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miércoles, 9 de julio de 2014

El recontramaracanazo


Y al final sucedió: Brasil perdió con Alemania 7 a 1 y el mundo sigue andando. Y de continuar andando en el año 3.000, por poner un ejemplo, se seguirá hablando de este increíble resultado que se produjo en un partido jugado en condiciones normales y con los 22 jugadores en cancha, a estadio repleto y por una de las semifinales del Mundial 2014 que se está disputando en  la casa del perdedor, que es la nación de la Selección más ganadora en la historia de los mundiales. Independientemente de los motivos que precipitaron semejante marcador, el 7 a 1 habla muy bien del fútbol como deporte. Sería impensado un resultado igual de abultado entre dos equipos del primer nivel en cualquier otra disciplina deportiva: Un 6-0 / 6-0 entre Nadal y Federer, 30 puntos de ventaja entre dos de los mejores de la NBA, una diferencia igual de abrumadora en un test-match de Rugby entre Australia y Nueva Zelanda. El fútbol, y solo el fútbol hace posible lo impensado. Y lo impensado, casi siempre tiene que ver con la derrota. Es más difícil, aunque no imposible, que tres o cuatro jugadores mediocres coincidan en un día brillante para lograr una hazaña inolvidable. Es más común el derrumbe en cadena del conjunto por culpa de un par de errores individuales insólitos e inoportunos.

Brasil, buscando los lentes de contacto perdidos...
Es difícil comentar fútbol cuando no se tiene ni la mínima idea del juego. Este partido fuera de lógica y contexto desnuda la pobreza intelectual del periodismo deportivo argentino. Vieron entrar la pelota cinco veces en el arco de Brasil antes del cierre de la primera etapa en una semifinal de la Copa del Mundo, y la explicación que encontraron es que Alemania es una máquina. Un equipo invencible. Una topadora que arrolló a Brasil. No, señores. Alemania ni siquiera tuvo un rival enfrente. Ni bueno, ni regular, ni malo. No hubo partido, y no sucedió porque esta Alemania que hace 17 días no pudo con Ghana y que luego le ganó raspando a Argelia y a Francia, así de golpe, se convirtió en un equipo descomunal. Traten de ver de nuevo el primer tiempo. Enfrente de Alemania estuvo la ropa del equipo de Scolari. Los jugadores locales no estuvieron concentrados en el partido. Jugaron sin mirar al rival, jugaron ciegos. Soltando las marcas, perdiendo los rebotes, corriendo desesperados para atrás intentando defender en el área chica, como se hacía en los años cuarenta, y los que cometieron esos errores son jugadores del Real Madrid, del Bayer Munich, de la Roma. Para encontrar la explicación de este resultado no hay que hablar de Alemania, hay que tratar de entender qué fue lo que le pasó a este excelente plantel brasileño. No es normal lo que ocurrió, pesará para siempre sobre las espaldas de los protagonistas. Tal vez ahora se entienda tanta lágrima y tanta debilidad anímica expresada por los futbolistas locales durante la competencia previa, la poca confianza definitivamente aplastada por la lesión de Neymar, su principal argumento ofensivo. Vaya uno a saber.

Alemania es una de las mejores selecciones de la actualidad, nadie lo dude, pero no es la máquina infernal ni el equipo invencible que algunos creyeron ver. Brasil jugó un partido para el olvido, nadie puede dudarlo, pero este resultado irrepetible y doloroso no es más que una derrota y la eliminación de un mundial, el menos pensado, es cierto, el que por ser local debía ganar, pero tan solo un mundial. Brasil volverá a ganar mundiales en el futuro, incluso tal vez el próximo, porque seguirá siendo uno de los mejores seleccionados del mundo como lo viene siendo en los últimos sesenta años. Este resultado le pone pimienta al fútbol del futuro, incentiva la competitividad, incluso hasta tal vez precipite nuevas teorías sobre la preparación mental de los futbolistas de alto rendimiento ante escenarios de enorme presión, como lo es un torneo de estas características. El Maracanazo dejó de ser un recuerdo pintoresco, los muchos años que pasarán hasta una tercera oportunidad acrecentarán las dimensiones de la ignominia que hoy ha nacido para el máximo ganador de la historia de los mundiales.

El duelo de hoy que define el paso a la final 
Desde antes del inicio, el Mundial de Brasil, tan controvertido y criticado, es una bomba de mecha corta a punto de explotar. Por suerte, por ahora no pasó nada. Con lógica desazón, los espectadores se fueron del estadio con su pena a cuestas y nada más. No hubo mayores incidentes. Todo depende de la forma en que se cuenten los suicidios. El Mundial se sigue jugando en medio del velorio. Hoy se enfrentan la Argentina y Holanda por un lugar en la final y ya no habrá sorpresas. Las marcas serán muy rigurosas. Como es habitual, Holanda cederá terreno, por lo que Argentina ocupará campo contrario. La concentración de la defensa argentina será fundamental, Robben tendrá facilidades para correr a sus espaldas. En el área de enfrente, en espacios reducidos es donde Messi suele imponer condiciones determinantes. Quien saque la primera ventaja tendrá la victoria en el bolsillo. 


Desprovisto de dioses, presagios y creencias sobrenaturales tengo por hobby decir lo que pienso que puede suceder en un partido de fútbol, y estoy tentado a señalar que lo que sucedió hoy puede resultar perjudicial también para el ganador. Que tal vez como los periodistas argentinos, también los futbolistas alemanes se olviden de que todo sucedió en un contexto inusual. Que se relajen con las repercusiones y se sientan campeones antes de jugar la final. O al revés, que ahora carguen con la misma presión que maniató a sus vencidos, nunca se sabe. Estoy tentado a decir que el vencedor del choque de hoy entre Argentina y Holanda, por la otra semi, es el que superará a Alemania en la final y se quedará con el título. Pero pensándolo bien, mejor me quedo piola. No vaya a ser cosa de que alguno se la termine agarrando conmigo…

Marcelo Calvente


  

  



  

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