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martes, 19 de agosto de 2014

Tres tiempos


Después del debut del miércoles pasado, con victoria ajustada en La Fortaleza ante el débil Belgrano de Córdoba por uno a cero, Lanús viajó a Rafaela para enfrentar al local   por la segunda fecha del último torneo de veinte competidores del fútbol argentino, y como casi siempre ocurre últimamente, volvió a perder en la perla del oeste santafesino ante otro flojo rival, un equipo indudablemente inferior en cuanto al poderío individual que lo venció por dos goles a uno, manteniendo todos los interrogantes de un semestre que no arrancó de la mejor manera para el equipo de Guillermo Barros Schelloto, uno de los planteles más cotizados del continente, que en pocas semanas más empezará a defender su título de campeón de la Copa Sudamericana.

Hubo un primer tiempo para el olvido, en el que Lanús volvió a desnudar todas sus flaquezas defensivas, las mismas que viene exhibiendo desde que comenzó la competencia del semestre y que según parece, le va a costar más de lo esperado superar. Un primer tiempo en el que la dupla central que reemplaza a los transferidos Goltz e Izquierdoz -cada vez más añorados por sus parciales- volvió a cometer todos los errores conocidos: dudas a la hora de sincronizar los movimientos colectivos, dudas a la hora de cubrir los espacios dejados por los laterales, dudas al tomar la marca de manera individual, dudas con la pelota en los pies, dudas y mas dudas de todo tipo. Un primer tiempo donde se eligió jugar de la forma que más le conviene al rival, al ataque  vertical, en una cancha de dimensiones reducidas donde el que ataca encuentra facilidades para sumar gente a la gestión ofensiva y el que defiende encuentra un aliado fundamental en esa reducción de los espacios en campo propio, para responder y llegar a posición de gol con tres zancadas, lo que logró a los 30 minutos de juego en el primer ataque a fondo. Un primer tiempo de terror en el que Lanús se retiró en desventaja, repitiendo la secuencia de siempre: dominio inicial que se empieza a resquebrajar ante cada contra rival, retroceso y consabido alargamiento que hace difícil la tarea ofensiva, imposible el equilibrio del medio, e incomprensible el accionar defensivo individual, con errores que no son propios de jugadores de su categoría, corriendo de atrás a los delanteros locales con el mismo desorden que viene mostrando desde el arranque de la quíntuple competencia del semestre, errores groseros que le costaron quedar al margen de tres de esos cinco objetivos.

El desaliento de los jugadores granates en Rafaela
Hubo un segundo tiempo para la esperanza, en el que después de un pésimo arranque donde el rigor
defensivo naufragó absolutamente y el local aumentó su ventaja a dos goles, Lanús se convirtió en absoluto dominador, desbordando a Rafaela por izquierda y por derecha, por arriba y por abajo, con fortuna y sin ella, visitando el área de Conde a voluntad y generando un número incontable de situaciones de gol de las que sólo una pudo concretar. Lo logró recién a los 16 minutos por intermedio de Romero, antes y después de esa conquista desperdició todo lo que generó en la etapa, que fue mucho y de manera muy variada. Un segundo tiempo en el que después de aumentar su ventaja el local literalmente desapareció, tal vez intentando jugar con la desesperación granate, tal vez algo relajado por la facilidad con que pudo vencer a Marchesín cada vez que tuvo la chance, un segundo tiempo en el que el local apenas oponía resistencia en el área de Conde, y entregaba el resto del campo para que Lanús maneje el balón a su antojo, ejerciendo un dominio que por momentos pareció implacable, pero que pese a las incontables situaciones de gol que dispuso terminó siendo estéril, sellando una derrota por demás  inmerecida.

Y hubo un tercer tiempo donde cada uno dijo lo que pensaba de esta nueva derrota. Lo dijo el entrenador visitante, mostrando su disgusto por lo hecho en la etapa inicial y su alivio por el juego desplegado en el segundo tiempo, no sin preocupación por el indudable bajón de su equipo, que supo brillar, y que ahora no luce de la mejor manera. Un tercer tiempo donde cada simpatizante granate dejó su parecer, en el que el inconformista puso el grito en el cielo por lo mal que se jugó, por lo mal que se marcó, por lo mal que se definió cada situación propicia, donde todo lo bueno que mostró Lanús fue culpa del técnico y de los futbolistas locales y su absurdo planteo luego del segundo gol. Un tercer tiempo en el que a partir de ese gol, el equilibrado pudo destacar la reacción, el carácter y la entrega de los futbolistas  granates para intentar torcer el destino de un partido en el que, una vez más, el árbitro le negó la sanción de dos claros penales, y en el que la fortuna, como viene pasando demasiado seguido, no ayudó ni un poquito. Un tercer tiempo en el que el optimista pudo expresar su satisfacción por el dominio abrumador de Lanús en la mayor parte del complemento, borrando de la cancha a su rival de tan clara manera como pocas veces se ha visto en una liga tan pareja, generando tantas situaciones de gol que, como los amigos de Atahualpa, no se pueden contar; una levantada que invita a pensar que lo peor ya paso y que lo mejor está por venir. El tercer tiempo de un partido tan extraño e infrecuente en el que muchos no sabemos que fue lo que pasó, ni cómo pasó, y mucho menos de que manera explicarlo.

Marcelo Calvente

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