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miércoles, 7 de agosto de 2013

Raro, como encendido


Desde hace algunos años, uno tiene la sensación, casi la certeza, de que el fútbol argentino se va al carajo, que tiende indefectiblemente a que un día, así nomás, por inviable, no se juegue más. No porque no sigan surgiendo en estas tierras los mejores futbolistas, no señor.  El mundo entero sabe que los mejores son de acá. Eso y la pasión popular que despierta lo mantienen vivo. Esa pasión popular hoy convertida en siniestras asociaciones ilícitas que vaya uno a saber porqué carajo ningún gobierno quiere desbaratar, algo que llevaría poco tiempo y esfuerzo si así lo decidieran. Una y otra cosa hace pensar que esto va mal, seguimos adelante esperando el próximo muerto,  aterrorizados con otra Puerta 12. Así y todo, la pelota empezó a rodar y el país rodó  detrás de ella. Pero eso sí, se juega sin público visitante, solo los locales que sean socios pueden acudir a los estadios argentinos. Estos cráneos han decidido apartar del fútbol a los ciudadanos en lugar de darles seguridad, comodidades y buenos espectáculos para disfrutar en familia. Nadie tiene una idea para parar esta locura, nadie habla del tema y a nadie parece inquietarle. Solo aquellos que vemos que esto se va al carajo y por eso insistimos tanto con el tema.

Brindisi y Vico, dos vidas diferentes, un solo fútbol
Durante ocho décadas los cinco grandes dominaban la escena. Hasta que en los ochenta San Lorenzo primero y Racing después jugaron en la “B”, y varios clubes chicos de tradición empezaron a desaparecer del mapa relevante. Otra realidad, la del orden y la seriedad, empezaba a ganar lugar entre la leyenda de la grandeza de copetín, puro chamuyo, despilfarro y desfalco. No obstante,  los cinco grandes se mantuvieron a los tumbos al tope por otras dos décadas más, hasta que River se pasó de la raya y se fue a la “B”. Todavía el país se pregunta: ¿Cómo pudo suceder algo así? Ahora le tocó a Independiente. ¡Mirá si sorprende el fútbol argentino! El club de mayor linaje internacional, varias veces campeón americano y mundial, el orgulloso y altanero Independiente de Avellaneda, con paladar negro y todo, el sábado por la tarde debutó en el decorado levantado en el predio donde siempre estuvo su mítico estadio de doble visera, pinchando el globo de los recuerdos gloriosos recibió a Brown de Adrogué por la primera fecha del Torneo Nacional “B” a estadio lleno, y el gran público dirigió su mirada a las pantallas que lo emitían. Porque es tan raro el fútbol argentino que cualquier cosa puede suceder…

Brown de Adrogué fue fundado en 1945 cuando el juego ya era pasión de multitudes. Su vida transcurrió por senda aparte con los grandes y tradicionales clubes ferrocarrileros del sur. Con el viejo Banfield, su padrino de bautismo, nunca se enfrentó por torneos oficiales. En cambio si se vio las caras con Lanús, el más poderoso de la zona. Fue en 1981, cuando la entidad granate transitaba el peor momento de su historia y luchaba para dejar atrás la pesadilla de la primera “C”. Jugaron dos encuentros y Lanús ganó ambos con claridad; el primero fue en Arias y Guidi por 4 a 0. Brown fue local en la segunda vuelta, y su mínimo y antiguo estadio fue desbordado por una multitud de hinchas granates que palpitaban el inminente retorno a la “B” y disfrutaban del fútbol de Héctor y Ramón Enrique, Lodico y Crespín. El Grana ganó 3 a 1. Cada uno siguió su ruta. Lanús, holgado campeón, hacia la grandeza, Brown de vuelta a la “D”. Durante los siguientes 15 años alternó entre las dos categorías menores, hasta que en 1996/97  lograba su primer ascenso a la “B” metropolitana. En buenas manos desde entonces, se mantuvo, y varias veces estuvo a punto de subir al Nacional “B”, logro que finalmente obtuvo el 22 de junio pasado. El día del debut, en si mismo la fecha cumbre de la historia del club, su camino se cruzó con el de Independiente, dos circunstancias absolutamente antagónicas pero igual de increíbles, los dos jugaban por vez primera en la principal categoría de ascenso, y el resultado final fue victoria para el humilde equipo visitante. Rarezas que mantienen vivo al fútbol argentino. La parcialidad local, después de insultar a Dios y a María Santísima, despidió con aplausos al equipo visitante. Cosa de locos.

Pablo Vico, el hombre que hizo historia en Brawn de Adrogué
La historia viene acompañada por la leyenda de Pablo Vico, el pintoresco entrenador de Brown que vive en el club y charla con los vecinos mientras fuma y toma mate día y noche. Típico jugador de primera “B” y “C”, Vico fue delantero de Brown y varios equipos más del ascenso en los años 80. Dos veces estuvo a punto de dar el salto de categoría a fuerza de goles, y sendas lesiones lo frustraron. A los 29 años tenía que laburar para vivir y formaba parte de la legión de profesionales fracasados que se las rebuscaban en ligas del interior cobrando unos mangos por partido. Cuando el rebusque acabó, se dedico a enseñar a los pibes en los clubes de barrio de la zona. Hombre de Mármol, hace 15 años vivía solo en una pensión de esa localidad cuando la dirigencia de Brown construyó la pensión para los pibes de las inferiores y le ofrecieron una humilde vivienda en el predio del club para que sea el cuidador, y de paso que también se ocupe del mantenimiento de las canchas de tenis. Flaco, alto y desgarbado, pinta de gringo típico de aquellos parajes de la zona sur, camina como si empujara una carretilla. De bigote frondoso y pelo rubión largo y desprolijo -cientos de personajes como él, solitarios y apasionados, son el sostén de los clubes de barrio- “Asterix” fue haciendo carrera de técnico en las divisiones inferiores hasta que la renuncia de Juan Carlos Kopriva le abrió las puertas de la primera división en calidad de interino. Corría el mes de julio del año 2009, y desde entonces sigue al frente del equipo, y obtuvo el mayor triunfo hace poco más de un mes: El primer ascenso de Brown al Nacional “B”, logro superado ayer, cuando el humilde Tricolor debutó en esa categoría derrotando en Avellaneda al Club Atlético Independiente por 2 a 1.

El relato fantástico y aleccionador que emerge del insólito cruce es el de la vida de Pablo Vico. Sería tonto pensar que el tipo solamente tuvo suerte, algunos conocimientos e ideas debe albergar detrás de su apariencia particular. Claro, el hombre no vende humo, pero al decir de los suyos en un estudioso del fútbol y un técnico muy perspicaz y astuto. El espíritu amateur que es la base y el sustento del fútbol argentino, el amor por los colores y la pertenencia -moneda que viene perdiendo vigencia- que sobrevive en millones de simpatizantes, sueña y se ilusiona con más victorias de Pablo Vico, una nueva e increíble página de las tantas que forjaron la leyenda del fútbol nuestro. Fútbol raro e impredecible, si los hay.   

Marcelo Calvente

      

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