Lanús jugó el mejor partido del
semestre y obtuvo la victoria más aplastante. Era previsible, a medida se van
acomodando los melones en el carro, se observa que el Grana es más que el Bicho, de donde se lo
mire. Pero esto es el fútbol argentino, y bien podría pasar que no resultara así,
partidos son partidos y todos tienen su desarrollo y sus circunstancias. Era
claro de antemano que Lanús estaba en formación, que aún no había encontrado un
rendimiento acorde a lo posible, aunque su poderío le alcanzara para estar en
los puestos de arriba. No tanto por el cómo ni el porqué, lo mejor de la
victoria por 4 a
0 ante el equipo de Caruso, con una gran actuación general, es el cuándo fue que ocurrió.
El porqué es una evidencia tranquilizadora: Es por el poderío
ofensivo, por Marchesín, por la defensa, pese a algunas cuestiones por superar,
por la categoría del plantel y la solvencia institucional, sin problemas de
dinero ni vedettismos ni conventillos, en estos tiempos Lanús está por encima
de todos sus adversarios en ese sentido. El cómo
resulta interesante de analizar, ya que más allá de la intención de ganar
desde el primer minuto, de la concentración y la disposición táctica de todos,
y de la sana intención de meterse en campo rival, el Grana contó con el aporte de
tres figuras determinantes, tres jugadores en los que había invertido grandes
esfuerzos, que habían padecido el paso por su anterior equipo, el Boca de Riquelme Todopoderoso. La suerte de
Somoza, Silva y Acosta en la ribera no fue la mejor, las virtudes de cada uno
de estos jugadores fueron despreciadas vaya uno a saber porqué por el
entrenador, el Apóstol Bianchi, el que no pega una pero igual es adorado por
los fieles xeneizes casi tanto como a su Señor.
Lautaro volvió a convertir y se supera cada fecha |
La llegada a último momento de
Silva fue más que aceptable: En los dos primeros partidos convirtió
tres goles y mostró el nivel esperado, en los subsiguientes exhibió aptitudes
de jugador de equipo, de compañero generoso. Ayer volvió a convertir y también
fue armador de jugadas de peligro para que sus compañeros conviertan. El Laucha
Acosta también volvió a su segundo hogar con el pie derecho. Cuando el barullo de su juego
era mayor que su potencial, Lautaro Acosta metía y convertía. Ahora ha ganado
confianza en si mismo y logra mucho de lo que intenta. Además volvió a
convertir. Se empieza a notar buen entendimiento entre los de arriba, incluso
también con el crecimiento progresivo de Melano, otro de los que llegaron para
sumar y cuyo aporte va superándose partido tras partido, otro que también
volvió a convertir.
Pero la presencia
que más repercutió en esta levantada del equipo es la de Leandro Somoza, otro
de los refuerzos, que por problemas físicos no estuvo en la parte inicial del
torneo. Con su llegada Lanús dejó de ser vertical, con su panorama ayudó al
equipo a ser más ancho, y cuando se es ancho, cuestión cuasi geométrica, se es
corto. La verticalidad -así era Lanús antes de Somoza- produce ida y vuelta, y
el ida y vuelta separa las líneas y deviene en equipo largo. Somoza -que además también convirtió su 11º gol en tantos años de carrera- a fuerza
de cabeza levantada y criterio táctico empezó a jugar para los costados. Se
me suele gastar bromas por lo tanto que reitero esta idea. No pienso perder la
oportunidad de volver a señalarlo cuando dispongo de tantos argumentos al
respecto. Araujo y Maxi se incorporaron mejor a la ofensiva del equipo con la llegada de Somoza, gracias a su
criterio para entregar pelota segura, al lugar donde el rival no puede ejercer
presión, y por lo tanto retrocede. Ese retroceso obliga a hacer lo mismo a sus compañeros y le
permite a Lanús adelantar sus líneas y parar la defensa en la divisoria de
campos. Esa secuencia genera el equipo corto: Quien lo consigue corre menos, y por
eso mismo, por lo general suele vencer. Abortos siempre hay, pero cada tanto...
El cuándo nos permite pensar que es en el mejor momento. El equipo ya había
conocido la derrota en Rafaela, después pasó de fase eliminando a Racing de la Sudamericana , aunque
no pudo superarlo hace siete días por el Torneo local, en el que tampoco había
podido vencer a Estudiantes en casa ni a Vélez en Liniers. El último sábado en
Avellaneda, logrando un empate histórico por las circunstancias, exhibió por
primera vez en años el temple de equipo grande que supo tener en tiempos de
Cabrero, cuando ganó lo que tenía que ganar para ser campeón, cosa que no
volvió a suceder desde entonces.
Marcelo Calvente
marcelocalvente@gmail.com
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