En un encuentro muy atractivo,
con un primer tiempo electrizante y un complemento de enorme dramatismo, Lanús ganó el clásico
del sur por 2 a
1, un resultado justo que premia al mejor de los dos. La victoria es un gran
paso adelante para el equipo de Guillermo Barros Schelotto, de marcha irregular,
a paso de comparsa, después de dos triunfos consecutivos cosechó dos duras
derrotas, y en medio de un tramo con rivales muy exigentes, la vuelta a la
victoria en el derby lugareño alivia la situación y sirve para trabajar con más
tranquilidad de cara al choque con Boca Juniors, uno de los punteros, a
disputarse el próximo domingo en La Fortaleza con la esperanza de ganar, y de una vez
por todas prenderse en la pelea por el título.
Banfield venía embalado con cuatro
victorias al hilo, exhibiendo un notable juego de ataque. Ganando el clásico se
convertía en candidato. Lanús venía realmente mal, el equipo que se había
insinuado poderoso ante Godoy Cruz se estaba diluyendo. Todos los boletos eran
para el Taladro. Tanta diferencia suele ser un mal presagio cuando hablamos de
clásicos. Lanús se adueñó de la pelota a fuerza de luchar y correr, y a partir
de la tenencia desniveló por medio de Junior Benítez y Lautaro Acosta, con Lucas
Melano metido entre los centrales. El primer tiempo del Laucha fue un
espectáculo aparte. A fuerza de velocidad y convicción, Lautaro hizo un
desparramo unipersonal difícil de ver por estos tiempos y recibió la falta que
le dio un vuelco al partido. Tan concentrado venía Lautaro que ya desde el
aire, antes de terminar de rodar por la gramilla, empezó a reclamar la
expulsión del infractor Sergio Vittor por último recurso. Loustau cobró el
penal y dudó, no parece agradarle la idea de perjudicar a Banfield. Consultó con
el línea Brailovsky que, supongamos, le dijo: “estaba cara a cara y lo agarró
de atrás, lo tenés que expulsar, que le vas a hacer…”
A los 23 minutos de juego Lanús
se puso en ventaja y su rival quedó con un hombre menos. El partido era de ida
y vuelta, pero a Banfield le costaba crear juego. En vez de dar un paso atrás y
darle la pelota al rival para que se adelante, Lanús presionaba sobre la
salida. No fue una buena idea: dominó y tuvo varias chances para aumentar, pero
recibió más de tres contras que pudieron terminar en gol. Cerca del final de la
etapa Loustau volvió a aparecer en el partido para marcar una falta a favor del
local, a un metro del área penal, falta que de ninguna manera existió. Mientras
armaba la barrera y amonestaba a Lautaro Acosta, que no paraba de protestar el
fallo, no se perdió el codazo de Junior a Noir y lo castigó con el mayor rigor.
Afuera el de Lanús. Ahora fue Monetti quien advirtió al otro juez de línea:
“avisale de la patada previa de Noir, yo sé que vos la viste…” El asistente informó, Lanús quedó con diez y
Banfield con nueve hombres.
Advertido de la no conveniencia
de sostener la presión, el equipo de Guillermo salió a esperar a Banfield en campo granate desde el inicio del complemento, y así disponer de espacios para
contragolpear. Fue el momento en que parecía que terminaba en goleada, con el
muy buen trabajo de Acosta y Melano. Y a los 18’ el cordobés recibió la
habilitación de Ortiz –contra perfecta, dos contra uno, esperó que el defensor tome
la decisión de soltar al cordobés para cruzarlo, y recién ahí ceder el balón- y
la buena definición de Melano para el 0-2. La diferencia parecía definitiva,
pero todo se complicó cinco minutos después con la expulsión de Lautaro Acosta,
que desbordado de fervor granate llegó tarde a una pelota dividida y Loustau no
dudó: segunda amarilla y afuera.
Con 22 minutos más el descuento
por jugar, ahora 9 contra 9, el partido ganó en dramatismo. Almeyda se la jugó
y mandó a Asenjo, centrodelantero, por el volante Cazares y al central Noguera
por el lateral Yeni, con la intención de sumar a dos grandotes para el juego
aéreo en las dos áreas. Y en la primera que tocó, Asenjo puso el descuento. Por
entonces, Lanús ya sufría por lo mismo de siempre: el retroceso desesperado de
Gómez y compañía. Guillermo tuvo que pensar muy bien que hacer con los dos
cambios que le quedaban, ya que Araujo, presuntamente desgarrado, le había
dejado su lugar a Firulete Silva a los 11’. Entonces reemplazó a Aguirre por Pasquini
para no perder lucha en el medio. Banfield llenaba de centros el área de
Monetti, Lanús disponía de contragolpes largos que no lograba terminar bien. El
Papu González, que entró sobre el final en lugar del exhausto Melano, se perdió
la más clara al no poder conectar debajo del arco un pase gol de Ayala. Al
final le faltó el marco del festejo de la tribuna visitante vacía, cosa a la
que lamentablemente el fútbol criollo se está acostumbrando.
Después de esas dos derrotas
preocupantes, la victoria en el Florencio Sola pone a Lanús en carrera y
levanta la autoestima del público granate que no se cansa de ver arrancar y
quedarse a su equipo semana tras semana. El próximo domingo recibe a Boca,
puntero e invicto, con bajas muy sensibles: Los dos expulsados, más Fritzler y
Araujo, ambos posiblemente al margen por lesión. La parada será muy difícil,
pero no imposible. Dentro de la irregularidad que viene mostrando desde el
inicio, Lanús dejó bien en claro que aún en las circunstancias más complicadas
es capaz de todo.
Marcelo Calvente