Lo que se juega en la Argentina no es fútbol, o
mejor dicho, al menos no simplemente fútbol. Porque si de excelencia técnica se
trata, el mejor fútbol se juega en otro continente. Por ejemplo en el derby
español, ahí sí que están los mejores: Messi, Neymar, Iniesta, entre otros cracks para el Barça; Cristiano
Ronaldo, Di María, Marcelo, los más destacados que puso en cancha el Real
Madrid. En el Derby español juegan también las tácticas y todo es bastante
previsible. El local iba a salir a tocar y tocar hasta encontrar el gol con los
dos de arriba, en tanto el Real iba a aplicarse más a la marca, a tratar de
presionar sobre la posesión del balón rival y los posibles receptores lo más
arriba posible, tratando de recuperar y abastecer al portugués, su carta más
fuerte en ofensiva. Ganó el Barcelona, a veces se da al revés. En este tipo de
partidos se puede observar en que punto está y hacia donde va el fútbol mundial.
Pero la cosa siempre es entre ellos dos, por fuera del clásico las emociones
suelen ser pocas en el fútbol español, donde cada quien sabe de antemano por lo
que juega. Así es el fútbol europeo en general, los grandes de cada país marcan
claras diferencias salvo rarísimas excepciones. En Italia hay que remontarse al
año 2001 para encontrar un campeón –la
Roma- que rompa la hegemonía de los tres grandes: Inter,
Milan y Juventus.
Neymar celebra su gol en Barcelona 2 - Real Madrid 1 |
Sin embargo, los mejores
futbolistas siempre crecieron y crecerán en la Argentina. El éxodo prematuro y permanente pone en aprietos a los clubes, sus altos presupuestos le exigen
vender a los mejores, para lo cual hay que saber y poder formarlos. Los mejores
son de paso efímero por nuestro fútbol, como Di María e Higuaín y Lionel Messi,
que ni siquiera llegó a jugar en la primera de Newell`s, su formador infantil. El
fútbol argentino está en crisis permanente y uno se pregunta: ¿Porqué no se
puede parar tanta violencia, porqué no se puede ordenar a los clubes, cómo
puede ser que los más populares, los que deberían ser los más prósperos, son
los que pasan mayores aprietos, si con orden, planificación formativa y
austeridad, clubes como Lanús y Vélez se encuentran un escalón arriba?
El fútbol argentino es un
verdadero despelote pero los campeonatos son muy parejos y atractivos, con
equipos que se arman a los apurones y sin un mango, y otros que tienen, gastan y proyectan, a la
hora de rodar el balón están todos al mismo nivel. Nadie tiene un partido
ganado antes de jugarlo, nadie sostiene con firmeza el paso de puntero porque suele
tropezar ante el rival menos pensado, los equipos tienen rachas cortas y pasan
de una goleada en contra a una gran victoria a favor entre una y otra fecha. En
síntesis -y esto mucho se ha dicho- en la Argentina cualquiera le gana a cualquiera y eso pasa
cada vez más seguido y se observa con mayor elocuencia por la aparición de la TV y su explosión de fanatismo
y masividad que cuantitativamente han cambiado el escenario para siempre. El
fútbol argentino vive y brilla en el dramatismo de la crisis general en la que
se desarrolla, en un país en el que cada tanto, como si tal cosa, un tren
detiene su marcha contra una estación. Un país atado con alambre que vaya uno a
saber cuándo se podrá reconstruir con solidez y equilibrio
Arsenal, Gimnasia y mucha gente más, a las trompadas |
Cada jornada es una caja de
sorpresas que entrega un sinnúmero de curiosidades. En la última, que aún está
en juego, la nota de color estuvo en Sarandí donde coronando un intenso
partido, todos los jugadores de Arsenal y Gimnasia de La Plata se trenzaron a
trompada limpia. Concretaban lo amagado en Lanús – River por la 9º fecha, que
se agravó la semana pasada, en la 12ª jornada, cuando el técnico de Quilmes,
Nelson Vivas, fue directo del campo a la platea a golpear a un aficionado, en
tanto al finalizar Godoy Cruz – Boca los futbolistas se agredieron, con un
saldo de cuatro jugadores informados -dos por bando- que, según se anunció, recibirán
una sanción moderada porque la AFA
interpreta que el causante del caos fue el árbitro por ella designado. En
cambio en el Viaducto la cosa fue más grave. Hubo muchos particulares en el
terreno en el momento de los hechos, e incluso se observa claramente a un
auxiliar de Arsenal pegarle dos trompadas en el rostro a Iván Borghello,
delantero visitante, antes de caer derribado por un cross de Monetti, quien a
su vez a continuación es rodeado por varios futbolistas y afines de Arsenal que
lo fajan de lo lindo. Insólitamente el árbitro expulsó a tres jugadores
visitantes y dos del local, pese a que fueron éstos los que iniciaron las
agresiones por el problema de siempre: El mal interpretado juego limpio y sus turbios
códigos no escritos.
El fútbol nació amateur y durante
décadas su espíritu fue la lealtad y la caballerosidad deportiva. En el Río de la Plata , desde los treinta en
adelante, el profesionalismo se fue imponiendo y con él la trampa, la corrupción
y las injusticias. Sin embargo desde hace unos años se viene reiterando una rara
secuencia: Los jugadores de un equipo exigen de sus rivales un gesto solidario
en situaciones que el reglamento atribuye a la decisión arbitral. Dicho de otro
modo: cuando un jugador cae, sus compañeros conminan al rival a arrojar el
balón afuera para su atención, algo que debería decidir el árbitro. Son los
mismos jugadores quienes a partir de este código no escrito suelen fingir lesiones
para ganar tiempo cuando el resultado los favorece. Por eso mismo todos
sospechan de todos y nadie se pone de acuerdo. Para poner fin a la súbita
violencia de adentro, los protagonistas de estos incidentes deberían ser
sancionados con dureza, porque es sabido, la ley con sangre entra. Pero es muy
difícil que así sea. Arsenal, debería ser sufrir castigo, claro, si el fútbol
argentino fuera serio. Si así fuera no lo manejaría Grondona, ni lo relataría por
TV Marcelo Araujo, ni Julio Ricardo haría los comentarios.
Marcelo Calvente
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