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domingo, 7 de abril de 2013

Boca - Lanús, en el codo de la historia


Uno de los más poderosos recuerdos infanto-adolescentes de mi vida como hincha de Lanús tiene que ver con aquel choque ante Boca en la Bombonera del 26 de marzo de 1972. Por entonces ya había aprendido que lo de Los Albañiles había sido un momento singular y relevante de la historia de la institución y que había concluido. Por eso veníamos de jugar por tercera vez en nuestra vida en la categoría “B”. Aún no sabía que lo peor estaba por llegar pero ya había comprendido que Lanús era un equipo chico y que las distancias respecto de los grandes eran enormes, siderales en el caso de Boca y River. Se jugaba la 6ª fecha del Metropolitano de ese año y el rendimiento de Lanús hasta allí había sido muy pobre: 4 derrotas y una victoria en Villa Crespo ante Atlanta. Por su parte, Boca llegaba invicto y con record de goles a favor. Aunque hoy parezca mentira, por entonces que transmitan a Lanús por radio era todo un acontecimiento, y que sea el Gordo Muñoz quien me entregaba ese relato, un verdadero orgullo. Recuerdo perfectamente las incidencias del partido. Lanús se puso en ventaja al inicio del primer tiempo con gol de Barú, y defendía la ventaja con el heroísmo del loco Santos. Al inicio de complemento, gol en contra de Marzolini y Lanús 2 0 arriba. El fútbol estaba conmocionado y el barrio mucho más, los vecinos salían a la calle para preguntar si era cierto. Pero a 15 del final, penal para Boca, expulsión de Santos, y de los doce pasos Nicolau no perdonaba. Diez dramáticos minutos más aguantó el Grana la ventaja con diez hombres colgados sin pudor del travesaño, hasta que Curioni se filtró y convirtió el empate, y dos minutos después Rogel -si, el mismo Rogel- le cabeceó en el área chica al flaco Traverso, reemplazante de Santos. Trifulca con expulsados y final, el sueño milagroso se había evaporado y la victoria, como casi siempre en ese escenario, fue para Boca.

Durante muchos años con ese recuerdo y pese a la renovada ilusión de cada nuevo enfrentamiento, fui a la Bombonera con la casi certeza de que volveríamos a perder. Así ocurrió en el 77, en ese paso fugaz por la primera división que será la antesala del derrumbe, perdimos 2 a 0. Recién pudimos volver en el Clausura del 91 y volvimos a caer, esta vez por 1 a 0. Retornamos en el 93, fuimos dos veces y las dos perdimos, en el 94 nos comimos 5, en el 96 perdimos 2 a 1, en el Clausura 97 logramos el primer empate en mucho tiempo, 1 a 1, y en el Apertura de ese año fue San Clotet y 47 años después de la primera victoria allí -en 1949, cuando ambos peleamos el descenso y Lanús sufría el mayor despojo de la historia del Fútbol Argentino- y 41 después de la segunda -1956 con dos goles de Dante Lugo- volvimos a ganar en la Bombonera con su recordado gol, derrota que Boca aún no lo sabía -fue en la 11ª fecha y sería la única que sufriría en el Torneo- pero pagaría con la pérdida del campeonato a manos de River. Entre el inicio del profesionalismo y esa noche, solo tres veces Lanús ganó en la Boca. Subsiguieron ocho visitas con un saldo de tres empates y cinco derrotas, dos de ellas abultadas, hasta el 10 de diciembre de 2006, día del histórico Bombonerazo.

El último enfrentamiento en la Boca terminó 2 a 2
Tuve la suerte de transmitir junto mi compañero Hernán Carnero ese partido, y solo los que estuvimos esa tarde allí sabemos lo que significó para los hinchas locales: La pérdida del tricampeonato, logro que aún no pudieron obtener, y de decenas de miles de remeras con la leyenda alusiva que vaya uno a saber donde habrán ido a parar. Los que estuvimos esa tarde vimos en la Bombonera una imagen de película. Miles de muertos vivos caminando en silencio, tratando de comprender lo incomprensible, tratando de asimilar lo inaceptable, esa tarde cambió para siempre la historia en común de estos dos equipos, y apenas un año después debieron observar como Lanús se consagraba Campeón en sus narices. Desde entonces volvimos en cinco oportunidades, dos derrotas, dos empates y una victoria como saldo, una muestra de que las cosas están cambiando en nuestro fútbol.


Hoy vuelven a enfrentarse dos equipos que desde entonces se miran de igual a igual, ambos son protagonistas de los torneos locales e internacionales, y llegan con tendencias absolutamente contrapuestas: El local sumido en el sainete riquelmeano, con Bianchi embalurdado, Angelici de rehén y millones de simpatizantes xeneizes que, como French y Berutti, quieren saber de que se trata. Lanús llega puntero e invicto y con ambiciones de campeón, objetivo para nada desmedido teniendo en cuenta el fútbol que viene desplegando y la escazés de competidores a su altura, y en esa condición visita a un Boca en estado crítico, que luego de la explosión de júbilo por la nosecuanto vuelta de Riquelme y el inesperado sí del Virrey amado, que empieza a comprender que el tiempo es implacable y que nada es eterno, y que ni las victorias, ni la gloria, ni la grandeza se sostienen solas, si no que son producto de la planificación, del orden y de la seriedad, virtudes que si tiene el equipo que va a enfrentar, aquel mismo humilde Lanús que durante décadas pudo someter sin mucho esfuerzo, solo con la camiseta y con la historia, monedas que van perdiendo su valor a manos de la modernidad y el desarrollo, factores determinantes de una nueva realidad que a muchos todavía les cuesta comprender.

Marcelo Calvente

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