La historia de Boca se detuvo en
Riquelme. El mayor ídolo xeneize de la era moderna sigue jugando al fútbol, y
cuando la agarra, bastante bien. Tiene treinta y cinco años y quiere seguir. Su
nuevo entretenimiento es condicionar al prójimo. Con goles desde lejos -porque
juega lejos- obnubila a la monada más fervorosa, la mayor parte de los
cincuenta mil abnegados que van a la cancha pese a lo mal que juega Boca, y que
no tan preocupados por el futuro del equipo como por la renovación de Riquelme,
atemorizan y maniatan a una dirigencia que ya mostró su debilidad ante la voz
de la Bombonera ,
cuando le exigieron la salida de Falcioni, que lo sacó campeón invicto del
Apertura 2011 y que de los tres torneos jugados en el primer semestre de 2012,
disputó dos finales y ganó una, para que llegue Bianchi y con él, siga jugando
Riquelme, cuando no está padeciendo alguna recaída de su lesión misteriosa que
le impide entrenar. Después de la única actuación aceptable de Boca en lo que
va del año, victoria por 4 a
2 ante Arsenal con un gol de penal del astro, ovacionado por sus fieles,
Riquelme ganó el juego que le encanta jugar. El que perdió fue Boca.
Hay mil maneras de argumentar que
es así. Riquelme renovará su contrato por una suma impredecible cuando no está
en condiciones de jugar en la máxima categoría, y con él se repetirán los
folletines de cada año. Como un pacman se devoró a Palermo, a Falcioni, a
Erviti, a Silva, a Somoza y a todos los jugadores con personalidad que no le rindieron
pleitesía. El vestuario de Boca -que como todo Boca, él dirige- es un templo de
la obediencia. Él no entrena, el resto se cuida de no entrenar demasiado. Él no
corre, el resto corre para alcanzársela.
Él les da órdenes para las cámaras -y para que todas vean como los tiene
cagando- y los demás articulan bien clarito el “Si, Román”. Así, el Boca de
Riquelme y Bianchi, aunque puede ser cualquier otro entrenador que no se atreva
a discutir quién es el que manda en Boca, se hunde sin remedio por los
caprichos de un ex jugador que hace que juega, aunque en realidad sólo patea al
arco de media distancia o desde el punto del penal. Y eso lo sigue haciendo
bastante bien. Es maquiavélico, tanto que obnubila multitudes. Boca no pelea
campeonatos, no participa de ninguna Copa, y ni siquiera gana le gana a River de
local. A la mayoría de los boquenses de alma que van a la cancha poco le
importa, solo exigen que no toquen a Riquelme. Un ex compañero, el mundialista
José Basualdo, declara sin sonrojarse: “A Román hay que hacerle contrato
hasta cuando él quiera…”
Juan Román y la Bombonera, un combo letal para Boca |
Para el próximo ciclo anual que
se iniciará en agosto, después del Mundial de Brasil, Boca perderá 76 puntos en el acumulado, los que
paradójicamente había obtenido con Falcioni en el banco. Arrancará el Inicial
2014 en la mitad de la tabla tan temida -más lo que sume de los nueve puntos
que hay por jugarse hasta el final- a más de 20 unidades de Lanús y Newell’s, que
serán los holgados punteros de la que además es la tabla más certera. Para lograr un lugar entre
los cinco o seis representantes argentinos en las competencias internacionales,
de las que Lanús, Vélez y Newell`s son abonados, hay que tener un plantel
conformado por jugadores de primer nivel –que no son precisamente los
representados por el hijo del entrenador- y con un cuerpo técnico a la altura,
capaz de apostar a los jóvenes de la
cantera que pugnan por sumarse a un grupo de profesionales serios y acostumbrados a jugar por cosas importantes,
sin individualismos ni liderazgos desmedidos. Y para todo eso hace falta
dirigentes con capacidad para hacer lo mejor para la institución, cosa que en
diciembre de 2012 Angelici no hizo, al no cumplir su palabra de renovarle a
Falcioni, obediente a los insultos de la exigente Bombonera. Así les fue.
La componenda entre Bianchi y su
hijo, causante de la llegada a Boca de varios jugadores impresentables, es una falta a la ética inaceptable, y motivo más que suficiente para la rescisión del contrato que lo
une al club por un año más. Los dirigentes de Boca saben que con Riquelme en el
plantel esa medida no la pueden tomar, tanto como saben que si le renuevan el
vínculo a Román -su contrato vence en semanas- a tono con el veredicto popular de
la Bombonera , seguirán jugando al perverso juego mediático del futbolista, y el club seguirá a la deriva. También saben que cuando pase lo que va a pasar,
ya no estarán ni Bianchi ni Riquelme para cargar con la culpa que la monada, veleta
como siempre, depositará irremediablemente en sus espaldas al grito de yo no
fui. Así y todo, parece que ésta vez tampoco van a animarse a ponerle fin a
esta locura. Curiosa forma de democracia la de las tribunas. 50.000 fanáticos
deciden, varios millones de hinchas se agarran la cabeza y el resto del país se
caga de risa, y todo por culpa de los dirigentes de Boca que no se animan a contradecir
la voluntad obstinada de la monada boquense.
Marcelo Calvente