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miércoles, 27 de mayo de 2015

Los hinchas y los socios



Primero lo primero: el empate en Rosario y mucho más la buena actuación del equipo, conforman de por si una excelente noticia. Aunque a decir verdad, Lanús no se alzó con la victoria que holgadamente mereció porque Patricio Lusteau, con la ayuda de sus colaboradores, una vez más lo perjudicó de manera brutal. Hasta los 35’ del complemento, el Grana ganaba 1 a 0 con cierta comodidad, superando al local en llegadas y situaciones de gol, y habiendo desperdiciado poco antes la más clara en los pies del Pampu González. Al pibe por ahora las cosas no le salen, y encima la fortuna no lo ayuda ni un poquito: Caranta, con un rebote milagroso, le tapó un mano a mano que definía el partido. Central ya no tenía ideas pero igual intentaba, Lanús lo martirizaba en cada contra; el final estaba escrito, casi sellado. Y entonces apareció Lusteau, para la mayoría el mejor árbitro argentino del momento, a quien su corazón vuelta a vuelta le manda pitar contra Lanús, y así fue: a diez del cierre le regaló un penal al local, sanción que cambió definitiva y abruptamente el rumbo del partido hacia la ruta del despojo y la injusticia.

Viniendo por detrás de la jugada y lo suficientemente lejos como para no ver lo que sucedía a las puertas del área chica de Monetti, donde ya sin ángulo, el petiso Niell genera el contacto con Araujo y se deja caer de manera tan evidente que incluso ameritaba la amarilla para el delantero, verdugo habitual de Lanús. En lugar de apoyarse en su colaborador, ubicado en la banda más alejada a la jugada, quien no le señala falta alguna, el juez cobra a distancia lo que no vio, lo que no pudo ver porque no existió ni en la más rebuscada de las tomas de la TV ni en el más pelotudo de los comentarios de Alejandro Apo. Es grave, casi indefendible, que un árbitro que dado su posición lejana se sabe protegido reglamentariamente para no dictar fallo alguno se atreva a tomar tamaña decisión. Cualquier árbitro -menos Lusteau- pitaba saque de arco. Tal vez fue su corazón que le dijo “penal, fue penalazo, seguro que fue penal…”  Ya antes, en el primer tiempo, el mismo juez de línea omitió informar un puntapié sin pelota de Andrade contra Valdez Chamorro ocurrido ante sus ojos, y encima tuvo el atrevimiento de solicitarle al juez principal que expulse a Guillermo, que indignado e incrédulo le reclamaba por su inexplicable comportamiento. Para salvaguardar su honor, es hora de que Lusteau reconozca que es hincha de Banfield, o que hace mucho lo dejó una novia que vivía en Lanús; que diga que de muchacho cobró varias veces a la salida de La Casona, o lo que sea, y que por eso cuando dirige a Lanús el corazón lo traiciona. Que lo diga y se acabó: no lo dirige más, y sigue adelante con su promisoria carrera arbitral despojado de rencores personales y sin cagar a nadie. Peor sería que la opinión pública sospeche que invariablemente bombea al Grana por alguna otra razón menos pasional. De todos modos no es una buena señal que la prensa no haya tomado nota, ni que Miguel Scime, el mandamás de la no se qué de los árbitros argentinos, no haya anunciado sanción alguna. El domingo próximo, lo más campante, Lusteau dirigirá Vélez-Boca, el partido de la fecha.

Lusteau, una vez más, perjudicó notoriamente a Lanús
Dicho esto,  lo más destacable de la 13ª jornada es que pese a que venía bastante mal, Lanús produjo una más que aceptable actuación en Rosario, dominando desde el inicio y  acallando el fervor de un estadio que de inmediato comprendió que iba a tener una tarde difícil. Como hace mucho no ocurría -y sólo ocurre cuando Guillermo pone dos delanteros y suma un volante- Lanús no fue largo. Estableció presión tapando a los marcadores de punta con Acosta y Junior, y el resto ahogando a los que intentaban armar juego en la zona media. Impuso domino y dispuso de varias situaciones, la mayoría de ellas recuperando la pelota en campo rival y agarrando mal parada a la defensa de Central, con ataques profundos y de variadas maneras. Con el buen aporte  de Ortiz y Valdez Chamorro en la gestación, y con Lautaro Acosta y Junior Benítez -de gran primer tiempo- en la zona de fuego, Lanús fue acumulando meritos y llegó al gol a los 25’ de la etapa inicial, luego de un saque de meta en donde la defensa local dudó como en toda la tarde, Chamorro la peinó, Junior superó a su marca con una buena recepción, y definió con gran recurso técnico y pasmosa serenidad, en el segundo intento, mano a mano con Caranta.  


En el complemento poco varió. Central intentaba con Barrientos y  Servio, que no encontraban conexión con los de arriba. Lanús se mantuvo compacto, fue conservador y muy combativo. Si bien el habitual estiramiento no se produjo, al menos no tanto como en otras oportunidades, aparecieron espacios a las espaldas de Ortiz, donde Gómez demostró sus defectos de siempre: suelta las marcas para retroceder, carece de la base formativa  que indica que no se rechaza hacia adentro, jamás; ni que nunca, nunca, nunca, se debe dejar corto un despeje. Con todo, este Lanús de Guillermo que parece acercarse al final de ciclo dejó bien en claro que pese a su plantel poco numeroso y menos equilibrado, en las difíciles suele aparecer la estirpe del equipo que no hace tanto supo ser, y con eso le alcanza para estar a la altura de los mejores del ámbito local, que no siempre son los que tienen los planteles mas numerosos ni los futbolistas más cotizados.

Se acercan tiempos claves para el Grana, que hoy enfrenta en Salta a Atlético Tucumán por la Copa Argentina, el lunes próximo recibe a Olimpo y seis días después visita a Temperley, el último compromiso antes del receso. Habrá que prenderle una vela a la venta de Melano, y decidir cuánto invertir en dos o tres refuerzos para afrontar un semestre de tres competencias. Los hinchas, se sabe, arrancarán con sus reclamos. Mientras uno exigirá que hagan un intento por Cavani, otro gritará que vuelva el Pepe. En cambio los socios están preocupados: la AFA, está a la vista, perdió definitivamente el rumbo. Después de cuarenta años de conducción unipersonal de Grondona, pronto será un bebé que empezará a caminar en el mundo de los derechos y los deberes, de premios y castigos justos, de normalidad política y de libertad de opinión. Por eso los principales dirigentes traman acuerdos y contubernios de cara a la asamblea electiva de octubre tratando de mantener un pedazo de poder, mientras el fútbol argentino se derrumba en sus narices.

Los socios de Lanús, los más concientes, piensan en el déficit anual, en lo lenta que viene la producción de la cantera, en lo complicado que será seguir cerrando operaciones convenientes como ha sido hasta ahora,  y quieren saber de qué manera van a encarar el semestre futbolístico tanto el entrenador, cuyo contrato culmina diciembre, como la conducción del club, que también en ese mismo mes termina su mandato.

Marcelo Calvente

martes, 12 de mayo de 2015

Entre el corazón y el carnet



Lanús empató 1 a 1 con Tigre de local por la 12ª fecha, y agudizó su crisis futbolística producto de una suma de imponderables y otra suma de desaciertos de quienes toman decisiones. Los números lo dicen todo: 16 puntos producto de cuatro victorias, cuatro empates e igual cantidad de derrotas, con 13 goles a favor y 14 en contra, lejos de los de arriba y más lejos de aquel equipo que supo ser hace tan poco tiempo.

Después de una primera parte en la que fue superior poblando la zona media con el aporte Junior Benítez colaborando en la creación junto al Marciano Ortiz, sin extremos, con Melano sólo arriba, Lanús fue dominador pero le faltó profundidad. La apertura del marcador fue a los 25 minutos de juego con un remate de media distancia de Ayala,  jugador ambivalente que por momentos luce tácticamente sabio, en otras comete errores infantiles, el paraguayo es una de las opciones de ataque más redituables. Le pega no del todo bien y no tan fuerte, pero su principal virtud es entrarle recto al balón para que no se eleve y lograr que pique en la cara del arquero, algo que viene consiguiendo muy seguido y que generalmente termina en gol o rebote propicio. El Grana se fue al descanso siendo justo ganador, pese a que Tigre, con lo poco que atacó supo inquietarlo. El completo fue el mundo del revés, y todo salió tan mal que vale la pena buscar el video y volver a verlo.
    
En el reinicio, indudablemente desconforme con la posición de Junior, Guillermo lo mandó a jugar bien de delantero, seguramente pensando en una contra que Lanús nunca sacó. El trámite fue una continuidad interminable de llegadas de Tigre. El equipo granate logró pisar campo contrario recién a los 25, cuando Melano corrió una pelota perdida, le hicieron una falta tonta y Javier García sacó el remate desde 30 metros de -¡otra vez!- Ayala, que se metía junto a su palo izquierdo. Lanús no volvió a generar otra situación de peligro. Fue muy largo, con las líneas lejanas entre sí, y como siempre que esto ocurre, y ocurre casi siempre, las espaldas de Araujo y Velázquez, veteranos injustamente condenados a los largos recorridos, fueron un calvario. Araujo padeció las locuras de Firulete. Cuesta creer que se trata del mismo Alejandro Silva que  jugó la final de la Libertadores 2013 para Olimpia del Paraguay como titular indiscutible ante el Mineiro de Ronaldinho, en la que marcó un gol. Ante Tigre actuó de “8”, en el que supuestamente es su lugar en la cancha, y jugó un partido de terror, corriendo la deriva, perdiendo marcas, entregando mal, bartoleando por demás, lo suyo fue un concierto de desaciertos. Por el otro lado Pasquini, que arrancó entendiéndose con Velázquez, de a poco fue desdibujándose hasta extraviarse por completo del partido, a punto tal que pese a no tener ningún relevo con características defensivas, el entrenador lo reemplazó por Valdez Chamorro cuando Lanús aún estaba 1 a 0 arriba.

Ayala, la principal carta de gol de Guillermo
El dominio de Tigre se mantuvo hasta el final, sus ataques siempre fueron a fondo y lo pudo ganar incluso en  el último minuto de descuento. Hasta aquí, jamás el equipo de Guillermo se mostró tan pobre de ideas de manera continua durante 45 minutos. El empate fue un milagro, pese a que en el gol de Tigre hubo dos faltas que Pompei no sancionó: el off-side de Goñi al convertir, y el empujón previo de Rincón a Monetti que casi lo manda al fondo del arco, dos faltas muy groseras que ni el juez ni su colaborador señalaron. Lo peor es ver el desconcierto, la preocupación y la falta de confianza reflejada en la cara de algunos jugadores de Lanús, algo que se repite y se agranda fecha tras fecha.

Lo más rescatable fue que pese al marco decepcionante y algunos silbidos entendibles por la pobreza de lo ofrecido por el equipo, la mayoría de los socios se fue en silencio, con más preocupación que bronca, comprendiendo que no es hora de insultos, sino de acompañar, de estar atentos; se juegan cosas muy importantes y hay que sostener el prestigio conquistado en los últimos años. Aunque hay recursos y existe la posibilidad de reforzarse con tres futbolistas de primera línea de cara al próximo semestre, cosa que piden a los gritos los hinchas de todos los equipos, los socios de Lanús saben que semejante inversión estará a cargo de una conducción que culmina en diciembre, y que no viene acertando últimamente en ese rubro ni en ningún otro. El receso está ahí nomás, y los socios de Lanús, los más cercanos, los de siempre, se preguntan si vale la pena gastar lo que pronto va a escasear con Guillermo al frente, porque aunque lo sacó campeón, hace mucho que no le encuentra la vuelta a este plantel y todo indica que partirá al finalizar su contrato en diciembre. Sospechan que jugando así será difícil vender en grande, y no dudan que todo se derrumba si no se vende. En el fondo de su corazón esperan un gesto de dignidad del entrenador, si es que en verdad entiende que con este plantel su ciclo está cumplido.

Con el corazón de hincha se sueña con un equipo mejor, como fuimos hasta hace tan poco, tan poquito, apenas un año y medio atrás, mientras que con el carnet de socio que conoció otros tiempos y otras desventuras se observa lo que viene con verdadera preocupación.

Marcelo Calvente

lunes, 4 de mayo de 2015

El cuento del tío



Con la derrota ante Racing por 2 a 0, Lanús acumula una racha de cuatro caídas en cinco partidos, con la gran victoria en cancha de Banfield en el medio. San Lorenzo y Argentinos lo vencieron antes del clásico, Boca y la Academia después. Esta claro, Lanús es un equipo debilitado respecto de versiones anteriores, y hoy por hoy, que de las deudas de los clubes no se habla pero el dinero circula, los grandes se vuelven a acomodar arriba y pagan sueldos cada vez más altos en un negocio riesgoso como pocos. El fútbol de Lanús, Vélez, Estudiantes y los rosarinos es deficitario en sumas que van entre los 5 y los 10 millones de dólares por año. La inmovilidad de los mercados de pases está haciendo estragos en la mayoría de esos clubes que además de animadores habituales de  los torneos, son los principales formadores y vendedores de futbolistas de primer mundo. Lanús fue el único que siguió vendiendo, y es por eso que su economía todavía se sostiene. Gracias a los éxodos de Fritzler, Pizarro, Pereyra Díaz, Romero, Goltz, Izquierdoz, el Pulpito González y Agustín Marchesín, por nombrar a las más recientes, el club Lanús todavía tiene superávit. El problema es que por primera vez en mucho tiempo no tiene un futbolista que valga tres millones, y por año hace falta vender al menos dos en esa cifra. Tengo un tío viejo, jodido y desconfiado, que siempre me cuenta de Los Globetrotters, que está muy preocupado por esta situación

Racing-Lanús arrancó para gran partido. Intenso y luchado en el medio, con situaciones de gol para ambos hasta la mitad de la etapa, cuando el ritmo empezó a decaer y fue el Granate el que al marchar al descanso dejó la mejor imagen, pese a que a los 13 minutos perdió el equilibrio que le suele dar Fritzler, quien salió lesionado. A falta de un jugador de iguales características, Guillermo lo reemplazó por Valdez Chamorro, quien aportó algo más en el armado ofensivo, pasando Ortiz -que no tiene la capacidad de relevo del Polaco ni su velocidad- a la posición de volante central. El entrenador de Racing pensó correctamente el complemento, avisado de lo que todos sus colegas, menos el que trabaja en Lanús, conocen a la perfección: al equipo de Guillermo hay que contraatacarlo a fondo, sus centrales tienden a retroceder permanentemente, y sus laterales y volantes no enciman porque no sostienen físicamente los largos recorridos a los que son condenados por esa circunstancia. Por eso, desde el arranque del complemento y hasta el gol de Bou a los 24’, Racing cedió la iniciativa, invitando a la visita a un dominio claro que resultó poco efectivo en situaciones de gol: apenas una de Melano -de buen partido- a los 7’ y otra del Marciano Ortiz cerca del final. Cediendo terreno, el local logró meter el único contraataque a fondo, que como siempre ocurre, encontró a Lanús retrocediendo en desorden, a punto tal que el goleador de la Academia recibió sólo adentro del área de Monetti -de floja respuesta- y definió al primer palo esquivando el cierre desesperado de Barisone     

En el último libro de pases se produjo el retorno de Alejandro Silva y Matías Fritzler a Lanús, que además incorporó a Diego Barisone, al accidentado Sebastián Leto, al malogrado Melivilo y, más recientemente, al seriamente lesionado Bicho Aguirre. Sin embargo, teniendo tantos sectores del campo mal cubiertos, incorporó a un arquero como Monetti, por quien, según se dice, el club pagó cerca de un millón de verdes, y que ni antes ni después de su arribo demostró ser más que Matías Ibáñez, aquel que tan bien reemplazó a Marchesín tras su partida, y que ahora lo ve desde el banco de suplentes. Para colmo, el ex arquero de Gimnasia llama la atención por su baja estatura para el puesto, por lo que será muy difícil recuperar el dinero en él invertido.

A mi tío, siempre mal pensado, no le gustó nada esta situación. “El primer refuerzo fue Monetti. Como si el Mellizo hubiera solicitado ‘Monetti sí o sí, y en los demás puestos trae lo que puedas’”, afirma a quien lo quiera escuchar. Yo le digo que es feo pensar mal,  y él me responde que peor es no cuidar las formas. Por las cifras que se manejan en el presupuesto Granate, lo pagado no es un dineral. Pero para Gimnasia, el monto que recibió por el pase fue un verdadero salvataje. Como mínimo fue una adquisición inconveniente desde donde se la mire. Guillermo parece transitar su último tramo de contrato sin más aspiraciones que lograr la antigüedad de tres años en el cargo que le permita acceder a mercados más redituables y también más exigentes al respecto. Hace apenas poco más de una año, con el que entonces era uno de los mejores equipos del continente, obtuvo la máxima conquista de la institución hasta la fecha. De ahí en más, tanto en lo deportivo como en lo institucional, todo fue retroceso y lo de Monetti no deja a nadie bien parado. Tanto para la conducción como para Guillermo, todo se circunscribe a llegar lo mejor posible a diciembre, cuando finalizan ambos mandatos.

La fortuna que recibió la entidad en los dos últimos años se debe, en gran parte, al buen equipo que se armó, que ganó la Copa y que tan cerca estuvo de obtener varias conquistas más. Se lo impidió la falta de buenos reemplazantes, sobre todo de los dos centrales campeones, y la debacle defensiva que se desató con sus partidas, que en todo este tiempo el técnico no pudo corregir. Hace más de un año que, ya sea con Gómez, con Braghieri, con Barisone o con Monteseirín en cancha, Lanús marca mal, retrocede peor y se estira más de lo aconsejable. Son los refuerzos que Guillermo aprobó, y desde entonces su equipo dejó de ser compacto, dejó de ser regular y, por consiguiente, dejó de ser animador de las competencias. El técnico no lo pudo arreglar. Y si sigue sin poder hacerlo, el resto del año será muy largo y difícil, tanto para él como para Lanús. Sobre todo si, como parece, la cantera sigue sin dar sus frutos habituales. Por todo esto, mi tío, el viejo anarco que tenía al Nene Guidi, a Manolo Silva y a Quico De Mario como ídolos, y a Pepe Volante, Lorenzo D’angelo y Carlos González como amigos, y que por ellos volvió indignado de la Fiesta del Centenario, insiste con sus críticas y sus malos augurios.

Marcelo Calvente