La imagen de la vuelta del clásico del sur, la del principio, fue una
pintura de la situación. La hinchada granate no venía muy conforme que digamos
con el vertiginoso arranque del semestre: El debut con dudas ante el Mineiro en
casa por la Recopa ,
la enorme victoria obtenida en la revancha que lo llevó a un alargue que insólitamente
perdió cuando todo estaba para ganarlo, el viaje a Japón, donde fue derrotado
por un equipo de tercera categoría, la eliminación con Colón por la Copa Argentina y no encontrar
regularidad durante las cinco primeras fechas del torneo de AFA, es motivo más
que suficiente como para preocuparse. Los propios futbolistas, con sus
actuaciones deslucidas, han venido demostrando su fastidio por este arranque.
Lanús venía de vencer a Racing en Avellaneda con una leve mejoría en el juego y
un enorme amor propio, y de visita venía Banfield, el clásico que ya se
empezaba a extrañar. Siempre es bueno tener un rival, y mejor es vencerlo. Su
descenso fue una noticia que los granates celebraron, pero es necesario que el
descendido vuelva; si no vuelve más, ¿a quien vas a cargar, a quien le vas a
gritar los goles en la cara? Por eso Lanús llenó La Fortaleza , para volver a
ganarle a Banfield por tercera vez consecutiva, y para festejar la vuelta de su
rival a primera. La imagen del principio fue una estremecedora muestra de
confianza de la gente granate, de la grandeza y la vigencia del Campeón de la Sudamericana , un
recibimiento a la altura de uno de los mejores equipos del continente, y un
volvernos a ver con el rival y comprobar como anda cada uno. A la imagen del
principio sólo le faltó el público de Banfield.
La imagen del partido fue la de
la lucha. Un encuentro de pocas situaciones de gol, pero jugado a muerte en cada pelota, donde los dos dieron señales de fiereza. Esa lucha fue zanjada con el gol granate. Al tener que defender esa ventaja, Lanús siguió jugando fuerte, pero Banfield entró en el descontrol y terminó con nueve, con el arquero haciendo un papelón. Hasta el gol de Romero, coronando una salida clara de Araujo para Braghieri, que intentó un remate al arco que devino en fortuito pase gol, con un toque certero de Acosta para el Chino. Iban2’
minutos del complemento. En la parte inicial el Grana no había inquietado, y
aunque Banfield dispuso de dos situaciones de gol, el local había logrado dominar
el medio campo y ganar las pelotas divididas. La superioridad la impondría
después del gol, soportando sin errores el confuso pero intenso despliegue ofensivo
de la visita, y respondiendo con profundidad, repitiendo la formula conocida.
Pelota que llega clara desde el medio, pase de Ortiz a un lado del área,
desequilibrio en corto de Acosta y toque de primera para la sincronizada
llegada de Romero para marcar con el arco vacío. El cordobés la recibió un
poquito atrás y se quedó sin recorrido para pegarle fuerte, le puso el pie, y
resultó un trampolín para que la pelota salte sobre el travesaño. Romero se
perdió liderar la tabla de goleadores, y un gol de esos que integran el ranking
del año. Como siempre ocurre cuando no se puede ampliar la ventaja como se
merece, llegó la hora de sufrir para los granates, “a ver si en el final, éstos…”
El propio Banfield se encargó de
impedirlo. Sus jugadores se entregaron antes de intentarlo, perdieron la
sensatez, se quedaron con nueve y se llevaron una derrota dolorosa en una
jornada de muy profusa cobertura periodística. Volver siempre cuesta. Los
futbolistas granates jugaron este partido de una manera especial. Necesitaban
ganar así, necesitaban volver a creer en si mismos. Hubo rendimientos
individuales muy destacados. El de siempre, Agustín Marchesín, sacando las que
van adentro; Araujo dando lección de su materia, la marcación de punta;
Velázquez aportando su pase claro y su presencia, Ortíz conectando el medio con
el ataque, entregando la pelota con notable precisión, y Acosta y Romero
anunciando que juntos son dinamita, sobre todo si se juntan cerca del área. Y
hubo mejorías también para celebrar, como las de los dos centrales, que esta
vez no desentonaron, como las de Somoza y el Pulpito, que recobraron intensidad
y se los vio más metidos en el partido, la imagen de buen equipo en general. De
equipo armado, que tiene pronto que revalidar su condición de campeón de
Sudamérica, y que mientras tanto se convierte en candidato con una victoria muy
celebrada por sus hinchas. En síntesis, aquella imagen tan conocida de
diciembre último.
El final fue una postal del
fútbol, de la victoria y de la derrota . Una verdadera multitud celebrando el triunfo ante el más rival de los
rivales, y el equipo festejando la recuperación de su espíritu de tal, con los
recambios adaptados y una ofensiva que ilusiona con volver a las fuentes, a
Cejas y Lugo, a Silva y Acosta, a Huguito Morales e Ibazaga, a Blanquito y el
Pelusa Valeri, duplas capaces de quebrar al rival con pelota al pié,
velocidad de maniobra y entendimiento
mutuo, la estirpe natural del fútbol granate de toda la vida, a la que tal vez
el entrenador pueda sumarle a Silva cuando el pelado recupere su verdadero
nivel. La imagen del final es la de una hinchada que recobró la confianza en su
equipo, y la de un equipo orgulloso del aliento de su gente y de jugar en un
club como Lanús, donde todo está en su lugar, donde no hay excusas. La imagen
del final es la que hay que consolidar en Quilmes con otra victoria, para
después intentar frenar la marcha de River y meterse en la pelea decisiva del
torneo de AFA, para seguir proyectándose en el ámbito internacional y tratar de
mantener la Copa Sudamericana
en sus vitrinas. Pero a decir verdad, al partido le faltó la vuelta a casa de
la gente de Banfield bajo la lluvia, sufriendo la derrota y percibiendo de la
manera más cruda lo mucho se han profundizado las diferencias.
Marcelo Calvente
Faltó el cartelito !
ResponderEliminar