A fines de siglo XIX, los territorios de Barracas al Sur eran enormes estancias dedicadas a la lana, al cuero, a la carne, zonas rurales que no nacieron con el ferrocarril. El tren llegó a esta parte del mundo en 1865 para facilitar las comunicaciones con las principales villas unidas por la línea férrea, en las que convivían criollos y descendientes de ingleses, vascos, gallegos, franceses e italianos. El ferrocarril las convirtió en ciudades. Lomas de Zamora fue el pueblo de la aristocracia ganadera, Banfield el de los funcionarios de la empresa ferroviaria y Remedios de Escalada, zona de talleres, el de los trabajadores especializados. Hasta que a Gaebeler se le ocurrió lotear Villa General Paz en 1888, Lanús era todo campo
Huguito Morales hizo dos goles en el 4 a 0 del 96. |
En 1910, en los alrededores de la
estación Temperley, la terminal del primer tendido ferroviario, jugaban al fútbol
un grupo de jóvenes descendientes de italianos que fundaron un club con el poco
original nombre de Centenario. Pasó a ser Temperley en 1921, cuando ya militaba
en las divisiones menores de la Asociación.
En el 35 se sumó a los torneos de ascenso del profesionalismo,
y allí permanecería hasta 1974 cuando logró el primero de sus dos ascensos a la
división mayor. En 1917, en el centro de Lomas, se fundó Los Andes. Eran hijos de
tamberos ricos, que nada tenían que ver con la aristocracia de la zona, que
lograrían jugar en intermedia recién en 1925, y llegará por primera vez a la
división superior en 1961. El club Los Andes nació como acérrimo rival de los
dos clubes ingleses que existían, pero Banfield pronto se iba a distanciar.
En 1906 se labró el acta de
fundación del club de los vecinos de los Talleres de Escalada, el pueblo de
mayor impronta ferroviaria de la zona sur, una mezcla de gringos y criollos, el Talleres United. Football Club, que ascendió a primera
división en 1925, y que sería uno de los 18 clubes fundadores del
profesionalismo, al igual que su vecino, el Club Atlético Lanús, el de los pitucos de Villa
General Paz, esos que nunca habían agarrado una herramienta. La existencia de
ambas instituciones, desde la fundación de Lanús en 1915 hasta 1934, estuvo
signada por una enconada rivalidad. Ese año, la nueva AFA iba a mostrar la
hilacha: para apartar a seis clubes chicos y de menor convocatoria, los dirigentes
de la Asociación
descienden por decreto a Tigre y a Quilmes, mientras que obligan a
fusionarse a Atlanta y Argentinos por un lado, y a Lanús y Talleres por el
otro, una medida absurda y muy resistida que no hizo más que acentuar el encono.
Aquella rivalidad va a palidecer con el tiempo. Talleres descendió en el 38 y
nunca más volvió a jugar en primera, en cambio el Granate permaneció en la
máxima categoría en 61 de las 83 temporadas disputadas desde la creación del
profesionalismo hasta la fecha. Cerca está El Porvenir, que no tiene rivalidad verdadera con
ninguno de los dos, porque nació en 1915 en la barriada del mismo nombre, en la
calle Galicia y Humberto 1º, que siempre perteneció a Avellaneda, y que por
esas cosas del destino se afincó definitivamente en 1971 en un terreno cercano en Gerli,
lindero a las vías del Ferrocarril, que a partir de la autonomía obtenida en
1946 pasó a pertenecr al distrito de Lanús. Alguna vez el Granate debió enfrentar
a estos dos equipos, que siempre le resultaron escollos duros, pero con el paso
de los años las diferencias deportivas que le sacó a ambos lo llevaron a
transitar otros caminos: Lanús, como un club de primera, Talleres y El Porvenir
buscando su destino en los torneos de ascenso, como Temperley y Los Andes.
La rivalidad entre Banfield y Lanús no es antigua, hay registro de sobra de una amistad que duró hasta finales de los años 70, cuando el Grana desbarrancó a la “C”, para retornar con gloria y establecerse definitivamente en primera a principios de los 90. Es producto de ese distanciamiento de ambos respecto del resto de los clubes de la zona, la rivalidad que se disparó en los ochenta, y que las nuevas generaciones hicieron propia. Una rivalidad absolutamente lógica: Uno nació aristocrático, bien inglés, en un barrio que no perdió esa prosapia pese al tiempo transcurrido. El otro de una juventud de clase media acomodada, profesionales, comerciantes, gente de la política y la manteca al techo, vascos cabezaduras que terminarán conformando un club identificado de manera absoluta y como ningún otro, con su inigualable y divino color granate a la proletaria ciudad que creció a su alrededor. La contradicción los hermana. Son clubes que viven el deporte del mundo del revés. Los ingleses de Banfield y su historia largamente centenaria, una vida pegándole de punta y para arriba. Los humildes trabajadores de los barrios de Lanús, Villa Obrera y Monte Chingolo, y el eterno culto al fútbol elegante, de galera y bastón.
Casi dos años y medio después del
último enfrentamiento, Lanús y Banfield vuelven a chocar en La Fortaleza , el mismo
escenario en el que con victoria granate por dos a uno, ambos adversarios se
despidieron para no volverse a ver hasta mañana a las 15:15. Faltará el
colorido de la tribuna visitante, y será una circunstancia que puede jugar a
favor de alguno de los dos. Lo único que importa es que por fin vuelve el
Clásico del Sur. Lo estábamos extrañando.
Escuchá a Huguito Morales recordando viejos clásicos ante Banfield.
Escuchá al uruguayo Gilmar Villagran que revive algunos goles ante Banfield y palpita el que se viene.
Escuchá a la Urraca Armando González que pide llenar la cancha mañana.
Escuchá a Huguito Morales recordando viejos clásicos ante Banfield.
Escuchá al uruguayo Gilmar Villagran que revive algunos goles ante Banfield y palpita el que se viene.
Escuchá a la Urraca Armando González que pide llenar la cancha mañana.
Marcelo Calvente
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