Después del debut del miércoles pasado,
con victoria ajustada en La
Fortaleza ante el débil Belgrano de Córdoba por uno a cero,
Lanús viajó a Rafaela para enfrentar al local por la segunda fecha del último torneo de
veinte competidores del fútbol argentino, y como casi siempre ocurre últimamente,
volvió a perder en la perla del oeste santafesino ante otro flojo rival, un
equipo indudablemente inferior en cuanto al poderío individual que lo venció
por dos goles a uno, manteniendo todos los interrogantes de un semestre que no
arrancó de la mejor manera para el equipo de Guillermo Barros Schelloto, uno de
los planteles más cotizados del continente, que en pocas semanas más empezará a
defender su título de campeón de la Copa Sudamericana.
Hubo un primer tiempo para el
olvido, en el que Lanús volvió a desnudar todas sus flaquezas defensivas, las
mismas que viene exhibiendo desde que comenzó la competencia del semestre y que
según parece, le va a costar más de lo esperado superar. Un primer tiempo en el
que la dupla central que reemplaza a los transferidos Goltz e Izquierdoz -cada
vez más añorados por sus parciales- volvió a cometer todos los errores conocidos: dudas a la hora de sincronizar los movimientos colectivos, dudas a
la hora de cubrir los espacios dejados por los laterales, dudas al tomar la
marca de manera individual, dudas con la pelota en los pies, dudas y mas dudas
de todo tipo. Un primer tiempo donde se eligió jugar de la forma que más le
conviene al rival, al ataque vertical,
en una cancha de dimensiones reducidas donde el que ataca encuentra facilidades
para sumar gente a la gestión ofensiva y el que defiende encuentra un aliado
fundamental en esa reducción de los espacios en campo propio, para responder y llegar a posición de gol con tres zancadas, lo que logró a los 30 minutos de juego en el primer ataque a fondo. Un primer tiempo de terror en el que Lanús
se retiró en desventaja, repitiendo la secuencia de siempre: dominio inicial
que se empieza a resquebrajar ante cada contra rival, retroceso y consabido alargamiento
que hace difícil la tarea ofensiva, imposible el equilibrio del medio, e incomprensible
el accionar defensivo individual, con errores que no son propios de jugadores
de su categoría, corriendo de atrás a los delanteros locales con el mismo
desorden que viene mostrando desde el arranque de la quíntuple competencia del
semestre, errores groseros que le costaron quedar al margen de tres de esos
cinco objetivos.
El desaliento de los jugadores granates en Rafaela |
Hubo un segundo tiempo para la
esperanza, en el que después de un pésimo arranque donde el rigor
defensivo naufragó
absolutamente y el local aumentó su ventaja a dos goles, Lanús se convirtió en
absoluto dominador, desbordando a Rafaela por izquierda y por derecha, por
arriba y por abajo, con fortuna y sin ella, visitando el área de Conde a
voluntad y generando un número incontable de situaciones de gol de las que sólo
una pudo concretar. Lo logró recién a los 16 minutos por intermedio de Romero, antes y
después de esa conquista desperdició todo lo que generó en la etapa, que fue mucho y de
manera muy variada. Un segundo tiempo en el que después de aumentar su ventaja
el local literalmente desapareció, tal vez intentando jugar con la desesperación
granate, tal vez algo relajado por la facilidad con que pudo vencer a Marchesín
cada vez que tuvo la chance, un segundo tiempo en el que el local apenas oponía
resistencia en el área de Conde, y entregaba el resto del campo para que Lanús maneje
el balón a su antojo, ejerciendo un dominio que por momentos pareció
implacable, pero que pese a las incontables situaciones de gol que dispuso
terminó siendo estéril, sellando una derrota por demás inmerecida.
Y hubo un tercer tiempo donde
cada uno dijo lo que pensaba de esta nueva derrota. Lo dijo el entrenador visitante,
mostrando su disgusto por lo hecho en la etapa inicial y su alivio por el juego
desplegado en el segundo tiempo, no sin preocupación por el indudable bajón de su
equipo, que supo brillar, y que ahora no luce de la mejor manera. Un tercer
tiempo donde cada simpatizante granate dejó su parecer, en el que el
inconformista puso el grito en el cielo por lo mal que se jugó, por lo mal que
se marcó, por lo mal que se definió cada situación propicia, donde todo lo
bueno que mostró Lanús fue culpa del técnico y de los futbolistas locales y su
absurdo planteo luego del segundo gol. Un tercer tiempo en el que a partir de ese
gol, el equilibrado pudo destacar la reacción, el carácter y la entrega de los
futbolistas granates para intentar torcer
el destino de un partido en el que, una vez más, el árbitro le negó la sanción
de dos claros penales, y en el que la fortuna, como viene pasando demasiado
seguido, no ayudó ni un poquito. Un tercer tiempo en el que el optimista pudo expresar
su satisfacción por el dominio abrumador de Lanús en la mayor parte del
complemento, borrando de la cancha a su rival de tan clara manera como pocas
veces se ha visto en una liga tan pareja, generando tantas situaciones de gol
que, como los amigos de Atahualpa, no se pueden contar; una levantada que
invita a pensar que lo peor ya paso y que lo mejor está por venir. El tercer
tiempo de un partido tan extraño e infrecuente en el que muchos no sabemos que
fue lo que pasó, ni cómo pasó, y mucho menos de que manera explicarlo.
Marcelo Calvente
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