Al compás del reloj

Con la victoria de anoche en La Fortaleza sobre Arsenal de Sarandí por 2 a 1, Lanús no sólo mantuvo su exclusividad como puntero, sino que además recobró el poder ofensivo, el juego veloz con toque de primera vertical, con ingeniosas triangulaciones y pases al vacío, ese espacio que propician esos mismos movimientos desconcertantes para defensas rígidas, armadas para oponerse al choque y al juego aéreo, la principales si no las únicas armas ofensivas que la mayoría de los elencos de nuestro medio disponen. Ese juego de primera en velocidad, penetrando de manera vertical en el área rival, es una característica exclusiva del equipo de Guilermo Barros Schelloto, y con ese juego vertiginoso estableció la clara diferencia en cancha entre las cualidades de uno y otro equipo, que fueron mucho más holgadas que lo que el marcador final indica. A los 21' del complemento, cuando estaba dos a cero arriba en el marcador, en lo pies de una de las grande figuras granates de lo que va de torneo, Silvio Romero, Lanús estuvo a doce pasos de cerrar definitivamente el partido y con tiempo para ampliar aún más el marcador. Sin embargo el cordobés no estuvo acertado en la ejecución del tiro penal, sumado a que ante sí tenía uno de los especialistas en la materia, Christian Campestrini, quien rechazó el fuerte remate y esa acción abrió la puerta para que se pueda producir un cambio radical en el curso de los acontecimientos.

Silvio Romero volvió a marcar, pero falló en el penal.

Volvamos al principio. Lanús arrancó siendo el mejor e impuso su dominio recién después de ganar la pelea por la pelota al cabo de diez minutos de juego dividido en la zona media, en un arranque a medida del fútbol argentino. Todos los partidos comienzan con esa pelea y salvo imponderables o situaciones fortuitas, quien no se imponga en la lucha en torno del círculo central difícilmente se quede finalmente con la victoria. Pero quien impone condiciones en esa zona del terreno y como consecuencia de eso comienza a empujar a su rival contra su arco, lo somete a sus ataques y le llena el área de centros, si todo eso no resulta fructífero en el marcador, también suele suceder que a partir de la segunda mitad del complemento, producto del desánimo de quien domina sin concretar y del ánimo de quien supone que ya pasó lo peor y siente que la mano de su antagonista no tiene la potencia necesaria como para ponerlo knoc-out, a veces ocurre que la victoria termine siendo para el que tuvo todo para perderlo. El fútbol es un deporte de conjunto que se resuelve por combinación de aptitudes individuales y acuerdos colectivos, pero todo está notablemente sometido también a los ánimos, la convicción y la concentración de los protagonistas frente a las alternativas que se suceden en los 90 minutos de juego, y el contragolpe es el arma letal con que se cobran esas falencias. Ayer, en Arias y Guidi, Lanús fue muy superior del primer minuto de juego hasta los 21 del complemento, momento del penal que atajó Campestrini, y que resultó fundamental par mantener con vida a Arsenal. Las tribunas granates ya gritaban ole desde varios minutos antes, los futbolistas visitantes se estaban cargando de tarjetas por juego brusco y su técnico ya se había ido expulsado en la etapa inicial por protestar airadamente jugadas intrascendentes, aportando más desconcierto aún al que sus dirigidos mostraban en el terreno de juego, con un equipo armado con muchos hombres de relevo.

Velázquez le dio claridad a la salida de Lanús por izquierda.

Tres minutos ante del penal de Romero, Alfaro, que no vino a perder como Gareca sino a tratar de ganar aun cuando estaba casi perdido, desde el túnel ya había jugado dos de sus cartas, ordenando un doble cambio y mandado al terreno al Marciano Ortíz por Aguirre y a Debenedetto, joven delantero de área de muy buenas condiciones, por Esmerado. Luego de la atajada de Campestrini, Alfaro jugó la última carta: El indescifrable morocho Carbonero por el tibio Mariano González y de ahí en más Lanús tuvo que defender como casi nunca en el torneo, y Marchesín tuvo que participar también como no lo había hecho hasta ahora. Y a los 37', cuando Arsenal había inquietado lo suficiente como para merecerlo, el descuento llegó por una increíble falla de Paolo Goltz, un error de cálculo en el salto, un yerro inentendible en un hombre con sus condiciones en el juego aéreo, le costó el invicto al arco de Marchesín, generó el miedo escénico de los granates presentes y fue detonante de un cierre apretado que nada tuvo que ver con las diferencias claras que Lanús sacó en el juego durante la mayor parte del partido.

Como en los cuatro partidos jugados hasta ayer, Lanús mostró su tic tac en la zona media, con combinaciones rápidas, cortas, pases verticales y diagonales, triangulaciones a un toque que sirven para pasar rápidamente la linea de volantes enemigos y encontrar espacios para quedar a cara a cara con el arquero rival. Tic tac. Un paso adelante los del fondo. Tic tac. El Pulpito, Velázquez y Ayala como clarificadores. Tic tac, Pizarro, la figura de la cancha, como abanderado, el Pochi su lugarteniente, Romero y Blanco, un gol cada uno, encontrando sintonía en velocidad en los últimos metros, aún sin la contundencia que tuvo ante Colón y Newell's, pero superando lo hecho en ofensiva ante Vélez y Racing, Lanús volvió a decir presente como puntero e invicto jugando al compás del reloj, con un estilo que cultiva en exclusiva y anunciando que es hora de conseguir lo que se viene negando caprichosamente en los últimos años: Una nueva estrella para lucir en el pecho de la casaca granate, en torno al escudo más hermoso que existe en el fútbol.

Marcelo Calvente

marcelocalvente@gmail.com