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lunes, 7 de octubre de 2013

Fútbol para algunos


Finalmente, el superclásico se jugó sin público visitante. River fue superior, Boca convirtió el gol y lo aguantó a lo Platense, y todo continúa con normalidad. Hasta fin de año, anunciaron, se juega así, sin parciales de la visita  A decir verdad, pensábamos que la situación de violencia permanente merecía medidas más profundas y directas sobre los grupos delictivos, sin embargo la prohibición resultó ser un alivio para todos aquellos apasionados que arriesgaban su vida yendo con sus hijos a cancha ajena pese a todo lo que venía sucediendo. Maltrato policial, extorsión trapitera, el desprecio del club local que hacina a los visitantes en el peor rincón del estadio aún cuando no está cubierta ni la mitad de su capacidad, ánimos exacerbados por algún fallo, salidas sin policías, clima de emboscada.

Para la justicia provincial, el asesino del Zurdo no delinquió
Hagamos un poco de memoria. La crisis llegó a un punto de inflexión con la muerte del hincha granate Daniel Jerez. Las imágenes de la brutal represión policial a espectadores comunes que intentaban huir de su furia demencial, sumado a la seguidilla de luchas internas de las barras más importantes y mediáticas -que explotó semanas después con la batalla del bajo flores entre barras de Boca, con dos muertos, antes de un partido con San Lorenzo- bastaban para que cualquier persona conciente tome la decisión sensata de no ir más de visitante. Parecía una medida de emergencia, un manotazo de ahogado de quien no puede ponerse a pensar algo más definitivo y riguroso en respuesta a tanta violencia y de tan distinto sino. Pensábamos que mucho no iba a durar, pero las barras dieron una manito con sus amenazas públicas, por lo que nadie puede ni quiere tomar la decisión de levantar la prohibición, y a decir verdad, tampoco son muchas  ni muy poderosas las voces que lo exigen.

La medida represiva era de una necesidad imperiosa habida cuenta la incapacidad para terminar con la violencia en el fútbol de todos los gobiernos democráticos que sucedieron al último golpe de estado. Se sancionaron leyes que no se aplicaron, se debatieron políticas para combatir un comportamiento violento y creciente, que en tanto no se frenaba, fue cambiando de eje. Hace muchos años que las peleas de barras se transformaron en luchas internas. Es por el derecho exclusivo de extorsionar a los dirigentes de los clubes que los distintos grupos delictivos se enfrentan a balazo limpio. Ya no persiguen a barras rivales, nadie quiere arriesgar soldados peleando por los colores cuando la lucha es contra el grupete del para-avalanchas de al lado, y es por plata y a muerte.

El último viernes, en los momentos previos al inicio del partido entre Independiente y Unión por la 11ª fecha del torneo Nacional “B”, se anunciaba un muy esperado choque entre dos fracciones de hinchas del local. Una de Bebote, la otra de Loquillo, según ellos mismos se presentan. Optando por no suspender el partido, la policía provincial hizo inteligencia entre los grupos antagónicos, produjo varias detenciones y secuestró distintos tipos de armas antes de que el enfrentamiento se produzca. ¿Podrán seguir controlándolo a futuro? ¿Podrán las barras evitar la filtración informativa sobre los sucesos que piensan llevar a cabo? Por lo pronto, los detenidos van saliendo uno tras otro…

"Vieja, agarro las cosas para ir a la cancha...".
Independiente y Boca son dos casos testigos. Los cabecillas son públicos y sus seguidores muy fáciles de identificar, ya que privados del terreno neutral, están obligados a enfrentarse en el patio de la casa, es decir, en el estadio propio y cuando se juega de local. Ya sin público visitante, es nula la excusa de que piden las entradas y los micros pa´ los muchachos. Detenidos y una vez a disposición de la justicia, los famosos cabecillas de estas barras deberían explicar el verdadero motivo de tan difundidas peleas, decir lo que todos sabemos, el dinero del club de sus amores exigido mediante extorsión y apriete a los dirigentes. Tal vez como continuidad de la prohibición al público visitante se pueda ejercer un mayor control puertas adentro -la puerta de la tesorería más precisamente- de las instituciones en situación crítica. No debe ser muy difícil para los entendidos en el tema contable establecer en cada institución la ruta del dinero por el que luchan las barras, ni tampoco dilucidar cuando un dirigente cede por indefensión, miedo o extorsión y cuando lo hace como cómplice. Y de paso también investigar el manejo interno en entidades que firman contratos millonarios con algunos jugadores, mientras les deben cinco meses de sueldo a sus empleados.

Esta lucha contra la violencia en el fútbol, más precisamente por la disolución de las barras bravas, es tan de todos como el fútbol mismo. Porque lo que se afanan es la plata del Fútbol para Todos, que es ni más ni menos que la plata que pagan todos los argentinos, le guste o no el fútbol, un millonario reparto entre las entidades participantes de los distintos torneos, que a su vez distribuyen principalmente entre sus futbolistas, y poco y nada queda para el patrimonio institucional, salvo pocas y conocidas excepciones, como Vélez, 
Lanús y algunos más que intentan copiar la fórmula. A simple vista, la decisión de prohibir el acceso del público visitante en el fútbol argentino es una medida que parte de una incapacidad manifiesta para encontrar otra mejor, al menos una más democrática. No obstante, la misma sirve para despejar un terreno que promete sangrientas batallas que deben ser evitadas con trabajo previo y la lupa de la justicia bien calibrada sobre los sospechosos, hasta que esta modalidad delictiva sea definitivamente derrotada y que los hinchas verdaderos puedan volver a apasionarse en las tribunas sin correr riesgos inútiles.   

Marcelo Calvente


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