Desde hace algunos años, uno
tiene la sensación, casi la certeza, de que el fútbol argentino se va al
carajo, que tiende indefectiblemente a que un día, así nomás, por inviable, no
se juegue más. No porque no sigan surgiendo en estas tierras los mejores futbolistas,
no señor. El mundo entero sabe que los
mejores son de acá. Eso y la pasión popular que despierta lo mantienen vivo. Esa
pasión popular hoy convertida en siniestras asociaciones ilícitas que vaya uno
a saber porqué carajo ningún gobierno quiere desbaratar, algo que llevaría poco
tiempo y esfuerzo si así lo decidieran. Una y otra cosa hace pensar que esto va
mal, seguimos adelante esperando el próximo muerto, aterrorizados con otra Puerta 12. Así y todo,
la pelota empezó a rodar y el país rodó
detrás de ella. Pero eso sí, se juega sin público visitante, solo los
locales que sean socios pueden acudir a los estadios argentinos. Estos cráneos
han decidido apartar del fútbol a los ciudadanos en lugar de darles seguridad,
comodidades y buenos espectáculos para disfrutar en familia. Nadie tiene una
idea para parar esta locura, nadie habla del tema y a nadie parece inquietarle.
Solo aquellos que vemos que esto se va al carajo y por eso insistimos tanto con
el tema.
Brindisi y Vico, dos vidas diferentes, un solo fútbol |
Durante ocho décadas los cinco
grandes dominaban la escena. Hasta que en los ochenta San Lorenzo primero y Racing
después jugaron en la “B”, y varios clubes chicos de tradición empezaron a desaparecer del mapa relevante. Otra realidad,
la del orden y la seriedad, empezaba a ganar lugar entre la leyenda de la
grandeza de copetín, puro chamuyo, despilfarro y desfalco. No obstante, los cinco grandes se mantuvieron a los tumbos al tope por
otras dos décadas más, hasta que River se pasó de la raya y se fue a la “B”. Todavía
el país se pregunta: ¿Cómo pudo suceder algo así? Ahora le tocó a
Independiente. ¡Mirá si sorprende el fútbol argentino! El club de mayor linaje
internacional, varias veces campeón americano y mundial, el orgulloso y
altanero Independiente de Avellaneda, con paladar negro y todo, el sábado por la
tarde debutó en el decorado levantado en el predio donde siempre estuvo su
mítico estadio de doble visera, pinchando el globo de los recuerdos gloriosos
recibió a Brown de Adrogué por la primera fecha del Torneo Nacional “B” a
estadio lleno, y el gran público dirigió su mirada a las
pantallas que lo emitían. Porque es tan raro el fútbol argentino que cualquier
cosa puede suceder…
Brown de Adrogué fue fundado en
1945 cuando el juego ya era pasión de multitudes. Su vida transcurrió por senda
aparte con los grandes y tradicionales clubes ferrocarrileros del sur. Con el
viejo Banfield, su padrino de bautismo, nunca se enfrentó por torneos
oficiales. En cambio si se vio las caras con Lanús, el más poderoso de la zona.
Fue en 1981, cuando la entidad granate transitaba el peor momento de su
historia y luchaba para dejar atrás la pesadilla de la primera “C”. Jugaron dos
encuentros y Lanús ganó ambos con claridad; el primero fue en Arias y Guidi por
4 a 0.
Brown fue local en la segunda vuelta, y su mínimo y antiguo estadio fue
desbordado por una multitud de hinchas granates que palpitaban el inminente retorno
a la “B” y disfrutaban del fútbol de Héctor y Ramón Enrique, Lodico y Crespín. El
Grana ganó 3 a
1. Cada uno siguió su ruta. Lanús, holgado campeón, hacia la grandeza, Brown de
vuelta a la “D”. Durante los siguientes 15 años alternó entre las dos
categorías menores, hasta que en 1996/97
lograba su primer ascenso a la “B” metropolitana. En buenas manos desde entonces, se mantuvo, y
varias veces estuvo a punto de subir al Nacional “B”, logro que finalmente
obtuvo el 22 de junio pasado. El día del debut, en si mismo la fecha cumbre de la
historia del club, su camino se cruzó con el de Independiente, dos circunstancias
absolutamente antagónicas pero igual de increíbles, los dos jugaban
por vez primera en la principal categoría de ascenso, y
el resultado final fue victoria para el humilde equipo visitante. Rarezas que
mantienen vivo al fútbol argentino. La parcialidad local, después de insultar a
Dios y a María Santísima, despidió con aplausos al equipo visitante. Cosa de
locos.
Pablo Vico, el hombre que hizo historia en Brawn de Adrogué |
La historia viene acompañada por
la leyenda de Pablo Vico, el pintoresco entrenador de Brown que vive en el club
y charla con los vecinos mientras fuma y toma mate día y noche. Típico jugador
de primera “B” y “C”, Vico fue delantero de Brown y varios equipos más del
ascenso en los años 80. Dos veces estuvo a punto de dar el salto de categoría a
fuerza de goles, y sendas lesiones lo frustraron. A los 29 años tenía
que laburar para vivir y formaba parte de la legión de profesionales fracasados
que se las rebuscaban en ligas del interior cobrando unos mangos por partido.
Cuando el rebusque acabó, se dedico a enseñar a los pibes en los clubes de
barrio de la zona. Hombre de Mármol, hace 15 años vivía solo en una pensión de esa
localidad cuando la dirigencia de Brown construyó la pensión para los pibes de
las inferiores y le ofrecieron una humilde vivienda en el predio del club para
que sea el cuidador, y de paso que también se ocupe del mantenimiento de las
canchas de tenis. Flaco, alto y desgarbado, pinta de gringo típico de aquellos
parajes de la zona sur, camina como si empujara una carretilla. De bigote
frondoso y pelo rubión largo y desprolijo -cientos de personajes como él,
solitarios y apasionados, son el sostén de los clubes de barrio- “Asterix” fue
haciendo carrera de técnico en las divisiones inferiores hasta que la renuncia
de Juan Carlos Kopriva le abrió las puertas de la primera división en calidad
de interino. Corría el mes de julio del año 2009, y desde entonces sigue al frente
del equipo, y obtuvo el mayor triunfo hace poco más de un mes: El primer ascenso
de Brown al Nacional “B”, logro superado ayer, cuando el humilde Tricolor
debutó en esa categoría derrotando en Avellaneda al Club Atlético Independiente
por 2 a 1.
El relato fantástico y
aleccionador que emerge del insólito cruce es el
de la vida de Pablo Vico. Sería tonto pensar que el tipo solamente tuvo suerte,
algunos conocimientos e ideas debe albergar detrás de su apariencia particular.
Claro, el hombre no vende humo, pero al decir de los suyos en un estudioso del
fútbol y un técnico muy perspicaz y astuto. El espíritu amateur que es la base
y el sustento del fútbol argentino, el amor por los colores y la pertenencia -moneda
que viene perdiendo vigencia- que sobrevive en millones de simpatizantes, sueña
y se ilusiona con más victorias de Pablo Vico, una nueva e increíble página de
las tantas que forjaron la leyenda del fútbol nuestro. Fútbol raro e
impredecible, si los hay.
Marcelo Calvente
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