La derrota de Lanús ante Godoy Cruz por 1 a 0 fue el previsible broche
a las dos insólitas caídas que la precedieron, el saldo de haber perdido la
chaveta de manera asombrosa cuando todavía estaba en carrera por el Torneo Inicial.
Se me dio por pensar que si bien para el hincha de corazón es fácil perdonar un
desborde como los de Goltz y Marchesín, es lógico, el corazón es menos frío que
el bolsillo, que es desde donde los deben mirar sus compañeros, algunos de
ellos como mínimo sin agrado. Un plantel al que se le agregaron cinco figuras,
al que además se le fueron cuatro del mismo nivel, es sin dudas un plantel en
formación, por lo tanto más aún debe haber molestado al resto de los
componentes de este emprendimiento colectivo haber resignado chances por desbordes
individuales tan infantiles como carentes de lógica y profesionalismo.
Se me dio por pensar, además, cuan difícil debe ser para un
entrenador casi debutante como Guillermo darse cuenta de que ha cometido un
error grave, que su comportamiento se fue relajando, y a medida que los
resultados no llegaban, su carácter infantil fue apareciendo, tanto en el banco
como ante los micrófonos y su imagen perdiendo seriedad en simultáneo, lo que
pasó es un llamado de atención para su propia carrera, que marchaba sobre
rieles. Esto pensé mientras esperaba el final del partido sabiendo
que el resultado estaba sellado, viendo que aquel Lanús que mordía en todo el
campo de juego, que tenía actitud de equipo grande y se llevaba por delante a
sus rivales, sin jugar bien, pero por pura potencia, es el mismo que hoy se
entregaba a la derrota con la mirada perdida, concientes de que las cosas salen
cada vez peor y de que empiezan a defraudar expectativas propias y ajenas, también
las de sus esperanzados seguidores. Me pregunto si los jugadores siguen
confiando en esta manera de jugar, pienso que tal vez no acompañen sus
movimientos con el ímpetu y la entereza del que cree ciegamente en lo que está
haciendo. Me pregunto si Guillermo, quien a juzgar por los muchos intentos, siempre
supo que su problema es la banda izquierda, después de tanto probar decida que
no lo puede resolver y espere el final de su contrato dando vueltas sobre lo
mismo, o si siguen las derrotas, acorta su extensión y busca otro destino. Por momentos parece que se resiste a aceptar
que no puede resolverlo desde lo individual, que no comprende que tal vez sea
lo mejor cambiar el esquema de juego, resignando un hombre de ataque por un
volante doble función
Guillermo tiene que superar estas tres derrotas al hilo |
Las imágenes siempre fueron elocuentes, aún en las victorias,
nos cansamos de señalarlo en este espacio. Lanús no tiene equilibrio en
retroceso, sumado a que la falta de Lautaro Acosta le quita explosión en los
últimos metros y la de Silva presencia y claridad, la zona media es un campo
imposible de ocupar, donde el adversario siempre se las rebusca para sacar
ventajas, en tanto la defensa, que hace agua por afuera desde que comenzó a
jugar con este esquema, acentúa su desesperado retroceso hasta el área chica, y
se expone a rebotes y situaciones fortuitas que le permite convertirle goles a
rivales inferiores, que no deberían ni soñar con el arco de Marchesín, a quien
es justo reconocerlo, se le deben muchos de los puntos que su equipo sumó.
Tres derrotas al hilo, dos de ellas de local, después de más
de un año de invicto en su reducto, serían suficientes para considerar la
visita a Santa Fe y el siguiente choque ante San Lorenzo en La Fortaleza , como un plazo
lógico para decidir cambiar el rumbo. Pero Lanús aún está jugando la Copa Sudamericana , y no parece ser River un equipo de temer, sobre todo, si
Guillermo logra recuperar a los que están marginados por lesiones, y con todo
el plantel a su disposición, hacer foco en esa competencia con renovado
optimismo por parte de todos los actores. Lógicamente, todo es opinable, sobre todo cuando no se forma
parte del proceso desde adentro y se opina como simple observador, más allá de
resultados, merecimientos e imponderables. El largo del equipo, la inferioridad
numérica en el medio, la distancia entre líneas, la inseguridad en el fondo,
las ventajas por las bandas, son defectos de este equipo que no se pueden
negar. Cada quien sabrá cómo se debería corregir el rumbo, Guillermo, según se
observa, lo intentó cambiando fichas pero no distribución, no logrando establecer
sociedad prósperas, más allá de la que forman Silva, como pivote, y Acosta
quebrando la última línea en velocidad, la dupla que de entrada funcionó y dio
frutos en la red de enfrente.
Con la imagen desvalida dejada en la noche de lunes surgieron
algunas dudas que hasta hoy no se habían evidenciado, y tiene que ver con la
disposición física de los jugadores, por la doble competencia pero más por el
desequilibrio colectivo que obliga a muchos a no correr –siempre son tres y a
veces cuatro los que vuelvan al trote- mientras otros dejan los bofes en la
cancha. Se me dio por pensar que fue a esta altura de la competencia, a partir
de la 8ª fecha del pasado Torneo Final, Lanús dejó de ser aquel equipo
arrollador que ocupaba campo contrario y perforaba con toques y velocidad a las
defensas rivales, por entonces además único puntero del campeonato. Fue a esta
altura que aquel equipo se desmoronó y quedó prematuramente afuera de la lucha,
experimentando un cambio de imagen notorio y evidente. Esperamos que esta mala
racha no sea en realidad la misma secuencia, la de un equipo que arranca para
soñar, y se despierta sin aire y sin piernas, una pesadilla que lo arrebata del
sueño antes de que la competencia ingrese en su segunda mitad.
Marcelo Calvente
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