No hay caso: Para la mayoría de
los Granates, contra Godoy Cruz perdimos por el penal tonto que supuestamente
hizo Maxi Velázquez. No importa que todo jugador sea plausible de cometer
errores. Ni importa que reglamentariamente no haya manera de interpretar que
esa mano sea intencional y mucho menos importa leer el reglamento que
claramente indica que tal falta no existió. Una vez más, paredón para
Velázquez, que seguramente ya se acostumbró a sobrevivir a tantos fuegos con
que los hinchas granates lo fusilamos desde que llegó y hasta hoy, y poco
importa que aún sobreviva ni que en esa sobrevida haya sido partícipe
fundamental de las últimas dos grandes conquistas de Lanús: El título del
Apertura 2007 y la
Sudamericana 2013.
A Velázquez, como a la cigarra, tantas veces lo matamos
y tantas resucitó. Hoy contra Colón descansa, pero el miércoles, en Chile,
seguro que vuelve a ser titular y a nadie debería sorprenderle que una vez más, termine siendo una de las figuras del partido.
Maxi al ras, los brazos muy abiertos, en acción de ataque |
Maximiliano Velázquez nació en
Concepción del Uruguay, Entre Ríos, el 12 de septiembre 1980. Inició su carrera de futbolista a los 18 años en Ferro, donde jugó de volante por izquierda, debiendo sufrir dos descensos consecutivos: en el2000 a la “B” Nacional, y al año siguiente a la Primera B metropolitana. En esa
divisional jugó hasta 2003, cuando a mediados de año pasó a Talleres de
Córdoba, entonces en Primera División, cuyo descenso estaba prácticamente
decretado de antemano por el muy bajo promedio de puntos con que contaba. Pero
Talleres hizo una inesperada y extraordinaria campaña de diez partidos ganados,
cinco empates y cuatro derrotas, sumando 35 puntos y ubicándose en la tercera
posición, detrás de River y Boca. Con ese puntaje lograba la clasificación a la Copa Sudamericana , torneo que
el club de la Docta
finalmente no pudo jugar, ya que debió disputar la promoción contra un
Argentinos que no impresionaba muy bien que digamos, y que le ganó con
justicia los dos partidos por 2
a 1. El plantel conformado por pocos valores de
experiencia, apenas Marcos Gutiérrez en el arco y un Chicho Serna al borde del
retiro, tuvo como figuras a Maidana y Víctor López en defensa, Ariel Donnet,
Luciano de Bruno y el mencionado Velázquez
en la línea media, y a Aldo Osorio y el uruguayo Piriz Alves arriba.
Todos ellos seguramente ya evaluaban tentadoras ofertas cuando afrontaron la peligrosa
promoción, y todo indica que a esa altura muchos de ellos ya no tenían la
cabeza puesta en la crítica situación del club. Una vez más en su vida deportiva,
Maxi Velázquez perdió la categoría, aunque eso no le impidió dar el salto más
importante de su carrera: Se incorporó a Lanús, el club de mayor crecimiento en
la última década -al que llegó junto a De Bruno- donde lograría notoriedad y dos
títulos, además de ser líder y referente de todos los planteles que integró
hasta hoy. Hay enorme coincidencia acerca de sus cualidades humanas y su
conducta, valores de singular importancia para la formación y guía de los
muchos jóvenes que se integraron al plantel en todos estos años, muchos de los
cuales fueron transferidos al exterior por cifras millonarias, dinero que
resultó el combustible fundamental para la consolidación institucional y
deportiva de Lanús como uno de los nuevos grandes del fútbol argentino.
Más joven, con pelo y con la sonrisa de siempre |
Desde su llegada hasta hoy, Maxi
fue reconocido y resistido por los hinchas en partes iguales. Llegó de la mano
de Ramaciotti para ser titular, pero ya como marcador lateral izquierdo.
Siguió en ese puesto con Gorosito, con Ramón Cabrero, con Zubeldía, Schurrer y
también con el Mellizo. En todos estos años lo fue peleando con Archubi, Nelson
Benítez, Lugo, Balbi y ahora Pasquini, y nunca lo perdió. Muchas veces fue capitán.
Comparte el privilegio de haber estado en las dos grandes conquistas granates
del nuevo siglo con el Laucha Acosta, que estuvo ausente de la institución
entre 2008 y 2013, y el Pulpito González, que en aquel plantel que se consagró
en la Boca jugó
poco, y que en 2010 fue cedido a préstamo a Central. Más allá de gustos y
pareceres, con un paso fugaz y poco productivo por Independiente que le
alcanzó para levantar la última Copa ganada por el Rojo, Maxi Velazquez en
todos estos años fue una de las grandes figuras de Lanús. Lo que se dice un
ídolo de perfil bajo que se destacó más por sus aportes a la ofensiva del
equipo, y su predisposición a la sonrisa franca y el buen trato para con prensa y
público que siempre es dado a ofrecer.
La carrera de todo futbolista,
está más que dicho, es limitada en el tiempo y Maxi cumplirá pronto 34 años.
En su andar se advierte algunas señales de la llegada de la veteranía
inexorable, es probable que pronto algún jugador más joven finalmente le
termine sacando el puesto de marcador lateral. Mucho hemos hablado de lo
nocivos de algunos líderes, por caso Riquelme, Veron y Trezeguet, como ejemplos
de máxima, cada uno por lo suyo comprometen
el proceso colectivo que integran porque se valen del respaldo incondicional
que reciben de sus hinchas. Pero Maxi no. Pese a su notable campaña en el club,
como casi siempre, su figura una vez más divide aguas: A muchos nunca le
terminó de cerrar, sobre todo por ciertas ventajas que Lanús suele dar por su
sector. Para otros, entre los que me incluyo, se trata de un valor irreemplazable,
sobre todo por su aporte al juego ofensivo del equipo y su rigor en la marca en
espacios reducidos. Más temprano que tarde su ciclo en Lanús cerrará
definitivamente, aunque sospecho que todavía puede levantar alguna Copa más. Al
menos, mientras el entrenador de turno lo tenga en cuenta a la hora de
conformar el plantel, Maxi Velázquez será merecedor de la posibilidad de defender en la cancha lo
mucho que ha ganado durante todos estos
años en ese mismo exigente y difícil escenario.
Marcelo Calvente
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