Parece mentira que los dirigentes
del fútbol argentino, en estos momentos de receso y festividades navideñas, no
se estén reuniendo para evaluar la situación crítica en que se encuentra la
máxima competencia futbolística de nuestro país, tanto en lo deportivo como en
lo económico, con el agregado de una notable y nunca vista pérdida de rumbo en
lo organizativo. El Torneo Inicial que acaba de ganar San Lorenzo fue un
bochorno en ese aspecto, como lo fue en lo que respecta a la seguridad, a la
transparencia y a la efectividad de gestión. En este campeonato que culmina ha
pasado de todo y cuesta creer que todo vuelva a empezar sin que siquiera se
haya hecho una mínima evaluación de la situación. Los dirigentes saben que así
no se va a poder seguir, pero no hablan, ni miran ni oyen, como los tres monos
sabios.
En el fútbol, todos hacen la de los tres monos |
Para empezar, en el semestre que
termina se consolidó la ausencia de público visitante, medida que se sancionó para todo el país pero que se hizo cumplir sólo en la Capital y el Gran Buenos
Aires: Ningún equipo le manda entradas a su oponente, evitando de ese modo que
una parte de ellas vaya a parar a manos de la barra brava, cosa que ocurre en
todos los clubes. Pero los clubes del interior le venden boleto por ventanilla a
todo aquel que se confiese “neutral”, a quien se lo ubica en un sector especial
y se le pide que se comporte de esa manera. Es cierto que no hubo incidentes ni
provocaciones, pero los neutrales que concurrieron a ver Rafaela-San Lorenzo,
de repente, se hicieron muy hinchas del Ciclón, lo alentaron y celebraron
ruidosamente sus dos goles. No digo que esté mal, simplemente señalo el detalle
de que no es justo, pero a la vez demuestra que sin barras bravas visitantes no
es necesario hacer demasiado operativo policial, y pese a eso, no hay más violencia
que la habitual.
Ya nadie duda de que la violencia
se enquistó en la lucha interna por el poder de cada barra, que los últimos
muertos, más allá de los que provoca el exceso policial en la represión, se
producen como saldo de esas internas que dirimen que grupo será el beneficiario
de los favores dirigenciales, un beneficio que los dirigentes están obligados a
conceder, ya que el estado no los protege del accionar extorsivo de los jefes
de la barra de cada club. Algunos acceden con desagrado, tratando de tener
controlado el problema de la mejor manera posible, otros se asocian y se ponen
al frente de ellos para delinquir desde la conducción misma, conformando una
especie de Mazorca que persigue opositores, como ocurrió en Newell’s en tiempos
de Eduardo López, quien por estos días debía declarar ante la justicia por administración
fraudulenta, denunciado por sus sucesores al frente de la institución, quienes además
aportaron las contundentes pruebas.
La no presencia de público
visitante parece limitar la influencia de las barras en varios aspectos, pero a
la vez le resta el colorido que siempre caracterizó a nuestro fútbol, y perjudica
al hincha de verdad, a quienes quieren acompañar pacíficamente a sus colores
juegue donde juegue. Por otro lado facilita los operativos de seguridad -una
cuestión que quedó demostrado con los últimos sucesos- no es algo fácil de garantizar
de manera eficiente en ninguna provincia. Lo cierto es que tanto Lanús como San
Lorenzo jugaron uno de los partidos más importantes de sus respectivas
historias sin sus seguidores en el estadio, la última fecha de un torneo que
peleaban palmo a palmo contra sus respectivos oponentes, que jugaron de local y
a quienes acompañó todo su público. Esto se da a patadas con la historia, no
obstante, nadie se preocupa por la vuelta del público visitante, como si de
antemano descontaran que por ahora es imposible que eso ocurra.
Sería largo enumerar las muchas
irregularidades que ocurrieron en el fútbol argentino del último semestre.
Basta señalar algunas: Jugadores de Arsenal y Gimnasia tomándose a golpes de
puño con la activa participación de auxiliares y allegados al equipo local, lo
que no mereció sanción alguna para el club de Sarandí, y apenas algunas fechas
de suspensión para los informados, sólo cinco jugadores, dos del local y tres
de la visita. Malos comportamientos de varias hinchadas locales que tampoco
merecieron sanción, y el colmo de los colmos, la suspensión de Colón-Rafaela a
minutos del inicio del encuentro porque los jugadores locales, asesorados por
el secretario general de su gremio, decidieron no presentarse por falta de pago
mientras sus hinchas esperaban el partido en las tribunas. Acá se jugó con
fuego. Después de varias dilaciones, la
AFA decidió darle los puntos a la visita pero no procedió a
descontarle tres puntos al local, algo que el reglamento ordena, omisión que
fue aceptada por todos los dirigentes, incluso los de algunos clubes que
deberán pelear por mantener la categoría con el elenco sabalero en el semestre
que se inicia, quien contará con esos tres puntos que ya no debería tener. Y ni
hablar del despilfarro sin control de los dineros que el Estado aporta, por parte de los dirigentes de la mayoría de
los clubes, muchos de ellos al borde la
imposibilidad de continuar si no reciben dinero fresco para pagar lo que deben
y así poder seguir dilapidando el futuro en contratos desmedidos Como nunca, la AFA parece acéfala. El Fútbol para Todos, que
aporta el dinero para sostener el show, tampoco pudo hacerse cargo de la
cuestión, al contrario, varios horarios caprichosos e incómodos para los
espectadores fueron por orden suya. Y el colmo de los colmos: Tener que
aguantar los relatos de Araujo y los comentarios impresentables de Perfumo, Apo
y Julio Ricardo.
¿En que andará Don Julio? ¿Quien manda en la AFA? |
Una muestra contundente de la
crítica situación fue la última fecha del Inicial, disputada siete días antes
de la doble definición de Rosario y Liniers, en la que así como ocurrió en la Boca , también se pudo ver la
imagen de la barra brava de Quilmes ingresando pirotecnia y deteniendo el
encuentro cuando quiso, con tribunas desprovistas de control policial, a
quienes se le escapan los gases lacrimógenos. A minutos del final, varios muchachotes
se dispusieron a invadir el campo de juego. Una cincuentena de policías ubicados
en la cancha lo pudo evitar persiguiendo y deteniendo a los diez o quince
primeros que lo intentaron, lo que sirvió para que el resto de los vándalos desista
de imitarlos. Fue una suerte, pero resulta difícil imaginar el saldo si la
invasión hubiese sido lo masiva que se anunciaba.
El mayor problema es que
justamente Quilmes está conducido por el senador nacional Aníbal Fernández,
hombre del círculo más cercano al poder ejecutivo, una verdadera espada
mediática del oficialismo durante los últimos diez años, un hombre que puede
levantar todos los teléfonos y ser atendido por los principales funcionarios de
los tres poderes. Que él no pueda controlar a la barra de su propio club es
todo un síntoma de la situación actual de
un fútbol argentino cuyos dirigentes miran para otro lado, tanto como las
autoridades policiales, los organismos de seguridad, la justicia y todos los
que tienen responsabilidades sobre una pasión criolla que está en serio riesgo
de poder continuar en estos términos. Quién se va a hacer cargo de este lío y
cuándo va a empezar a hacerlo, es todo un misterio, como el del origen de los monos sabios.
Marcelo Calvente
marcelocalvente@gmail.com