Visitar a River sigue siendo algo
especial para los granates. Ir a jugar a Núñez es activar la memoria de los
tiempos de equipos grandes y equipos chicos, cuando sólo le hacíamos fuerza, y
no mucha, en condición de local, y de visitantes nos conformábamos con no
perder por goleada. Entonces el fútbol era un negocio de cabotaje, los
jugadores agarraban algunos mangos y una vez retirados tenían que ir a laburar,
y los clubes grandes le compraban casi de prepo los mejores jugadores a las
instituciones más pequeñas. Ese mal presagio de derrota segura que casi siempre
era justa y holgada y que invariablemente se cumplía. En el jardín, los enanos
sobresalen por su talla.
Silva reemplazó a Ayala y Lanús se desordenó con el cambio |
Por todo esto el panorama previo al
encuentro con River era favorable para Lanús. Hay mucho malestar en Núñez, el
equipo no funciona, a Ramón lo respaldan minuto a minuto: Sólo la victoria podía
devolverle la tranquilidad, y la demora en conseguir la ventaja suele encender esa
impaciencia que nunca suma. Los libros indicarían que a Lanús le convenía
esperarlo, pero el equipo de Guillermo venía en racha ganadora y el técnico
decidió poner lo mejor que a su entender tenía en cada puesto para ir por la
victoria desde el arranque, pese a que en pocos días va a recibir a Cerro
Porteño con la obligación de ganar para poder avanzar en la Copa. El local lo empezó
a atacar sin muchas luces y la visita le tomó la mano rápido. Cuando promediaba
el primer tiempo, mientras Lanús lo ahogaba aplicando una presión muy parecida
a la desplegada en Cali en su mejor presentación del semestre que por esas
cosas de fútbol terminó perdiendo, River decididamente se agrupó en campo
propio. Por momentos era el partido de siempre donde el más grande domina por
decantación y busca la apertura del marcador sin correr riesgos en defensa. El
grande y el chico, tan clásico como Tom y Jerry. Pero Lanús no pudo convertir
ese dominio en la red, y River transformó una pelota sin destino en jugadón de
Villalba y gol impensado e inmerecido de Cavenaghi.
El jueves, Guillermo tiene que tener en cuenta el desgaste |
Uno imagina que Guillermo salió a
buscar la ventaja para luego poder esperar y así ahorrar energías. De haberlo
logrado cuando dominaba, podría haberse parado unos metros más atrás para obligar
a la reacción del rival y responder con juego largo, exigiendo a los delanteros
pero manteniendo a los de recuperación más juntos y con menos metros a recorrer.
Pero no pudo convertir, y en cambio lo logró el local. Hasta ahí, un Ramón Díaz
conciente de que a los suyos le quemaba la pelota se conformaba con mantener su
arco en cero, actitud tan cauta como
valiente ya que su gente le exigía ir hacia delante. Cuando lo dos estaban
enteros físicamente, no había dudas de que el equipo conformado por jugadores
que cobran mucho y en término, que juegan copas y vienen de ganar una, en un
club sin imprevistos y escasos problemas como Lanús, imponía lógica
superioridad sobre un elenco local sin figuras ni funcionamiento, que no da pie
con bola, que juega a tono con su crítica situación económica, política e
institucional, al que su gente le exige que respete su historia, su grandeza y
su gloria, algo imposible de lograr sin orden y dinero. Así está River hoy, y
vaya uno a saber cuanto tiempo le llevará recuperarse. Pero el fútbol es imprevisible,
el que despejaba de punta y para arriba encontró el gol, y entonces hubo que
barajar y dar de nuevo. Ahora el tiempo pasó a jugar en contra de Lanús, y a
medida que transcurrían los minutos el desgaste por la seguidilla de partidos
cada tres días se hacía notar. El empate pudo llegar a poco del final de la
primera etapa, cuando Pasquini le ganó la posición a su marcador pero no pudo
darle dirección a su remate corto.
En el arranque del complemento
tuvo la situación más clara para igualar, pero esta vez la suerte dijo no y el travesaño de
Barovero devolvió un remate de Lautaro Acosta cara a cara y a quemarropa. A los
23’ , Guillermo
metió un atacante más y a sus defensores se les hizo muy cuesta arriba. El
desequilibrio no le dio la claridad necesaria, y sí mucha confusión defensiva.
Para colmo en enseguida llegó el segundo de River, quien luego contó con muchas
situaciones más para aumentar. A esa
altura, Lanús era todo desorden, y respondía con voluntad pero sin ideas. Su
momento había pasado y ya no tenía con qué. La racha ganadora se terminó y no
hay tiempo para lamentarse. En dos días juega el partido más importante y
definitorio de lo que va del año. Dos días para
recuperar físicamente a los que están para
jugar y reemplazar con acierto a los que no estén en condiciones atléticas como
para asumir un compromiso que vale gran parte del semestre
Marcelo Calvente
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