Muchas páginas
deportivas previamente destinadas a la información y la opinion
sobre el deporte que tanto nos apasiona, se han dedicado a abordar de
diferentes maneras el tema de la violencia en el fútbol,
principalmente en los últimos veinte años. Incuso yo mismo varias
he compartido durante los siete de existencia de este sitio web
partidario y del equipo periodístico que integro. Con insistencia lo
vengo señalando desde cuando el fútbol aún no era para todos y en
la cúspide del problema estaba Julio Grondona, el padre de esta
criatura nacida auspiciosamente hace décadas, con todo para
triunfar, la Asociación del Fútbol Argentino, la que estuvo a la
vanguardia del planeta cuando ganó dos de los tres mundiales
disputados entre 1978 y 1986, el segundo de manera brillante y
heroica, con la presencia impactante del mejor de todos los tiempos,
Diego Maradona.
En 1968, la tragedia de la Puerta 12 dejó 71 muertos. |
Desde su inicio a finales
del siglo XIX hasta el fin de la última dictadura, durante más de
siete décadas los argentinos disfrutamos de la pasión por el fútbol
reventando estadios gigantescos sin ningún tipo de violencia por
banderías. Hasta entonces las muertes en las canchas argentinas
existían, pero eran infrecuentes y despertaban indignación y fuerte
condena pública. Las organizaciones no gubernamentales que luchan
contra este flagelo registran 22 muertos en las canchas hasta la
masacre de la Puerta 12 ocurrida el 23 de junio de 1968, cuando 71
hinchas de fútbol murieron aplastados contra la misma, una de esas
noticias que hoy daría de inmediato la vuelta al mundo. Aún la
lucha entre barras partidarias no había aparecido. La tragedia fue
el corolario de una manera de morir en la cancha a causa de la escasa
seguridad y la pobre infraestructura que se disponía entonces para
albergar multitudes, por eso la mayoría de esas muertes se
produjeron por exceso policial o por accidente masivo, como varios
derrumbes de tribunas con saldo fatal múltiple, como la avalancha del
2 de julio de 1944, también en el estadio de River Plate, cuando
fallecieron aplastados 7 espectadores al finalizar un encuentro con
San Lorenzo. La lucha entre barras llega a fines de los setenta y se
empieza a extender en los ochenta, y no creo que sea casual que eso
ocurriera luego de que treinta mil argentinos perdieran la vida a
manos del terrorismo de estado, cuando los pueblos de América Latina
eran despertados trágicamente del sueño de un mundo mejor,
inspirado por la Revolución Cubana, el Mayo Francés, Los Beatles y
la liberación sexual, sueños que se truncaron junto con la vida de
la vanguardia rebelde, una juventud que perdió a sus mejores
exponentes en un escenario donde la derrota y el genocidio eran
absolutamente previsibles y evitables. El error de desconocer el
fracaso de las revoluciones burocráticas y anti libertarias
existentes entonces, el error de creer que el camino de la lucha
armada llevaba a la victoria, siempre...
Recién después de la
dictadura aparecería esa violencia de sino indígena, que consistía
en formar parte de una tribu que se enfrentaba a otra tribu por el
solo hecho de querer a otros colores. Ese sentimiento masivo de
violencia retrógrada y bárbara que viene acompañando a nuestro
fútbol no nació con el juego mismo ni fue alimentado por él, sino
que es producto de la miseria y la marginación que se vive en el
tercer mundo, más precisamente en la Argentina, una nación que
siempre fue regada con sangre de hermanos, y que antes vio caer
masacrados a sus pobladores originales invadidos por tropas uniformadas que
atacaban con la pólvora y con la cruz en la mano, fuerzas armadas
mercenarias que operaron en nombre de la civilización e invocando a
la patria naciente, cuyos jefes genocidas hoy ilustran con su rostro
nuestra moneda y presiden plazas y edificios a lo largo de toda la
extensión territorial como si fueran prohombres. Algo venimos
haciendo muy mal para que así sea, nuestra historia siempre la
escribieron los que ganan y parece ser que nunca han sido los buenos,
si es que hubo buenos en este bicentenario derrotero político
sangriento y fraticida.
En 2007, Marcelo Cejas fue asesinado en un Chicago-Tigre. |
En las últimas semanas
se han producido muchas nuevas muertes en torno al fútbol, todas en
en el contexto señalado, pero esta vez, indignada de tener que
indignarse tan seguido, la opinión pública ya no se asombra de esas
muertes. La sociedad, hastiada por un estado de cosas que no parece
tener solución, ha bajado las banderas y se resigna a convivir con
la violencia como algo natural y hasta folclórico de nuestro
fútbol. Incluso hasta los periodistas más capacitados han dejado de
indignarse ante la sucesión sangrienta, es ridículo hacerlo si no es
exigiendo soluciones del primer nivel de gobierno, el que tampoco
parece preocupado por el asunto. Yo creo que entrar en ese estado de
aceptación y convivencia es la peor solución. Creo que hay que
hacer algo al respecto, y si bien no sabría decir que es lo que hay
que hacer, al menos creo que no se puede discutir de que lo que se
hizo hasta ahora no ha dado resultado. Tampoco sabría como
solucionar el problema de la institución policial, ni cual sería el
costo de un cambio verdaderamente profundo en su seno, ni cuanto
tiempo esto llevaría. Pero estoy seguro que con esta policía que
tenemos en plena convivencia con el delito en todo el país va a ser
imposible. Y me llama poderosamente la atención de que en este
tema, como en el de los cortes de luz, como en el de los transportes
inseguros, como en todas aquellas cuestiones que producen desgaste y
descontento social, las autoridades políticas no emitan anuncios ni
prometan soluciones. Y sobre todo en el fútbol, un circo muy popular
que el estado compró para promocionar al gobierno, un circo en
crisis terminal, desquiciado y violento que si no logra controlar, no
va a hacer más que dañar muy profundamente su imagen y su
credibilidad política.
Marcelo Calvente
marcelocalvente@gmail.com
Buena nota pero ustedes contribuyen y mucho tambien dandoles lugar, importancia y sobretodo protagonismo a los barras, es dificil el tema pero tu "no se olviden del doping de erviti" tampoco ayuda mucho que digamos, una cosa es el folklore, el cargarse con un compañero en la oficina y otra es una directa incitacion a la violencia.
ResponderEliminarSaludos de otro granate (por las dudas)
Lo nuestro de entonces no fue incitación a la violencia sino un llamado de atención al periodismo nacional que se estaba haciendo el boludo con la cuestión. Ellos, para sacarse de encima la acusación, lo hicieron pasar como tal, pero no puede un cartelito pegado en una cabina de transmisión ser considerado de esa forma, aunque reconozco que no era necesario pegarlo. Abrazo, Marcelo
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