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viernes, 20 de junio de 2014

Sangre de campeones


En un extraordinario partido de fútbol, Uruguay venció a Inglaterra por 2 a 1 con una actuación rutilante de Luis Suárez, atacante del Liverpool inglés, considerado uno de los mejores delanteros del mundo de la actualidad. Sus números hablan por él. En 442 partidos disputados en toda su carrera convirtió 262 goles, 41 de ellos vistiendo la camiseta de la Selección de Uruguay. Debutó en Nacional de Montevideo a los 18 años, y al cabo de la temporada 2005/2006 fue transferido al fútbol holandés, donde permaneció durante cuatro temporadas y media, la mayoría de ellas jugando para el poderoso Ajax. El gran reconocimiento internacional llegó con su actuación en el mundial de Sudáfrica, y desde entonces brilla en el fútbol inglés y en la Champions League.

Luis Suárez, de la silla de ruedas a la gloria
De escasa imagen atlética, medio retacón, su poder radica en la viveza para moverse en los últimos metros y en su olfato goleador, el misterio que guarda es la naturaleza de su potencia y su infalibilidad en el momento de la definición. Estaba más para el quirófano y un largo reposo que para competir, pero con el respaldo del cuerpo técnico y el aliento de todo un pueblo deseoso de repetir festejos, y por sobre todas las cosas, con el enorme amor propio que sólo tienen las grandes estrellas del deporte, Luis Suárez llegó a Brasil lejos de la mejor aptitud física, debuto en la segunda fecha ante la necesidad imperiosa de vencer a Inglaterra  y convirtió los dos goles de un triunfo uruguayo para la historia ante un muy buen equipo inglés, que habiendo jugado dos grandes cotejos -cayó también ajustadamente por 2 a 1 ante Italia en el debut- cosechó sendas derrotas que lo ponen a un paso de la eliminación, en uno de los grupos más parejos y competitivos que integra junto a los nombrados y al sorprendente Costa Rica, amplio vencedor de los Charrúas por 3 a 1 en la fecha inicial       

Las imágenes del final, con Luis Suárez visiblemente emocionado en andas de sus propios compañeros enmarcaron la máxima actuación individual de lo que va de competencia. Cuando parecía que todo estaba terminado, con la garra ancestral de todos y los goles de Suárez, revivió la imagen gloriosa que Uruguay logró con su participación en Sudáfrica, que se extendió con la conquista de la Copa América 2012 en Buenos Aires, el corazón futbolero de treinta mil uruguayos alentando en las tribunas del Arena de San Pablo, y tres millones esperando nuevamente ganar las calles de Montevideo para gritar su orgullo de seguir siendo un grande del fútbol, por y para siempre el primer campeón mundial, y el protagonista de la mayor hazaña que registra la historia de este deporte a nivel selecciones, la gran victoria ante Brasil en 1950, en el primer mundial organizado por los brasileños, triunfo que conocemos con el nombre de El Maracanzo, la tarde que Obdulio Varela dijo “Los de afuera son de palo” y se convirtió en mito, mientras su colega Moacyr Barbosa, el arquero de Brasil, iniciaba su calvario. “La pena máxima prevista por la Constitución del Brasil es de 25 años, y yo llevo casi cuarenta de condena por un crimen que no cometí” dijo el desgraciado Barbosa, que sufrió el repudio de su pueblo hasta su hora final.

El fútbol del Río de Plata dominó la incipiente escena internacional de las tres primeras décadas del siglo pasado, cuando el deporte de los marineros ingleses echó raíces en los puertos del Plata. Rápidamente, los lugareños lo hicieron propio, desplegando su aptitud natural para el juego con lo pies, y pronto llegaron los primeros enfrentamientos nacionales, con clara superioridad argentina hasta mediados de los años 20, cuando Uruguay pasó a liderar la escena mundial mediante su consagración como campeón en las olimpiadas del 24 y el 28, y la obtención del Mundial del 30, venciendo a lo guapo a los argentinos en la final por 4 a 2. Paulatinamente, en más iba a ser desplazado por sus dos grandes vecinos, Argentina y Brasil, que hoy lo aventajan holgadamente en el historial común

Obdulio Varela, "El Negro jefe",  capitán de Uruguay 1950
País pequeño de vacas y estancieros, con un pueblo apacible que pasea por las calles de Montevideo con el termo y el mate, gente sensible y con apego a las tradiciones y el carnaval, donde las injusticias y la violencia aún no arrasaron con la calma como en el resto del continente, su selección es la única que no defendió su título de campeón en el Mundial siguiente, que se disputó en Italia en 1934, al que declinó de asistir en respuesta a la escasa participación de los equipos europeos cuatro años antes. Tampoco asistió a Francia en 1938, plegándose al boicot de los países latinoamericanos –Brasil carnereó- que reclamaban para el continente la organización del evento, como estaba acordado desde el inicio de los mundiales, Volvió al ruedo en 1950 y nuevamente se consagró campeón, consolidando un liderazgo ecuménico que con el tiempo empezó a declinar y que cuando ya lo daban por muerto, volvió a la palestra con el cuarto puesto obtenido en Sudáfrica 2010.

“Uruguayos, sangre de campeones, uruguayos, garra y calidad” cantaba El Canario Luna en los ‘80, cuando la gloria deportiva era un recuerdo del pasado. El desarrollo del fútbol de sus vecinos más grandes Argentina y Brasil, el éxodo desmedido de sus figuras y el deterioro económico de su liga, entre otros factores organizativos deficitarios, lo fueron alejando de los grandes logros. Pero sorpresivamente fue semifinalista en Sudáfrica y encendió la llama. La derrota ante Costa Rica parecía condenarlo a la pronta eliminación, el fin de un sueño imposible de retorno definitivo a los primeros planos. Pero cuando las papas queman Uruguay siempre tiene algo más para entregar. El paisito de ritmo cansino y vida pueblerina, con muy baja natalidad y una enorme y permanente emigración de jóvenes que se desperdigan por el mundo entero, volvió a decir presente con su fútbol, su leyenda y, sobre todo, con su garra característica ante Inglaterra, que en el juego lució mejor, pero que no tuvo fortuna en el área rival, como sí Uruguay dispuso en la vigencia anímica y futbolística de Luis Suárez, sacando pecho al límite de sus fuerzas. Para seguir con vida deberá derrotar a Italia, nada menos, otro duro escollo en el camino a octavos de final en uno de los grupos más competitivos del torneo. La victoria ante Inglaterra, lograda en los minutos finales, apenas lo deja con vida: Si no vence a Italia se vuelve a casa. Pero cuidado, las imágenes del festejo del final seguramente inflarán la autoestima del plantel, y sobre todo, aumentarán los temores y el respeto de parte de su rival de turno, el que siempre merece la Celeste cuando tiene que afrontar instancias decisivas.   

Marcelo Calvente

marcelocalvente@gmail.com   

lunes, 16 de junio de 2014

El camino a la gloria


Y arrancó nomás el Mundial de Brasil. En los partidos disputados hasta la noche del domingo se exhibieron las claves principales de este torneo ecuménico, sin dudas el de mayor equilibrio entre los equipos participantes. Como nunca sucedió hasta hoy, los 32 clasificados se agrupan divididos en apenas dos escalones de categoría: El grupo de los que salen a ganar el campeonato -Brasil, Argentina, Alemania, Holanda, España y tal vez alguno más- y el de los que si consiguen un lugar entre los cuatro mejores se convierten en héroes nacionales, que también pueden ilusionarse con algo más. No hay, como hubo siempre, equipos condenados de antemano a tres derrotas, como Corea del Norte en 2010, Costa Rica en 2006 y tantos más, cuanto más atrás nos vayamos en el tiempo. Como muestra de la evolución del fútbol global del siglo XXI, los Ticos, ocho años después de aquella pobre participación, vuelven al Mundial y golean en la fecha inicial a Uruguay, un país dos veces campeón. Hay grupos de la muerte y grupos accesibles, y de la clasificación factible a la desgraciada eliminación, como la de la Argentina de Bielsa 2002, como siempre, hay apenas tres partidos. Pero como nunca, esos tres primeros cotejos de la serie de grupos serán muy difíciles para casi todos. Clasificarán a octavos muchos de los favoritos, algunos quedarán en el camino, y otros que, como el Indio, no lo soñaron, tendrán la chance de sorprender. Cualquiera del escalón inferior que clasifique se convertirá en rival difícil de eliminar en el mano a mano y posible finalista, como lo fue el equipo del maestro Tabárez en el último mundial.

El árbitro japonés Nishimura cumplió... con la FIFA
El formato de la competencia favorecerá a los equipos que tengan más resto, mejores entrenadores y futbolistas más inteligentes y más conocedores del juego. Se tratará de resolver de un partido al siguiente todo aquello que se haya hecho mal, y no debe haber herramienta mejor que apelar a los videos, ya que no hay tiempo para ejercitar. Todos saben que para ser campeón no hay que perder, y que para no perder, como mínimo, se impone terminar jugando con once. En lo que respecta al juego, se advierte la notable precisión de aquellos jugadores que disputan la Champion League, tanto en los cambios de frente como las en las cesiones de gol, y da la sensación de que el anunciado padecimiento del equipo argentino –defensores de menor nivel que los delanteros- lo sufren todos los grandes. En ese sentido, en el mejor de los partidos disputados hasta hoy, Italia e Inglaterra entregaron 90 minutos de fútbol de ataque incesante. Los dos finalistas de 2010 se enfrentaron en su debut por el Grupo B. Luego de un primer tiempo favorable a España, el trámite se resolvió de manera apabullante a favor de Holanda. El partido también fue muy bueno, y nada indica que de volver a encontrarse, las circunstancias se puedan repetir. Digamos que lo esperable, es más bien todo lo contrario.

Por otro lado, en el debut de Brasil quedó bien claro que los árbitros saben qué resultado conviene a la FIFA, tanto como que no quedan dudas que el Mundial perfecto es el que concluye con una final entre el local y otro de los favoritos, si es la Argentina mejor, siempre y cuando el país anfitrión resulte el ganador. Es lo menos que le puede desear la multinacional de fútbol a un país organizador tan poderoso y floreciente como Brasil, que tan buen negocio le ha permitido realizar en desmedro de necesidades más urgentes de un pueblo que protesta indignado, al que no han dudado en reprimir con dureza con tal de cumplir con lo acordado con la entidad madre del fútbol mundial. No debería estar lejano el día en que no existan naciones que se disputen el privilegio de ser país organizador, al menos si la FIFA mantiene sus actuales exigencias.

Lio Messi busca su consagración en el Mundial
De la forma en que se lo mire, el Mundial sigue siendo la fiesta de las banderas, de los himnos y el fervor patriótico, y no es un tema menor. Por un lado a todos nos gratifica identificarnos con el lugar del mundo donde hemos nacido, y qué mejor que a través del fútbol, el deporte más popular, sin duda alguna uno de los máximos inventos de la humanidad en lo que respecta a la recreación. Por el otro, no hay forma que no subsista un rencor inmortal, sobre todo en aquellos pueblos que han sufrido guerras, ocupaciones, invasiones, y muertes inútiles y evitables. Los franceses ante Alemania, japoneses e iraníes ante EEUU, los argelinos ante Francia y los argentinos ante Inglaterra, entre muchos otros, nunca son ajenos a los resabios violentos de la historia. No hay forma de evitarlo, por eso es mejor omitirlo, minimizarlo, darle un tinte folklórico si se quiere y no mucho más. Es hora de mirar fútbol y de apreciar los cambios que el paso de los años y el desarrollo de las comunicaciones van produciendo en este deporte cuya competencia a nivel selecciones arrancó entre ambas guerras allá por 1930, y de disfrutar que pese a todo, la máxima competencia mundial que durante la década del cuarenta fue borrada a cañonazos, sigue viva y en pleno desarrollo.

Hay que ser muy crédulo para pensar que es la casualidad lo que condena de antemano a Brasil y Argentina a medirse únicamente en el partido final, si es que los dos acceden a esa instancia. De no ser así, de no eliminar ambos a todos sus oponentes hasta llegar a  la final, el clásico sudamericano no se jugará. Por ahora, los dos arrancaron ganando con merecimientos, aunque de manera muy ajustada. En 1930 definieron Uruguay y la Argentina, por lejos los dos grandes de entonces. En 1950, en el primer mundial de posguerra, el legendario choque entre Brasil y Uruguay fue el último partido de una fase final de cuatro participantes, y esta vez los locales se quedaron con la sangre en el ojo. Nunca más volvió a darse otra final sudamericana. Para que el 13 de julio Brasil y Argentina protagonicen  en el renovado Maracaná ese broche de leyenda que tanto se palpita, deberán sortear la primera fase, octavos, cuartos y las semifinales a pura victoria, eliminando grandes y ambiciosos adversarios, durante los próximos 30 días de fútbol de una Copa del Mundo que anuncia ser inolvidable.


Marcelo Calvente


martes, 3 de junio de 2014

La primera infamia


No es común últimamente encontrar buenas editoriales en torno al futbol argentino. Al menos yo no lo consigo, exceptuando a la siempre ingeniosa columna de los sábados de Martín Caparrós en Olé. Me llegó una nota reciente de Gonzalo Bonadeo titulada “Colón y la auténtica estafa moral”, en la que con el descenso del Sabalero como eje narrativo y la escasa honorabilidad que desde siempre rodea a nuestro fútbol como marco, el periodista de Perfil aborda también el polémico descenso de 1949, dirimido  entre Huracán y Lanús, uno de los momentos más insólitos y significativos de la historia del fútbol argentino.

Una apreciación certera de Bonadeo inicia la nota: “ninguna alegría por salir campeón será más intensa en la Argentina que la angustia por descender” escribe, al abordar drama reciente de Colón de Santa Fe. Luego ejemplifica con un descenso anulado a Estudiantes en el 63, y a continuación cuenta parte de lo que pasó entre Huracán y Lanús en 1949: “Fue un torneo que tuvo como saldo histórico relevante un presunto arreglo para que, en la última fecha, Boca Juniors se salvara del descenso. La victoria 5 a 1 ante Lanús los liberó del problema pero, al haberle ganado Huracán a un Banfield que se preparaba para ser cuasi campeón dos años más tarde, se produjo un empate en el último puesto”. Bonadeo da por sentado el supuesto arreglo sin ofrecer prueba alguna, tal vez apoyado en la historia del club de Lomas de Zamora, poco profusa en lealtades y honorabilidad, y mucho menos la de Tomás A. Ducó, presidente de Huracán y mandamás en la AFA, a quien apunta sin medias tintas:La AFA ordenó el desempate a dos partidos en cancha neutral. Como ganó uno cada uno –no se consideró la diferencia de gol que hubiera salvado a Lanús que goleó en la revancha (¡¡¡¡¡jugada un 24 de diciembre!!!!!) después de perder 1 a 0 en la ida– se eligió el 8 de enero como fecha para el desempate. A dos minutos del final, y con el partido empatado en 3, el árbitro inglés Cross anuló un gol a Huracán a instancias de un juez de línea. Los jugadores del Globo se retiraron del campo en señal de protesta. Según el reglamento vigente, se les debería haber dado el partido por perdido” (…) “La AFA argumentó que había habido una confusión y que los jugadores se retiraron creyendo que el partido había terminado. Nadie aclaró que, aun retirándose de la cancha, los de Huracán tampoco salieron a jugar el suplementario de 30 minutos establecido para la ocasión”.


Lanús en 1949, el capitán, de pie, junto al kinesiólogo 
Retrocedemos al 27 de octubre de 1946: en el Parque Independencia de Rosario, Newell's y San Lorenzo  en tiempo de descuento igualaban 2 a 2, cuando el árbitro porteño Osvaldo Bossio anuló un gol del local sin que nadie entendiera por qué motivo. Mientras los jugadores locales aún protestaban el fallo, los de San Lorenzo, de manera reglamentaria, pusieron la pelota en movimiento y en tres pases llegaron al gol. Al ver que el juez lo convalidaba, el público ingresó el campo de juego, y mientras algunos agredían a los futbolistas de San Lorenzo, otros se fueron tras Bossio, que escapó por el túnel hacia los vestuarios -también invadidos por el público enardecido- por lo que, con lo puesto, el árbitro intentó correr hacía el parque. Pronto fue alcanzado por la turba, y luego de recibir una tremenda paliza, cuando un grupo de hinchas se disponía a colgarlo de un árbol con un cinturón, tres soldados le salvaron la vida. Para el siguiente torneo, los árbitros ingleses llegarán para quedarse.

El día 8 de enero de 1950, Huracán y Lanús jugaron el tercer partido de aquella increíble definición del 49 con el arbitraje de Mr. Bert Cross, quien como toda la primera camada de árbitros ingleses, intentó hacer cumplir el reglamento, algo que por entonces sorprendía a los dirigentes de los clubes más poderosos. Cross anuló un gol de Huracán a instancias de uno de los líneas, quien sostuvo su bandera en alto señalando pelota en movimiento en el inicio de la jugada, bastante antes, cerca del arco de Lanús. Tomás Adolfo Ducó bajó al campo de juego y retiró inmediatamente a su equipo con actitud amenazadora. Con empate parcial en 3, el árbitro inglés ordenó a Lanús reiniciar las acciones sin adversarios enfrente. En el despejado trayecto de la pelota rumbo al cuarto gol granate, el bueno de Mr. Cross debe haber reconsiderado la decisión y sus posibles consecuencias, y en un giro desesperado dio por terminado el partido antes de que la pelota finalice en la red. Había 60.000 personas en el estadio, pero en la cancha  nadie sabía que hacer. Los altoparlantes anunciaban un alargue que la multitud esperó en vano durante casi una hora más, y luego se desconcentró sin incidentes. Indudablemente, hablamos de otro mundo.

El cuarto partido se disputó 38 días después, el 16 de febrero de 1950, en cancha de River. Dibuje, Bonadeo: “A 15 minutos del final, con victoria parcial de  Huracán por 3 a 2,  y después de muchos fallos polémicos en contra de Lanús, el árbitro Muller –también inglés– cobró otro discutido penal para el Globo. Pateó Gioffre. Desviado. Muller pidió repetir la falta por adelantamiento del arquero. Los hombres de Lanús, enfurecidos, se pararon sobre la línea de gol para evitar la ejecución”. Tanto dibujó Gonzalo que narra una ejecución desviada del mentado penal que nunca sucedió, justamente porque los jugadores granates decidieron impedirlo, e insólitamente le adjudica el remate a Gioffre ¡el arquero de Lanús! No obstante, el error no empalidece los méritos de la nota.

Una y otra vez imagino la escena: Al ver a los árbitros y a sus propios dirigentes -una conducción precaria que ese año sucedió a la intervención de 1947- totalmente desbordados por la situación, ante otra multitud de 70.000 espectadores, los jugadores granates se interpusieron a la ejecución del penal. Pese a todo, y como era previsible, la AFA dictaminó el descenso de Lanús. Fue la primera de muchas injusticias más. El capitán de aquel equipo me lo contó hace algunos años con enorme tristeza. Es que pagó el costo de su participación en los sucesos; los árbitros lo persiguieron con sus fallos, algunos hinchas lo llamaron vendido, prefirió terminar su carrera en el Ohiggins de Chile. La nostalgia y el recuerdo de mis charlas con él me animan a seguir honrando su memoria. Defendió con valentía los colores de Lanús en el campo de juego, y luego con enorme humildad, hasta su hora final, acompañó al equipo desde los tablones. Se llamaba Salvador Calvente, y era hermano de mi papá.

Marcelo Calvente

marcelocalvente@gmail.com