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jueves, 15 de diciembre de 2016

DE BRUJAS, CONJUROS Y SAPOS (FÁBULA)


“¿Un trabajo para qué?” dijo la vieja hechicera más cerca de la sordera absoluta que de la sorpresa. Corría el mes de enero de 2012 en el sórdido gabinete a media luz donde atendía la bruja. El heterogéneo grupo de varones de edades diversas, todos vestidos de granate, había llegado gracias al volantito que una noche le habían entregado a uno de ellos, a la salida de un prostíbulo.
“Nosotros somos fanas de Lanús, y algunos también somos socios. Por eso, aunque le parezca extraño que le pidamos que nos haga perder, el daño es necesario. No podemos permitir que el presidente termine su mandato con otro título; eso sería el fin de la oposición” dijo con cierta timidez uno de los mayores, un hombre vestido con un buzo gastado que decía Sasetru, que andaba por los setenta años, que en una mano llevaba enrollado un póster de los Globetrotters y en la otra una botella de Ginebra Llave a medio tomar. La vieja observaba en silencio el fixture y las fotos que los hinchas le habían dejado sobre el mugroso escritorio. “Y no solo por eso. El técnico no sabe un carajo y encima, en un año de contrato, ya nos dedicó un fuck you, un corte de mangas, dos agarrones de huevos, un pito catalán e incluso un `A mi me rebota y a vos te explota dijo un muchacho bastante más joven, abrazado a un osito Winnie the Pooh de peluche, vestido con la camiseta de Huguito Morales.
“¡Acá dice que juegan tres torneos..!” dice sorprendida la vieja, y mientras recorre con malicia las miradas temerosas, agrega: “Solo se puede engualichar la participación en dos de ellos. Uno hay que dejarlo librado a la suerte, elijan ustedes cual…” Al cabo de dos horas de discusión infructuosa -los “hinchas” debatían sobre temas tan dispares como el andar cansino de Ledesma, la conveniencia o no de pagarle a la vieja con tarjeta, de pedirle o no un recibo con el detalle de lo prometido y cosas por el estilo, hasta que la bruja, harta de tanta locura y armada con un revolver calibre 32, los invitó gentilmente a retirase. Mientras bajaban la escalera, escucharon nítidamente la voz agria y ofuscada que les gritaba “¡Ojo el miércoles con Barracas Central, dementes!” Uno de los revoltosos le respondió indignado desde la planta baja “¡Aguante Lanús, vieja chota, a esos muertos le hacemos cinco!”. Al llegar a la calle, casi de inmediato, todos empezaron a ponerse verdes y a desplazarse en cuatro patas. A los saltos, despreocupados ante la metamorfosis que padecían, pronto emprendieron  la veloz retirada al son de un solo grito, el viejo grito de guerra de los granates: “Dale lanóoo, dale lanóoo, dale croaaaac, cro croaaaac…”
El sábado 25 de febrero pasado varios de aquellos hinchas, todavía con rastros verdosos en la piel y demasiada tendencia al revoleo de ojos, golpearon la puerta del perturbador gabinete de la bruja para pedirle perdón y felicitarla por la extraordinaria precisión con que había adivinado el increíble debut de Lanús por la Copa Argentina. La vieja no comprendía, estaba aún bajo los efectos del brebaje a base de ron de Jamaica, aserrín, crema del cielo, unas gotas Procenex y jugo de cáscara de limón a gusto que acababa de prepararse, como cada tarde, a las cinco en punto. Buscó bajo el escritorio su periódico de cabecera y encontró la nota. El título de aquella página de La Defensa le dio la respuesta: “¡Barracas Central!”
Los hinchas granates fueron pasando de a uno, con la cabeza gacha. Algunos dejaron presentes sobre el escritorio: Una gallina viva, una escoba con motor fuera de borda, una bola de cristal de bajo consumo, una camiseta de Ledesma empapada en sudor. “Y eso que ese día fue al banco y el turro del técnico no lo puso” dijo el que había vaticinado los cinco goles a Barracas, un viejo hincha caracterizado al que ya casi todos lo conocen como “El Sapo”. Los visitantes querían saber cuanto debían y como seguía el tratamiento. La bruja les respondió que si continuaban con el conjuro, la derrota ante Barracas era gratis porque había lanzado la promoción “De tres dos, uno sin cargo” que le había recomendado su amiga, la madama del burdel. El grupo ya lo tenía decidido: Por la Copa, el panorama de Lanús se había complicado de entrada, ya que no había podido superar en el debut al Flamengo de Brasil en La Fortaleza (1-1), y había caído en Paraguay ante Olimpia (1-2) en su segunda presentación. En tanto por el torneo local había vencido a San Lorenzo (4-1) y a Independiente (1-0), el primero en casa, el otro en Avellaneda, y el Grana quedaba puntero en soledad y se perfilaba como uno de los máximos candidatos a ganar el Clausura 2012. “Doña, póngale todas las fichas al torneo local…” dijo uno, al que desde aquella última visita todos llaman “Pepe” por su predicamento entre los niños, mientras su mejor amigo, “El Rana”, le susurraba al oído: “Total, por la Copa nos caemos solos, cri, cri… cri, cri…”
El resto de la historia es conocida. Después de esa tarde, Lanús perdió ante San Martín de San Juan (1-3), y luego ante Tigre, Estudiantes, Argentinos, Belgrano, y el sábado ante Colón, todos por uno a cero e inmerecidamente, los últimos cuatro recibiendo el gol en el tramo final, cuando aun sin brillar y errático en la definición, el equipo de Schurrer era dominador absoluto. En el medio sólo pudo sacar un empate 2 a 2 en la Boca después de haber arrancado con un injusto y fortuito 0-2 abajo y siendo muy superior durante los noventa minutos. “Pasa que Schurrer puso el equipo que juega la Copa” le dijo canchera la bruja a René, una de las chicas del grupo, cuando a los saltos la llamó para quejarse.
La historia avanzó de la siguiente manera: Mientras el equipo muleto recibía la maldición de seis derrotas y un empate en siete partidos por el Clausura, con el equipo titular y por la Copa Libertadores, el Grana se recuperaba venciendo con autoridad a Emelec en Lanús y también en Ecuador (1-0 y 2-0) y luego de la espectacular actuación ante Olimpia, al que aplastó en forma brillante por 6 a 0 en la Fortaleza, ya clasificado a octavos de final se apresta a viajar a Brasil donde cerrará el jueves 12 del corriente con el Flamengo de Ronaldinho, equipo en crisis y casi eliminado. En los diferentes barrios de la ciudad, mientras los granates de corazón sueñan con la obtención del máximo título continental, algunos seres pequeños, huidizos y saltarines hablan por lo bajo cuando el equipo gana y croan barbaridades cuando pierde. No son muchos y están un poco preocupados. Son, como quien dice, sapos de otro pozo.
por Marcelo Calvente