Es cierto que en el fútbol
argentino cualquiera le puede ganar a cualquiera, siempre y cuando se cumplan
algunas premisas Para lograr una victoria siendo punto hay que tener algún
atributo táctico-técnico para aprovechar las ventajas circunstanciales que siempre
otorga el que ataca. Quilmes, al menos el equipo que enfrentó a Lanús, no tiene
con qué hacerlo. Es el producto de una decisión valiente y oportuna de la
entidad cervecera, que teniendo en cuenta que en este campeonato no hay
descensos se desprendió de futbolistas caros para probar suerte con profesionales
de menor cotización y el material de la cantera. Es una decisión que no se
puede tomar sin el consenso que se logra difundiendo con claridad el plan entre
los socios, que es lo más difícil de conseguir. En Lanús pasó por última vez gracias
al impresentable de Pipo Gorosito. Todo Lanús pedía su renuncia, pero sólo la
conducción, los socios más cercanos y mejor informados, y Ramón Cabrero, el
hombre elegido para suplirlo, conocían bien de cerca el potencial de la mejor
camada de la historia del fútbol amateur de Lanús. Debajo de Fioretto, Marini,
Carreño, De Bruno, Román Díaz y Ceballos estaban Archubi, Fabbiani, Aguirre y
Manicero. Detrás de ellos Valeri, Fritzler, Lagos, Leto y Biglieri. En la
séptima jugaban Blanquito, Lautaro y el Pulpito González, y en la octava Salvio
y Guido Pizarro. No es fácil ni frecuente tener tanto oro en la cantera. Este mismo plan que
hoy intenta copiar Quilmes y la mayoría de los clubes de primera, a Lanús le
significó el título de Campeón del Apertura 2007, varias participaciones internacionales,
y una verdadera fortuna que cambió para siempre la historia de la institución.
Quilmes no insinuó tener demasiado. En la misma están Godoy Cruz, Defensa,
Tigre, Banfield, Gimnasia, Olimpo, Belgrano, Rafaela y Arsenal. Con algo más de
plantel, Independiente, Estudiantes, Central, y Racing no terminan de diferenciarse.
Por primera vez en mucho tiempo, antes de iniciar la 9ª fecha del Torneo, es claro
que de no aparecer un émulo de Ramón Cabrero, solo una minoría de los 20
competidores se puede ilusionar con el título: River, Lanús, Newell’s, con
menos perspectiva Vélez, Boca y un San Lorenzo que se relajó demasiado.
Después de un arranque preocupante
e irregular, mejorando tanto en lo físico como en lo que respecta a la motivación y el compromiso, el plantel recobró el perfil de equipo ganador, y se
sacó de encima el fastidio por las derrotas del inicio de semestre. Marchesín
volvió a ser casi invencible; Araujo, Velázquez, Somoza y el Pulpito
recuperaron su nivel, y Ortiz sorprendió con un par de buenas actuaciones. Guillermo
está esperando la recuperación de Silva, Melano, Junior Benítez y Ayala, y de a
poco, muy de a poco, se van asentando los dos centrales. Con el Pelado Silva en
el banco, Lanús creció en ofensiva con el entendimiento de Lautaro Acosta y
Silvio Romero, perforando a las defensas rivales con pelota dominada y toque corto
en velocidad al corazón del área. Para que así ocurra es necesario que los
volantes dominen la pelota en campo contrario, para lo cual es indispensable
que los dos centrales se paren en las proximidades de la línea de medios. Por
momentos, cuando el rival no presiona, lo consiguen, y Lanús entrega lo mejor
de sí; pero cuando lo atacan, como Olimpo en el final, Racing en el arranque,
Banfield por momentos, y también Quilmes, a los ponchazos, en las dos primeras
mitades de cada tiempo, Gómez y Braghieri vuelven a retroceder mal, a perder
marcas, a ceder espacios de más, y a rechazar pelotas cortas y hacia el medio, todo
en las cercanías del área de Marchesín. Ese retroceso –temo cansar de tanto
decirlo- arrastra también a los laterales y volantes, y entonces los dos de
arriba están condenados a correr envíos largos y a dividir. Son las dos caras
de esta versión de Lanús, sin Goltz e Izquierdoz.
Sin mucha claridad, aprovechando
este defecto repetido de la visita, Quilmes creó algo de peligro en la etapa inicial,
pero se desmoronó con el inexistente penal sancionado por Pitana que Romero no
picó. Al reponer, el local perdió la pelota y se metió un gol en contra. También
lo intentó en la primera mitad de la parte final, pero chocó con Marchesín y el
travesaño, y pronto volvió el desaliento. En los últimos quince minutos Lanús
lo bailó y debió convertirle dos o tres goles más.
El domingo visita La Fortaleza el mejor
equipo del torneo. Su andar no se puede cuestionar, los números son elocuentes:
después de un pálido empate en el Bosque ante Gimnasia, River ganó todo lo que
jugó, varios por goleada, 19 goles a favor y sólo 3 en contra en 7 encuentros disputados.
Pero no hay que olvidar que hemos conocido otras versiones de cada uno de sus
jugadores. Lo que pone al equipo de Gallardo por encima de los demás es la
motivación. Corre más, presiona mejor, la fortuna sopla a favor y las cosas le
salen bien porque los jugadores están muy enchufados. River expuso claramente
sus atributos: el gran momento de Teo y Mora arriba, más Pisculichi, con
Vangioni y Sánchez ganando por afuera, y la firmeza de la zaga central. Nada
que no sea conocido. Nunca lo atacaron como lo puede llegar a hacer Lanús si le
gana la pelota en el la zona media, si no se estira, y sobre todo si no se
descalabra la dupla central y se cubren correctamente las espaldas de Araujo y
Velázquez. Con espacios, River lo puede complicar por las bandas. Resulta
increíble la tonta manera en que recibió Somoza su quinta amarilla. A Guillermo
le va a costar reemplazarlo, y no debe equivocarse en la elección. El choque
será entre dos equipos con diferentes virtudes, pero que juegan con la misma
convicción. Dos que saldrán a buscar la victoria porque se sienten un escalón
arriba del resto, y que saben perfectamente que enfrentan al rival a vencer.
Marcelo Calvente
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