No vale mucho la pena hablar de
la derrota de Lanús ante el peor Vélez de los últimos treinta años, con un gol
logrado en el minuto final al cabo de un partido imposible de ver y que Lanús,
con muy poco, mereció ganar. Es más de lo mismo. Es el juego de equipo lo que
está ausente. Sin ideas, apenas con el corazón de Lautaro Acosta, que entró y
contagió a algunos de sus compañeros, le alcanzaba para ser superior pero no
para evitar que un pelotazo de Somoza a la espalda de Gómez agarre a
Monteseirin e Ibáñez distraídos. A nadie le gusta perder, pero a decir verdad,
el resultado nada cambia. Futbolísticamente hablando, el equipo de Guillermo
hace más de un año que perdió la brújula y el espíritu combativo que supo tener
al principio, cuando las cosas dejaron de salir bien, se fue diluyendo de la
mano de las frustraciones que se sucedieron a cada intento, de Japón hasta hoy.
Y sin embargo, pese a los tumbos de su marcha, aún tiene por delante el último
de los objetivos de máxima, y el primer paso es el choque del próximo viernes
en San Juan ante Boca. Una vez más, con el océano más revuelto que nunca, desde
el carajo Gustavo grita: “estrella a la vista”.
El equipo Xeneize no pudo obtener
ante Racing el triunfo que lo hubiera consagrado campeón del fútbol argentino,
ni siquiera el punto que lo habría dejado a las puertas y que le hubiera
permitido enfrentar a Lanús más relajado, sin la presión adicional de no haber podido
asegurar algo que está tan a la mano. En los últimos tiempos, con Tévez atado
con alambre, Boca siguió ganando pero dejó de exhibir la solvencia que lo llevó
a la punta. Tiene potencia en ataque pero otorga muchas ventajas defensivas. Luego
de la derrota en Avellaneda, cuando el próximo viernes se mida con Lanús por un
lugar en la final de la Copa Argentina,
lo hará con la cabeza puesta en el choque con Tigre en la Bombonera por la
penúltima fecha del torneo largo, a celebrarse después de que los argentinos
hayamos elegido nuevo presidente. Boca va a tratar de ganar la Copa Argentina sabiendo
que lo que no puede perder es el torneo local, y que si no le gana a Tigre en
la última fecha lo espera Central, nada menos que su perseguidor, y en Arroyito.
¿Podrá Lanús sacar provecho de esa circunstancia?
La Volpe, Arrubarrena y un mismo fantasma: Lanús |
En el fútbol todo es posible. En
medio del lento retroceso que empezó en Japón, el equipo de Guillermo ha tenido
buenas actuaciones. La última, la noche en que venció a al encumbrado Independiente
en La Plata con
enorme autoridad y por dos goles de diferencia. Suele ocurrir las pocas veces
que el entrenador, por cautela, pone un volante en lugar de un delantero. Mucho
no sucede. Lo mostrado ante Vélez fue preocupante. Pelotazos de un área a la
otra, pases largos y a dividir, mediocampo inexistente, defensa temerosa de
marcar y en retroceso permanente. Hace casi dos años que viene jugando mal y el
deterioro se viene acentuando. No se puede jugar así. Es cierto que a Guillermo
le vendieron a los dos centrales de un saque. No había manera de evitarlo.
Simplemente había que suplirlos, y no fue poco el dinero que se invirtió en
Gustavo Gómez y Braghieri. El equipo no volvió a ser el mismo, las culpas son
compartidas. La cantera aporto algo, pero la llegada de Straqualursi de Oriente
y falto de fútbol, y el desmedido precio pagado por Monetti, no hablan nada
bien de la política de incorporaciones consensuada entre el club y el
entrenador.
Sin embargo, el partido más
importante de un año para el olvido se juega de aquí a diciembre, y en él, el
club Lanús definirá la continuidad de la unidad política que tanto nos supo
legar, en los tiempos no tan lejanos en que la palabra unidad tenía sustento en
la realidad cotidiana de la vida
institucional. Y la continuidad o no de del cuerpo técnico es una decisión que
debe tomarse cuidadosamente, evaluando todos los aspectos a favor y en contra,
y que en caso de considerarse ciclo cumplido obliga a renglón seguido iniciar
la búsqueda de otro entrenador, tarea muy delicada. El presidente Alejandro
Marón opina públicamente su deseo de renovarle el contrato a Barros Schelotto
cuando lo verdaderamente urgente es juntarse a analizar detenidamente lo
sucedido en los últimos tres años, de hacer autocrítica pensando sobre todo en
el futuro, para que nunca más vuelva
a ocurrir. Y una vez zanjadas las diferencias y
recompuesta la dirección, recién
entonces será posible elegir el futuro entrenador del club o prolongar un
vínculo que a todas luces está terminado.
Mientras tanto, fastidiosos por
las derrotas inesperadas y las actuaciones fallidas, los granates volvemos a
tener otra luz a la vista. Una vez más, el sueño de estampar la esquiva cuarta
estrella en el pecho ansioso e hinchado de orgullo se vuelve realizable. El
peso de nuestra camiseta se ha incrementado producto de jornadas inolvidables
ante los dos grandes, victorias como el Bombonerazo que ya entró la historia
del fútbol patrio o el 4 a
0 a River
en el Monumental, con Mario Gómez en el banco, triunfos que dejaron su huella
en los corazones rivales. A esta altura no pensamos en otra cosa que en ganarle
a Boca, sea como sea, porque en el fútbol todo es posible. También que el
batacazo tonifique el espíritu del equipo como para superar después al otro finalista, sea Racing
o Rosario Central, los dos mejores equipos del momento. Tener aspiraciones de
gloria no es cosa de todos los días, por eso siempre vale la pena poder soñar.
Ahora sólo importa la victoria, que en estas circunstancias, tendrá el tono de
otra hazaña para el recuerdo.
Marcelo Calvente
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