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sábado, 18 de enero de 2014

A 20 años del triunfo que partió en dos la historia


A la luz de los hechos, a los jóvenes hinchas granates les cuesta entender el significado de la gesta del 28 de julio de 1990, cuando Lanús ascendió en cancha de Quilmes por penales. Los crecidos en tiempos de Miguel Angel Russo, Héctor Cuper, Mario Gómez y, más acá, Ramón Cabrero, suelen no advertir el relieve de un ascenso logrado con un muy modesto equipo, de manera inesperada, casi milagrosa, un ascenso efímero que terminó en descenso al cabo de la temporada 90/91. Para quienes llegaron durante los últimos veinte años, con los grandes momentos deportivos como la obtención de la Copa Conmebol, las participaciones internacionales y el Apertura 2007, el paso por Lanús por el fútbol de ascenso es una página increíble, que flota apergaminada en las conversaciones de los más veteranos, algo incompatible con el presente institucional que los pibes conocen. Para comprender el significado de aquella conquista, hay que haberla vivido.

El Grana, la tarde que logra el ascenso en cancha de Quilmes
En las dos primeras décadas del profesionalismo, Lanús era un cuadro chico por excelencia, siempre en la máxima categoría, con una identidad de fútbol ofensivo y bien jugado, pero como tantas otras instituciones humildes sobrevivía condenado a venderle sus figuras a los equipos grandes de aquellos tiempos. El descenso del 49, una de las máximas trastadas de la historia de la Asociación del Fútbol Argentino, perpetrada en su perjuicio, fue vivido por los granates como una injusticia. Aquella vez la vuelta a primera resultó un trámite, ya se empezaba a gestar el gran equipo de los Globetrotters que dejaría la impronta más contundente de una identidad futbolera que los sobreviría. Esa derrota fue tomada como una afrenta, y así como la leyenda del juego de los Globetrotters se irá magnificando más y más con el paso de los años, crecerán también las incógnitas, los cuestionamientos y las suspicacias sobre lo ocurrido con aquel equipo. No obstante, fue la cúspide deportiva de Lanús en la etapa vivida entre la fundación y el retorno del infierno, un largo ciclo sin lograr estar ni cerca de obtener un campeonato de primera. Después de la dolorosa derrota de los Globetrotters y el posterior descenso del 61, la escuela futbolística seguirá viva con los Albañiles pero la máxima conquista se irá haciendo más y más inalcanzable. Era el momento de acostumbrarse de a poco al sube y baja, y de golpe, encontrarse al borde del abismo, debiendo participar en la primera división "C". Hasta aquí, el rápido repaso de una parte de la historia institucional.

Otra historia tenía que empezar, y era hora de remangarse. Había que afrontar los más de doscientos juicios, los costos del mantenimiento, conformar un nuevo plantel en medio del desastre y empezar de nuevo. La realidad era que no se podía incorporar jugadores de nivel, había que confiar en los pibes. Y así se logró volver a la "B" con un gran equipo formado con una camada de jugadores del club, muchos con destino de primera división, como Héctor Enrique, Juan José Sánchez, el Pato Gómez, Sicher, Attadía, Crespín, Nigretti y varios más, de la mano del histórico José Luis Lodico. Empezaba la recuperación futbolística, la gente volvía a acompañar. Queda el recuerdo de los dos encuentros contra Chacarita, ambos con record de público del fin de semana en que se disputaron -incluyendo la primera división- y los goles del Negro Enrique: la estirpe granate estaba viva en esos pibes humildes, formados con una taza de leche como premio. Volver a la "B" había costado tres años, del 79 al 81, la vuelta a primera por entonces era una quimera, y llevaría otros ocho años y medio más poder conseguirla. Habían pasado muchas derrotas dolorosas, con rivales impensados para estos tiempos, equipos como Villa Dálmine, Estudiantes de Bs As, Almagro y la increíble final perdida contra San Telmo en el 75. Se había sufrido también otra injusticia con los penales contra Platense en el 77. Vendría otra más en la semifinal con Rácing en cancha de Atlanta en el 84, siempre la AFA castigando en forma bochornosa al Club Lanús. Y en la temporada 88/89, la gran frustración ante Chaco for Ever, cuando Lanús logra armar un gran equipo de la mano de Rogel, siempre capeando deudas, había apostado fuerte para volver a primera. No pudo ser. Después de puntear holgadamente durante todo el campeonato, el bajón en la parte final y la caída en el Chaco. Fueron muchos años alternando derrotas inesperadas con injusticias padecidas, las hinchadas rivales empezaban a burlarse. En medio de la reconstrucción, había que volver a amar un equipo, y entonces llegó Miguel Angel Russo.

Gilmar Villagrán convierte el penal que desata la fiesta
Miguel se encontró con muy pocos profesionales, él mismo se encargó de conseguir algunos humildes refuerzos. En Lanús encontró el material humano y la institución ideal para aplicar el conocimiento que había adquirido como jugador de Primera y de la Selección. Ambos, institución y DT, tenían ambiciosos objetivos. Con la batuta de Miguel trazaron un plan organizativo, pensado a largo plazo, que no tenía en mente el ascenso en la temporada inicial. Después de una primera rueda de pobre rendimiento, el modesto equipo de a poco se fue arrimando a la clasificación para el dodecagonal por un segundo ascenso. La victoria ante Belgrano, con el rústico Patón Mainardi como principal figura, despertó de nuevo la ilusión de otra final. El rival sería Quilmes, el candidato de todos, con un plantel repleto de jugadores de primera división. La ajustada victoria granate lograda de local en el partido de ida planteaba un escenario más que difícil para la definición en la vieja cancha del cervecero. Sin embargo después de tantas frustraciones, la hinchada granate volvió a creer y una multitud acompañó al equipo, como siempre había ocurrido a lo largo de la historia. Sin fútbol lujoso, sin jugadores destacados, con la inesperada y sorpresiva ausencia de Mainardi como peor presagio, Lanús fue a Quilmes sostenido por su gente. La victoria sirvió para ayudar a comprender cual era el camino. El posterior descenso, producto del poco tiempo de armado para afrontar la máxima categoría, fue  algo previsible que no debía confundirse con un fracaso. Era tiempo de redoblar la apuesta y seguir con Miguel Russo al frente, preparando un equipo para volver a primera. El título y el ascenso definitivo llegaría el ciclo siguiente, con la vuelta fabulosa de Héctor Enrique ya Campeón del Mundo, para recuperar aquel fútbol distintivo en un nuevo club que pacientemente se encaminaba a la grandeza, algo que lograría con el paso de estos veinte años de esfuerzo y no sin cometer errores.

Aquel triunfo increíble conseguido en Quilmes por penales, después de un partido para el olvido pero jugado a todo o nada, en el que Lanús cayó derrotado por uno acero, fue un gigantesco corte de manga al destino. A la AFA con sus injusticias, a las hinchadas rivales con sus burlas, a los mismos granates, que a esa altura, nos estábamos acostumbrando demasiado a las derrotas impensadas. Fue tal vez la primera vez en mucho tiempo que Lanús llegaba a una final de punto, y finalmente se llevaba la victoria. En la ciudad pasional y futbolera se desató la fiesta menos pensada. Y aunque aún nadie lo sabía, se festejaba el comienzo de otra historia deportiva en la que el club escribiría sus paginas más gloriosas.

Marcelo Calvente
marcelocalvente@gmail.com

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