Es raro el fútbol argentino,
Rafaela le hace 3 a
Boca en la Bombonera ,
Independiente aplaude el esfuerzo y convierte en ídolo a Mancuello, y en una
sola fecha, son expulsados cuatro jugadores por agresión a un rival –Prichoda,
Borja, Galmarini y Centurión- los dos primeros antes de los 30’ del primer tiempo, más
Diego Vera y Cillis, por exceso verbal
estando amonestados, seis profesionales que ganan mucho dinero, actuando con la
irresponsabilidad de un chico en el potrero, dejan a su equipo con diez y lo condenan
a la derrota, además de recibir una suspensión y resignar el puesto cada uno de
ellos. Marco esto porque me llama la atención que cosas así se tomen con
naturalidad por periodismo y público, aunque seguramente cada entrenador
pensará muy bien antes de volver a confiar en ellos. Todo muy extraño. Lanús
volvió a la victoria en Avellaneda sobre Racing por 3 a 1, después de un arranque
en desventaja desde el segundo minuto de juego. Sin brillar, metiéndose
demasiado atrás para defender, pero corriendo y poniendo como hace mucho no lo
hacía, Lanús sumó tres puntos muy importantes de cara al clásico del próximo
fin de semana y lo que resta de torneo. Y lo más raro de la tarde fue que por
primera vez en mucho tiempo, el árbitro de turno, Andrés Merlo, de flojo arbitraje,
no lo perjudicó.
El Pulpito González la clavó al final del primer tiempo |
Lanús salió a enfrentar a Racing
con tres cambios en la defensa, más las salidas de Silva y el paraguayo Ayala, y el comienzo fue de la peor manera. Ante la pasividad de Monteseirín, Ortiz y Somoza, entregando demasiados metros a sus marcas, Hauche buscó la espalda de Pinto, metió la diagonal de derecha a izquierda, y con toda la libertad de movimientos puso el pase en cortada para Centurión, a quien el Pipi Araujo descuidó. Lanús había perdido la oportunidad de jugar con la desesperación del rival. Y hasta los 30’ ,
en un partido de lucha y pierna fuerte, Racing fue superior. Pero en los quince
finales el Granate empezó a responder, y en un centro al área, Gastón Díaz
saltó con las manos extendidas, casi como un arquero. En la cancha supuse que
no había sido intencional, que no me canso de repetirlo, es lo único que el
juez debe tener en cuenta al juzgar, pero en la reiteración televisiva se
observa claramente la diferencia entre una pelota que rebota contra una mano -dos
veces había sucedido eso en el área de Lanús, y Merlos correctamente las ignoró-
y cobró como debía la de Díaz, donde ocurrió todo lo contrario: claro penal,
que Romero picó a sangre fría y marcó un empate que hasta ahí era negocio para la
visita. Pero Racing se desesperó, perdió la rigurosidad defensiva que había
tenido hasta el empate, y sobre el final de la etapa fue el equipo de Guillermo
quien atravesó la puerta del área de izquierda a derecha, donde el Pulpito,
llegando de atrás con tiempo y espacio, metió un derechazo inatajable a media
altura contra el palo derecho de Saja.
El segundo tiempo ganó más aún en
dramatismo, y el Cilindro fue un infierno. El técnico local, pésimo declarante
acerca de la importancia de perder un clásico antes de jugarlo, y el árbitro
Merlos, que en el primer tiempo perjudicó al local en una sola oportunidad -falta
del Pulpito sobre Centurión en el área que no sancionó penal, como hubiese
correspondido- se llevaron todas las puteadas. Lanús ahora sí trató de ajustar
el retroceso, y la respuesta defensiva fue mejor, pero hasta los treinta,
nuevamente fue Racing el que creó peligro, y bien lo pudo empatar en dos
cabezazos de Lollo casi calcados y un remate de Aued, que Marchesín sacó del
ángulo. El clima y el resultado sacaron a los futbolistas locales, y a cinco
del final, cuando ya Lanús contragolpeaba con más espacios, Centurión metió dos
trancazos, estando amonestado por sacarse la camiseta en el gol, y se fue a las
duchas. El final fue la larga corrida de Romero, mano a mano con Videla, a
quien eliminó con un cambio de paso hacia fuera, y ya sin fuerzas remató contra
el cuerpo de Saja, que estuvo un tanto lento para levantarse. El delantero
cordobés llegó antes al rebote, metió un buen amague que volvió a desparramar al
arquero, y con un toque a la red se transformó en la gran figura del partido.
El técnico local hizo un nuevo
papelón a la hora de hablar con la prensa. Fue raro; avisando que no respondería preguntas, Diego
Cocca salió con un emotivo pedido al supuesto poder oculto que tanto está
perjudicando a Racing que por favor no lo haga más, y se marchó. Una pena,
hubiese sido enriquecedor una enumeración minuciosa de los fallos arbitrales perjudiciales
que sufrió su equipo, uno imagina que eso es lo que le hubieran preguntado los periodistas. De todos modos,
la hinchada de Racing se va a olvidar más rápido del árbitro que de las
declaraciones de Cocca previas al clásico que perdió hace siete días. Sólo lo
salva ganar el título, y parece difícil que obtenga el crédito necesario como
para intentarlo.
Por ahora, con casi un tercio de
las jornadas disputadas, el pulso del torneo lo marca River (16 puntos), que
parece estar un escalón arriba de todos los demás, pero que tendrá que rendir
cuentas físicas en la triple competencia, obstáculos con los que puede
tropezar. Lo siguen Vélez (13), Newell’s e Independiente (ambos con 12) y
enseguida, junto a Central, se ubicó Lanús con 10 unidades. Es difícil saber si
la victoria es el resultado de una superación individual de sus jugadores, si
el entendimiento colectivo es lo que mejoró, o si fue la pobreza espiritual del
adversario lo que facilitó las cosas. Lo cierto es que cuando aparecen las
dudas en el juego y las diferencias internas, las victorias ayudan a zanjarlas.
El desafío mayor lo tiene en siete días, cuando reciba a Banfield. Y no sería
nada raro que de ganar el clásico en La Fortaleza puede encontrar el despegue definitivo,
y recuperar el único objetivo posible para un plantel de su calidad: la lucha
por el título.
Marcelo Calvente
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