Hace apenas un
año atrás, convaleciente de una operación, con las retinas desbordadas por las
imágenes de la final de la
Sudamericana, fui un observador distante de algo que casi siempre
me tiene en cuerpo presente. Tuve la suerte de haber asistido a casi todos los
partidos definitorios de la historia moderna del club Lanús. Estuve en los
ascensos, estuve en los descensos, estuve en las frustraciones, estuve en la Bombonera en 2007. Como
la primera conquista, aquella Copa Conmebol 96, la Sudamericana 2013 la
tuve que ver desde el líving, a siete cuadras de la Fortaleza, la transmisión
fue conmovedora La primera vez que sentí orgullo mediático por Lanús fue cuando
ganó la Conmebol
en Colombia, y la televisión que hasta allí le había dado la espalda lo
transmitió en directo, con himnos y todo, con la Urraca izando la bandera
granate, todo un símbolo. Pasaron diecinueve años, y ahora somos más grandes.
Mellizos preocupados a la hora de armar un nuevo equipo |
La obtención de la Sudamericana fue otra
cosa. En la previa, las autoridades continentales loaban al gran presente de Lanús. La victoria estaba cantada.
El marco fue inolvidable tanto como los festejos, y sobre todo, logrado con un gran
rendimiento futbolístico del equipo, que al término incluso auspiciaba más.
Mucho más. Pronto empezó a jugar la Libertadores como gran candidato, y su marcha,
sin ser deslumbrante, resultó sólida y efectiva. Fue cuando empecé a pensar en
este partido que está por jugarse en Marruecos, y tuve la certeza que de no
mediar ese zapatazo diabólico del uruguayo William Ferreira del Bolívar, en un par
de días Lanús enfrentaría al Real Madrid, el mejor equipo del mundo. No veo
cómo en la revancha, aún en la altura, el Bolívar hubiere convertido si Lanús
jugaba con la ventaja que se escapó con aquel remate funesto e infernal en
tiempo de descuento. No veo cómo San Lorenzo hubiere luego superado a Lanús, el
mejor Lanús de los últimos tiempos sino de todos, si hace más de seis años que
no le gana ni de local ni de visitante. Ni hablar del humilde Nacional de
Paraguay, no había equivalencias en el poderío de uno y otro. Lanús hubiese
ganado indefectiblemente la
Libertadores si no fuera por esa pelota maligna que heló la
sangre de los granates presentes, aquella noche del 8 de mayo de 2014, cuando ese
misil del averno que salió de los pies del satánico volante uruguayo, vade
retro, se clavó en el ángulo de Marchesín.
En un par de días
Lanús estaría jugando con el Real Madrid por mérito propio, porque en los dos años
que pasaron desde la llegada de Guillermo hasta mitad de 2014 fue el mejor
equipo de América. Hace un año atrás, no tenía dudas que así iba a ser. No
habrá una Libertadores más fácil de ganar, ni más servida. ¡Las veces que
imaginé estar ante este partido! Era el escalón que faltaba para subirse a la
plataforma deportiva de Vélez y Estudiantes, digo deportiva y de proyección internacional,
porque desde lo institucional ya miran desde abajo desde hace bastante. Lanús
se habría convertido en una especie de Príncipe de Copas, con tres galardones
continentales estampados en su camiseta. Pero no. Maldito zapatazo…
Sin embargo,
nadie lo dudaría, ese momento pasó, y pasó también el semestre bonus track que
ofrecía un montón de títulos para servirse a gusto, y que Lanús fue dejando
pasar uno tras otro. Nadie lo duda, el equipo ya no es el mismo. Aquel tenía
una de las mejores defensas del continente, pero se fueron Goltz e Izquierdoz y
nada volvió a ser igual. Y eso que ahora está Romero, uno de los máximos
goleadores patrios, travestido además en gran pasador. Aquel equipo se armaba
de atrás para adelante, tratando de quitar el balón en el terreno rival. En ofensiva
tenía dos titulares, Silva y Acosta, pero no tenía al tercero. A veces Pereyra
Díaz, a veces Ismael Blanco, en otras Melano, al final Junior Benítez. Y eso
que éste Laucha es una versión muy mejorada de aquel de un semestre atrás perseguido
por los desgarros. Me da la sensación que a este Lanús le sobró Silva, que hace
mucho que no es el mismo, y al medio campo le faltó otro volante. Es una
sensación que tengo. Ya que vamos a ser largos, al menos equilibremos…
Yo no discuto
con quienes piensan que no se debería haber vendido a los dos centrales juntos.
Soy conciente que eso no era posible. Me afilio a los que sostienen que el
entrenador dispuso de todo lo necesario para conseguir los refuerzos acordes,
además de casi la mitad de lo mucho recaudado por ambos defensores para abonar
por ellos. Guillermo se decidió por el conocido Braghieri, ahora desconocido, y
por el joven central paraguayo de la Selección, Gustavo Gómez, de apenas veinte años.
Gustavo Gómez cierra los ojos ante el Masche japonés |
No quiero volver
a hablar de Gustavo Gómez, me canso a mi mismo. Pero el receso me devuelve esas
imágenes que no me dejan dormir. A veces, en medio de la noche, me despierto
sobresaltado porque Gómez, en vez de presionar, se aleja de su marca de manera
imprevisible. A veces trato de recobrar el sueño pensando en las Nereidas de
Lola Mora, y de la fuente, entre los corceles, surge heroica la figura del
guaraní chapoteando y rechazando para adentro, al punto del penal. Pienso en el
Circo Thiany, y me aparece haciendo cabriolas al lado de Marchesín, que lo mira
sorprendido, mientras los cuchillos de un mago imaginario se clavan en sus
ángulos, y Agustín grita desesperado “¡No dejen patear, no dejen patear!”. Y
entonces el desfile de caras extrañas. Araujo contrariado, tratando de entender
donde pararse, Velázquez extraviado, incluso perdiendo la calma. Somoza, Ayala,
Ortiz y el Pulpito alternando buenas y malas en la soledad de sus respectivas
estancias. Y allá arriba, Lautaro, Romero, y Silva, sin cadena, haciéndose
visera con la mano y buscando pelotazos que pasan de largo. No hay caso, al
final de cuentas, cuando hablo de Lanús, siempre, tengo que hablar de Gómez. Incluso
no descarto una mejora, tiene condiciones naturales. Pero me pregunto cómo fue
que a seis meses de su llegada no pudieron corregido, e incluso si acaso lo han
intentado.
Todo indica que
va a haber más bajas. Marchesín y el Pulpito inauguraron la lista de los que se
van, a la que, dicen, puede agregarse Romero, Ayala, Somoza e incluso los dos
laterales, Araujo y Maxi, que no serían muy tenidos en cuenta que digamos por
el entrenador. Dicen, y hablan de los que antes de Gómez eran los mejores
laterales de Sudamérica. Y ahí es cuando pienso que de no mediar ese zapatazo a
lo Lucifer del hombre del Bolívar, en algunas horas más estaríamos jugando con
el Real Madrid en Marruecos. Pero resulta que en lugar de Lanús está San
Lorenzo. Es tarde, me pesan los párpados, pero no quiero dormirme. Últimamente
se me aparece el Mellizo trayendo refuerzos y me despierto sobresaltado. Y
entonces sí, decididamente no puedo volver a pegar un ojo.
Marcelo Calvente
marcelo, lei tu nota y haces muy buenas analogias, pero, hace falta defenestrar a gomez como lo haces? Me parece que estas un poco excedido con tus criticas hacia el , y no solo eso creo yo que estas obviando al peor central en años en lanus (despues de quintana a mi gusto) que es braghieri
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