciable Roberto Iturrieta, técnico cotizado del ascenso, conocido por sus
excentricidades y su condición de tramposo y ventajero, el mismo que en la
semana previa había acordado con los dirigentes de Lanús hacerse cargo del
primer equipo granate luego de terminado ese mismo encuentro. Cuando el lunes
siguiente José Luís volvió a entrenar, Iturrieta fue presentado e intentó
comenzar con los trabajos con naturalidad. Lodico se paró frente a él y le
dijo: “¿Vos te pensás que voy a trabajar
a tus órdenes, que me vas a dirigir a mí, cuando hace una semana me mandaste
golpear? Yo me voy, a mí no me da órdenes un sinvergüenza como vos”. Y así,
con mucha pena y sin la gloria que merecía, pero con la frente bien alta, el
último centrojás de Lanús se retiró del fútbol profesional, esta vez para
siempre.
En medio de una gran depresión causada por el
desencanto que acompañó su accidentado retiro, José Luís Lodico se dedicó a la
pintura para poder mantener a sus hijos. El club Lanús le cedió un pequeño
espacio debajo de la platea oficial donde guardaba los elementos. Pintó
departamentos, pintó mansiones. La prolijidad de su trabajo y su
responsabilidad para cumplir con los clientes le permitió hacerse un nombre en
su nuevo oficio. Pintó carteles de publicidad, pintó más de cien veces el
hermoso escudo del club Lanús. Una tarde, mientras delineaba las letras de la
promoción de un recital en la pared de la sede de la calle 9 de Julio, después
de observarlo un rato con detenimiento, se le acercó Enrique Carrillo. Pino no
lo conocía, pero se trataba de un destacado pintor de cuadros y retratos que
tenía su taller en el lado oeste de la ciudad y dictaba clases sólo para
aquellos principiantes a los que veía con condiciones. Carrillo le dijo que por
lo que había podido observar, le veía aptitudes como para poder incursionar en
la pintura artística. José Luís sintió curiosidad y comenzó a tomar clases con
él. Mientras rápidamente incorporaba los nuevos conceptos, se puso a pintar
paisajes, naturaleza muerta, pintura abstracta y hasta algunos retratos,
siempre alentado por su profesor. Pronto comenzó a frecuentar el ambiente del arte
y sus obras se empezaron a exponer en distintas galerías. Ganó premios y vendió
muchos cuadros, sin dejar jamás su oficio de pintor de paredes y carteles para poder
vivir.
José Luís Lodico, capitán y campeón 1976 |
Una tarde de finales de los años noventa, José
Luís se encontraba pintando el escudo que adorna el fondo de la pileta del
Polideportivo, mientras los operarios de la empresa encargada del final de obra
de una reparación llevada a cabo en el sector terminaban con su tarea, advirtió
que uno de ellos, mientras barría, se le iba acercando con timidez, mirándolo
de reojo, hasta que se animó a hablarle: “Disculpe,
usted es José Luis Lodico, hace un montón de años que tengo algo suyo y se lo
quiero devolver. Soy hincha de Lanús, y fui el que le sacó los botines en la
cancha de San Lorenzo en el 76, el día que ascendimos a primera. Siempre me
quedó el remordimiento porque usted gritaba ‘¡Los botines no, muchachos, por
favor, que me los compré hace dos semanas de mi bolsillo!’ Y yo se los saqué
igual. Le quiero pedir disculpas y se los quiero devolver, porque hasta hoy los
estuve cuidando…”
Al culminar la jornada, como habían acordado,
Lodico llevó en su auto al operario hasta su casa, cerca de la avenida Pasco,
en un barrio ubicado al este del distrito. Había quedado conmocionado por el
recuerdo y las palabras del hombre, que se ajustaban a la realidad. La pérdida
de esos botines le había dolido en el alma, y aunque otros pesares posteriores
fueron mucho más dolorosos, quería volver a verlos. El tiempo se detuvo cuando
ambos ingresaron al humilde living. En el estante de un modular, envueltos en
celofán, prolijamente acomodados en una caja abierta, decorada con la famosa
foto del diario Clarín del 19 de diciembre de 1976, con el viejo Gasómetro
colmado a reventar como fondo, en la que se ve en primer plano a José Luis
Lodico en andas, ya despojado de su camiseta pero aún con el resto de la vestimenta,
estaban los botines.
“Sáquelos
de la bolsa, nomás, son suyos” le dijo el hombre con una sonrisa. Pino los
sacó con cuidado, sus manos temblaban. Eran los mismos Adidas con las tres
tiras amarillas, toda una novedad de entonces, y estaban tan nuevos como en la
tarde que se los puso por última vez. Los miró con atención, y mientras mil
recuerdos volaban por su cabeza, los dio vuelta. Entre los tapones, pegados a
la suela de ambos botines, había trozos de pasto y barro seco de aquella tarde
gloriosa. El pasto del mítico estadio de la Avenida La Plata, un ícono de
la historia del fútbol argentino que ya no existe más, testigo de enormes
victorias y dolorosas derrotas granates de aquellos años difíciles e
inolvidables. José Luís los contempló y lloró como una criatura. El hombre lo
abrazó emocionado. “Que se queden acá,
nadie los va a cuidar mejor que vos”, le dijo el crack al despedirse, con
la certeza de que nada, ni el peor de los sufrimientos que el fútbol le había
dado, había sido en vano.
Marcelo Calvente
marcelocalvente@gmail.com
GRACIAS A DIOS PUEDO DECIR: "VI JUGAR A LÓDICO", GRACIAS POR TU EMOCIONANTE CUENTO, TAN BUENO QUE PARECE FICCIÓN... PERO ES PURA VERDAD, PURA HISTORIA GRANATE... GRACIAS MARCELO
ResponderEliminarUn Grande con todas las letras,como deportista pero sobre todo,como ser humano,te admiro desde siempre ,ya viene de mi viejo y mi tio que siempre desde chico me llevaban a verte jugar,depués comprove tu don de gente,tu honorabilidad,ya no quedan muchas personas asi Una historia muy rica,y emotiva.Te deseo lo mejor vos te lo mereces.Un abrazo Pino !.Gustavo Hernandez
ResponderEliminarBuen día,
ResponderEliminareste es un mensaje para Marcelo y para Pino.
Nuevamente Marcelo vuelvo a enviarte un abrazo y un gratificante reconocimiento hacia tu pluma y tu instinto de escarvar en la historia hermosas, inolvidables y compartibles emociones. Esta nota arriba descripta me ha llenado de emoción y el recuerdo de haber podido ver en la vieja cancha de tablones de Arias a un pintor del balón en el centro de la cancha, siempre me acuerdo de esos medios giros con la pelota pegadita al pie en el centro de la cancha. Gran jugador. Hermosa persona. La Historia Marcelo que resucitás nos muestra que linda persona es José Luis Lodico. Jugador de misma posición en la cancha de Ramón Cabrero.
Les envío un abrazo y emocionado saludo desde la sierra de los comechingones, Los Molles, San Luis.
Dario Massimilla
P.D.: que lindo ver la foto de Lodico con la tribuna de Arias llena en su espalda y con esa tan linda camisa granate con el escudo grande en el centro del pecho. Si tenés el archivo digital de esa imágen me encantaría (si podés, solo si podés) recibirla en mi mail: lihuelosmolles@hotmail.com
Darío: Gracias por tus palabras. La foto pertenece a la tarde en cuestión, es en la cancha de San Lorenzo. Fijate que se observa la plateíta que había debajo de la tribuna, atrás del arco, la cancha estuvo a reventar.
EliminarMarcelo
Quiero agradecer las cosas lindas que me han escrito,decirles que yo tambien me emocione mucho al leer mi historia,paso tanto tiempo de aquellos BOTINES que al tocarlos nuevamente,. senti que volvia a jugar. A todos muchisimas gracias.
EliminarUn jugador de aquellos Pocos!!!!!un genio de persona y un maestro comó Amigo!!!!!!!!Un poeta con la redonda.......todo un sentimiento!!!!!Vamos Pino todabia!!!!!!!!!!!ABRAZO
EliminarExcelente y talentoso jugador al que tuve la suerte de disfrutarlo.
ResponderEliminarExcelente la nota Marcelos.
Saludos.
Mario.
Tengo un nudo en la garganta y los ojos vidriosos por el hermoso relato..Me llena de felicidad que sea reconocido por la gente y la historia Granate porque José Luis Lodico es un punto muy alto en el Club. Como profesional (aún cuando no lo vi jugar pero es sobradamente conocida su habilidad) y como persona con principios rectos, que me hacen sentir muy orgullosa de conocerlo.. Una solución salomónica podría haber sido que cada uno guardara un botin, cierto? Gracias por este momento de emoción
ResponderEliminarEmocionante historia,no lo vi jugar pero se nota que la rompía toda por los comentarios,abrazo a el pulso-mente de marcelo y a lodico
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