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martes, 26 de abril de 2016

El tren de la ilusión



El fútbol, todos lo sabemos, es una caja de sorpresas. Y lo es a punto tal que Messi marcó su gol número 500, cifra hoy por hoy nada frecuente, y en esa misma noche el Barcelona perdió su tercer partido consecutivo por la Liga Española, cosa que tampoco suele ocurrir muy a menudo. Sabemos que con el pitazo inicial comienza una impredecible historia de 90 minutos donde todo puede suceder, una continuidad de circunstancias deportivas supervisadas por un reglamento inflexible en lo disciplinario aunque demasiado laxo en lo espiritual, cuya interpretación está cargo de un hombre vestido de árbitro que suele tender a los fallos compensatorios, siempre y cuando no se le de por el afano liso y llano. Un árbitro cuyas sanciones, sean correctas o equivocadas, suelen condicionar enormemente el curso normal de los partidos. Con esta lente, resulta interesante analizar la gran victoria Granate sobre Banfield por 2 a 0.  

Sabíamos de antemano el muy distinto presente futbolístico de cada equipo: el Grana marcha puntero absoluto, mientras el Taladro viene a los tumbos, golpeado por la dura derrota que hace apenas 15 días su clásico rival le propinó en Peña y Arenales. Sin embargo, y como suele ocurrir, al comenzar a rodar la pelota las cosas fueron muy parejas. Banfield salió a meter presión en campo rival, y logró dificultar el juego atildado de Lanús. La pelota se disputaba lejos de los arcos, en la zona de gestación, y cuando el local lograba hilvanar algo en ofensiva, la visita recuperaba y respondía con intenciones de armar la contra. En dos oportunidades, a los 15’ a y a los 17’, Marcone tuvo que cometer infracción para evitar dos réplicas peligrosas, y de manera tempranera dejó a su equipo con diez. Dicen los analistas de repeticiones de TV que en la segunda oportunidad no llegó a tocar a su rival. El árbitro marcó la falta que todos vimos, mostró la segunda amarilla y a llorar a la Iglesia. Con mucho por jugar, Jorge Almirón pierde a su jugador clave en lo que respecta al equilibrio. A barajar y dar de nuevo.

En inferioridad numérica, con Román Martínez ocupando el centro del campo y con Mouche volanteando por derecha, Lanús decidió esperar lo que pudiera construir el rival, y lo hizo en campo propio, con dos líneas de cuatro y el Pepe suelto arriba para tratar de capturar un balón y descargar para la llegada en velocidad de Acosta, Almirón y José Luís Gómez, virtual cuarto atacante del equipo de Almirón. Temerosos del poder de respuesta del local, a los jóvenes futbolistas visitantes le empezó a quemar la pelota. Advertido de la situación, Lanús le fue tomando la mano al partido, y a los 40’, el penal que le cometen a José Luis Gómez -¿fue adentro o afuera?- puso frente a frente a dos especialistas en la materia: el Pepe Sand para ejecutarlos, Hilario Navarro para atajarlos. Y como no pintaba ser una noche fácil para los Granates, Hilario se adelantó dos metros -a la vista del árbitro asistente ubicado sobre la línea de fondo para controlar que esa infracción no se cometa- y rechazó el remate poco eficiente del correntino. Reclamos, solamente los lunes por la mañana. Final del primer tiempo con empate en cero y a volver a barajar.

El paraguayo Ayala se tuvo fe y abrió el marcador
Si la presencia de Mouche es difícil de justificar cuando Lanús juega con once, con diez ya deja de tener sentido. Su lugar lo ocupó Ayala, que había entrado unos minutos ante Rafaela para mostrarle al entrenador que comprendía su idea. Entonces el esquema volvió a cambiar: Ayala se paró de “cinco” pegadito a la línea de cuatro para hacer la tarea de Marcone, y los tres volantes restantes -Acosta, Martínez y Almirón- dieron un paso adelante, y contaron con las proyecciones de José Luís Gómez y Maxi Velázquez. Así Lanús volvió a dominar y a sacar ventaja por las bandas, y Banfield apeló al retroceso absoluto como nunca en el partido. En eso estaba cuando Erviti fue expulsado por una mano que cuesta juzgar como intencional, pero que el propio jugador convalidó con sus ganas de dejar la cancha. En la reanudación de las acciones, toque de Maxi para un Ayala demasiado libre que no dudó y clavó un remate inatajable desde 30 metros. Iban 14 minutos, Erviti aún no había llegado a su vestuario, cuando el piso se le movió por el estallido de 30.000 gargantas. Todo estaba a pedir del Grana.

Pero en el fútbol no siempre ocurre lo que debería suceder. A la visita, ya sin empate que defender y con 30 minutos por jugar, no le quedaba otra que quemar las naves en busca del empate. Y como Lanús no pudo aumentar y tampoco defendió correctamente, en dos o tres oportunidades la valla de Monetti peligró, y aunque el arquero respondió con eficacia, una vez más su público tuvo que sufrir hasta el final. Cuando ya se celebraba, la alarma la encendió Junior Benítez, reemplazante del Pepe Sand, que a los 93’ cometió una falta de esas que no se debe cometer, el Taladro dispuso de una última pelota parada en tres cuartos, cerca de la raya de cal, y fueron a buscarla todos menos Hilario Navarro, que nada pudo hacer cuando después de dos cabezazos defensivos y de una inteligente salida de Velázquez para una corrida fulminante de Miguel Almirón, que cara a cara con el arquero definió de emboquillada y transformó la tensión del momento en delirio absoluto.

Los cinco puntos que sacó de ventaja sugieren que no hay manera de que Lanús, en lo que ya es la mejor campaña de su historia, no sea el finalista de la Zona B. De ser así, el título se definirá en 90 minutos, en terreno neutral y a todo o nada, una definición poco frecuente. Resta conocer el rival y el nombre del árbitro que tendrá a su cargo el partido, y ninguna de las dos es una cuestión menor. Pero es tanto el poderío exhibido por el equipo, es tan variado su juego y luce tan eficiente su entrenador, que después de las cinco frustraciones al hilo que siguieron a la conquista de la Sudamericana 2013, el pueblo Granate se subió al tren de la ilusión, en el que ya no hay lugar para viejos fantasmas, y de donde no piensa bajarse sin la cuarta estrella.

Marcelo Calvente

martes, 19 de abril de 2016

Uno de esos triunfos



Seamos sinceros; lo lógico era esperar una victoria abultada de Lanús sobre Atlético Rafaela, y que Estudiantes no gane en San Juan, en el difícil reducto donde el Granate dejó dos de los cinco puntos que perdió en este torneo. Estaba cantado, pero no fue así. El fútbol argentino cambia, los clubes se reciclan, algunos crecen, otros retroceden pero durante las últimas dos décadas una premisa se mantiene inalterable: cualquiera le gana a cualquiera. Siempre. Y así como el Pincha le ganó sin discusión a un tibio equipo sanjuanino, Atlético de Rafaela estuvo muy cerca de no perder en La Fortaleza, e incluso pudo haberse llevado los tres puntos. Y si un equipo que en diez partidos solo había ganado una vez y tan solo en dos oportunidades había logrado empatar, un equipo que había convertido nada más que ocho goles y recibido 23, estuvo a 23 minutos de ganarle y a cuatro -los cuatro que el árbitro otorgó de descuento- de empatarle a Lanús, significa que el Granate no fue el mismo. Que algo falló.

El Pepe volvió a marcar, y lleva 12 goles en 11 partidos
En primer término falló la capacidad de definición que lo había caracterizado. Las dificultades que exhibió en ese aspecto ante Rafaela tienen que ver en gran parte porque el as de espadas, el Laucha Acosta, no fue tan determinante en los últimos metros como suele ser. Y en parte porque Miguel Almirón, jugador fundamental para que Lanús sea desequilibrante en velocidad, siga debiendo la materia en cuestión, la que el Pepe Sand sabe de memoria: la definición. Sand, que también falló todo lo que dispuso en la etapa inicial, tuvo frialdad y la espalda necesaria como para asumir ese penal en el minuto 90, y no le tembló el pulso para clavar un fierrazo inatajable al ángulo superior derecho del arquero. En 11 partidos convirtió 12 goles. Más que un milagro, lo del Pepe es la reencarnación de Arsenio Erico…

Durante la etapa inicial, Lanús dispuso de no menos de cinco situaciones claras que fue desperdiciando una a otra, sumadas a algunas decisiones arbitrales que lo perjudicaron, entre ellas la anulación de un claro penal a favor que Herrera había sancionado correctamente, y que a expensas de uno de los líneas -que marcó un off-side que no existió- cambió por tiro indirecto para la visita. Hasta los 42 minutos, la única preocupación de Rafaela era mantener el cero en su valla, y para eso corría y se prodigaba tratando de presionar sobre la salida. Pero llegó ese rebote fortuito que Graciani capturó cara a cara con Monetti y marcó el inesperado gol. Al volver de los vestuarios, la consigna lógica de Rafaela fue aferrarse de cualquier modo a ese milagroso resultado. La mala campaña del equipo santafesino le había costado el puesto a un entrenador muy querido como Jorge Burruchaga, al que habían acudido en diciembre último para salvar a la Crema del descenso, y en 9 partidos había logrado apenas un triunfo y un empate. Su reemplazante, Juan Manuel Llop, venía de debutar con derrota dura en la Boca y posterior empate de local ante Unión. Sería injusto criticar su esquema, y las artimañas a las que recurrió para intentar la hazaña que finalmente se le escurrió de las manos.

Falló también el triángulo defensivo que Jorge Almirón debió improvisar, sin Braghieri y sin Marcone, cambiando de perfil a Gustavo Gómez, que pasó a la izquierda de la zaga, para que debute Colotto como primer marcador central, y Agustín Pelletieri como “cinco”, tratando de cumplir el relevante rol de Marcone. El Pulpo lo hizo bien en el aspecto defensivo, aunque no le alcanzó para aportar lo que el ex Arsenal entrega en el armado ofensivo una vez que saca al equipo del fondo. Lo de Colotto fue mediocre, sobre todo por sus problemas con la pelota, y tampoco Gómez fue el mismo que venía siendo en su posición natural. Durante el primer tiempo, el trío dificultó el principio de las maniobras ofensivas. Así y todo el Grana generó varias situaciones que no pudo definir. En el segundo, Rafaela ya no presionó. Cedió terreno y pelota y se dedicó a correr y morder mientras tuvo piernas. Lanús lo terminó ganado porque no se desesperó. Por más que Rafaela no pasara nunca al ataque, el equipo de Almirón siguió fiel a su nuevo estilo: pasar el balón hasta encontrar el espacio para perforar, ejercer el dominio sin desesperar hasta que aparezca la oportunidad. Lo que no podemos decir es que durante ese dominio del complemento Lanús haya dispuesto de muchas chances de gol. Más bien poco y nada.

El técnico volvió a acertar con sus dos modificaciones. Castelani por Pelletieri y Junior por Mouche, ambos cambios casi cantados, aportaron más precisión en la entrega. Igual, el equipo no encontraba la manera de llegar al gol. A los veinte del complemento, de tanto correr para recuperarla mientras Lanús tocaba para conservarla, la visita empezó a dar signos de cansancio. Es entendible: tan cerca de la hazaña impensada y con tanto trajín a cuestas, los jugadores de Rafaela empezaron a nublarse y el público local así lo interpretó y redobló el aliento. A 1os 22 minutos, un centro al área, la cabeza de Gustavo Gómez y el toque sobre la línea de Román Martínez, otra vez gran figura, puso el empate que todavía era un buen resultado para la Crema y una pésima cosecha para Lanús, que entonado redobló el ataque y logró algo más de  profundidad, mientras la visita echaba el lastre y se aferraba al transcurrir del minutero. Lo pudo haber logrado, pero no hubiera sido justo. En el último envío aéreo del tiempo reglamentario, pelota al segundo palo, mano tontamente levantada por Nelson Benítez, cabezazo de Castelani que todos vimos dar en el brazo del ex Lanús aunque después se comprobaría que dio en la nuca. Herrera pitó el penal y pelito pa’ la vieja. En 85 años de profesionalismo, es mucho más lo que nos quitaron que lo que nos regalaron. Sépanlo, periodistas “equipograndedependientes” que tanto lamentaron ese penal: la AFA sigue estando en deuda.

La cuestión es que Estudiantes no afloja y volvió a sumar de a tres, mejorando notablemente respecto de sus últimas actuaciones. Viene por la quinta victoria consecutiva, y pese a los difíciles compromisos que debe afrontar, es la única amenaza que el Granate puede llegar a sufrir de aquí hasta el cierre para acceder al partido final. Algunos interpretan la ajustada victoria como una luz de alarma. En cambio otros están seguros que, como pintaba la cosa, el obtenido el domingo es uno de esos triunfos que al levantar la copa para celebrar un título, se recuerdan con frases por el estilo: “Si no le hubiéramos ganado con ese penal mal cobrado a Rafaela…”

Marcelo Calvente



jueves, 14 de abril de 2016

Lanús, con el sello de su historia



La verdad es que a esta altura decir que lo de Lanús es sorprendente, es quedarse demasiado corto. Hay que remitirse apenas unos meses atrás, al último verano, a las malas noticias que acompañaron el cambio de autoridades, cuando los socios se desayunaron que tras el último mandato de Alejandro Marón, en el que Lanús se desprendió de sus principales figuras y embolsó una suma que supera los treinta millones de dólares, el club no tenía el dinero necesario como para encarar el 2016 sin sobresaltos. La primera decisión de la nueva conducción fue la no continuidad del cuerpo técnico encabezado por Guillermo Barros Schelotto: “El club no puede ofrecerle ni la mitad de lo que está ganado hoy” dijo con claridad el presidente entrante, Nicolás Russo. Y por supuesto omitió decir que el plantel respetaba al cuerpo técnico pero la mayoría ya no lo quería. Algunos por lo despiadado de Valdecantos para trabajar, otros por el planteo táctico de los entrenadores. Más rápido que volando, Nicola presentó a Jorge Almirón, y destacó sus virtudes, no sin dejar de señalar que además, resulta mucho más barato que su antecesor. Con nada para vender, con pocas incorporaciones para realizar, ni la celebrada vuelta del goleador amado, el Pepe Sand, alcanzaba para ser optimistas de cara al futuro. En el mundo Lanús, al comenzar la competencia, era el tiempo de celebrar la nostalgia por el tan postergado retorno, y no mucho más había demasiado entusiasmo por el posible equipo.

Cosa de Mandinga, a seis fechas del final del torneo, Lanús no sólo es el que más puntos logró; tampoco se discute que se trata del mejor equipo del fútbol argentino de hoy, que es lo mismo que decir uno de los mejores de América. Los periodistas de los medios nacionales lo afirman con resignación. Es que habían soñado un torneo peleado por los grandes, ahora que por fin volvieron a ser grandes, pero no, no pudo ser. Boca, River, Racing y San Lorenzo pierden con cualquiera mientras tratan de avanzar en la Copa. Independiente no juega ningún torneo internacional pero tampoco da pie con bola. El propio Central ya no parece ser el mismo, Godoy Cruz perdió de local el partido clave con San Lorenzo, que se acercó, y se perfila mejor para ganar la zona A, aunque también se prendió Arsenal, armado en principio para defender, de a poco empezó a sumar. Por el lado de Lanús, sólo la tenaz persecución de Estudiantes y Huracán, ambos avanzan aunque medio a los tumbos. En las dos fechas que se vienen, el Grana juega ambos de local, mientras el Pincha tiene dos visitas muy complicadas: ahora va San Juan, y en la siguiente enfrenta al Lobo en el bosque. Todo indica que puede extenderse la ventaja de tres puntos que Lanús le lleva, y del mismo modo puede alejarse aún más de Huracán -ya le sacó cinco- que también tiene dos visitas de las bravas: a Newell’s y a San Lorenzo.  

En los amistosos previos -y también en los tres primeros partidos oficiales, que Lanús ganó con lo justo y sin brillar-  el primer cambio que se advirtió fue la firme decisión de no tirar pelotazos. Aún en las circunstancias más apremiantes, los jugadores granates intentaban, con determinación y valor, buscar a un compañero, pero la empresa no era sencilla y el circuito no prosperaba tan fácilmente. Hasta ahí, lo mejor era el rendimiento de tres de los refuerzos: José Luis Gómez, Marcone, y el Pepe Sand, demostrando la vigencia de sus cualidades de hombre de área, le dieron el salto de calidad individual que el equipo necesitaba. Todo lo demás es decisión táctica, y es mérito del entrenador, que ordenó el cambio de planteo tan obvio como necesario, y de los futbolistas, que lo siguieron con esmero y convicción.

Lanús celebra otro gol del Pepe Sand en Banfield
Todo comenzó a principios del 2014, después del zapatazo maldito de Wilmar Cabrera. Fue el principio del fin de aquel gran equipo campeón de la Sudamericana 2013 de Guillermo, que se fue deshilachando con las partidas de Romero, Pizarro, el Pulpo González, Marchesín, Goltz e Izquierdoz. Guillermo no supo o no pudo suplantarlos: Lanus se fue quedando sin ideas, sin juego y sin equilibrio. Tan largo, que su única manera de llegar al área rival era el pelotazo frontal de los zagueros. Tan distante entre líneas, que su única manera de defender era retrocediendo sin presionar, a veces hasta pararse en la puerta del arco. Medio equipo para atacar, la otra mitad para defender, el famoso golpe por golpe que ya tanto habíamos padecido con Luis Zubeldía.

Jorge Almirón logró convencer a sus jugadores que podían volver a ser un equipo corto, y que para lograrlo era necesario asegurar el balón. Y por supuesto, cuando la tiene el rival, todos a presionar para recuperarla. Nada del otro mundo, y a la vez algo tan difícil de conseguir en este fútbol argentino tan competitivo. De la cuarta fecha en adelante Lanús comienza a superar a todos sus rivales a fuerza de confianza en la tenencia y vocación ofensiva, lanzando a los dos laterales al ataque e imponiendo superioridad en la zona de gestación, mientras Marcone retrocede y se mete entre los dos centrales como último hombre, tratando de plantarse lo más cerca posible de la línea media. Con los aportes destacados de Velázquez y José Luis Gómez, con el toque y la pausa del mejor Román Martínez, con el vértigo del paraguayo Almirón, el Laucha imparable y el Pepe en la definición, Lanús fue superando a todos sus rivales, incluso a Racing, que lo venció aprovechando dos yerros defensivos, y a San Martín de San Juan, con el que empató luego de quedarse con un hombre menos. De local, ganó todo lo que jugó. Con un record de ocho victorias, un empate y un solo revés en diez partidos disputados y con apenas seis por jugar más la final, líder de punta a punta, se trata de una campaña nunca vista para un equipo de los llamados chicos en la historia del profesionalismo.

El Grana se apresta a asumir sus dos próximos compromisos en su mejor momento, primero con Rafaela y luego otra vez con Banfield, ambos en La Fortaleza y a estadio lleno, mientras sus perseguidores deberán sumar de visitantes para no perderle pisada. En el fútbol, dicen, siempre hay sorpresas. Pero por lo visto hasta hoy, son pocos los equipos capaces de oponerle alguna resistencia y parece más que difícil que alguno de ellos pueda arrebatarle el primer puesto de su zona. Su hinchada, acostumbrada a ganar jugando bien al fútbol, no piensa todavía en festejos. Quiere seguir disfrutando de lo que está viendo. Lo quiere ver jugar hasta el final como, según le contaron, jugaban los Globetrotters y Los Albañiles, y como los tres campeones: el equipo de Cuper del 96, el de Ramón Cabrero 2007 y el de Guillermo 2013. Lo quiere ver jugar de galera y bastón como lo marca su historia, y con ese sello, lo quiere ver campeón una vez más.


Marcelo Calvente