Y al
final sucedió: Brasil perdió con Alemania 7
a 1 y el
mundo sigue andando. Y de continuar andando en el año 3.000, por poner un
ejemplo, se seguirá hablando de este increíble resultado que se produjo en un
partido jugado en condiciones normales y con los 22 jugadores en cancha, a
estadio repleto y por una de las semifinales del Mundial 2014 que se está
disputando en la casa del
perdedor, que es la nación de la
Selección más
ganadora en la historia de los mundiales. Independientemente de los motivos que
precipitaron semejante marcador, el 7
a 1 habla
muy bien del fútbol como deporte. Sería impensado un resultado igual de
abultado entre dos equipos del primer nivel en cualquier otra disciplina
deportiva: Un 6-0 / 6-0 entre Nadal y Federer, 30 puntos de ventaja entre dos
de los mejores de la
NBA , una diferencia igual de abrumadora en
un test-match de Rugby entre Australia y Nueva Zelanda. El fútbol, y solo el
fútbol hace posible lo impensado. Y lo impensado, casi siempre tiene que ver
con la derrota. Es más difícil, aunque no imposible, que tres o cuatro
jugadores mediocres coincidan en un día brillante para lograr una hazaña inolvidable.
Es más común el derrumbe en cadena del conjunto por culpa de un par de errores
individuales insólitos e inoportunos.
Brasil, buscando los lentes de contacto perdidos... |
Es difícil
comentar fútbol cuando no se tiene ni la mínima idea del juego. Este partido
fuera de lógica y contexto desnuda la pobreza intelectual del periodismo
deportivo argentino. Vieron entrar la pelota cinco veces en el arco de
Brasil antes del cierre de la primera etapa en una semifinal de la Copa del Mundo, y la
explicación que encontraron es que Alemania es una máquina. Un equipo
invencible. Una topadora que arrolló a Brasil. No, señores. Alemania ni
siquiera tuvo un rival enfrente. Ni bueno, ni regular, ni malo. No hubo
partido, y no sucedió porque esta Alemania que hace 17 días no pudo con Ghana y
que luego le ganó raspando a Argelia y a Francia, así de golpe, se convirtió en
un equipo descomunal. Traten de ver de nuevo el primer tiempo. Enfrente de
Alemania estuvo la ropa del equipo de Scolari. Los jugadores locales no
estuvieron concentrados en el partido. Jugaron sin mirar al rival, jugaron
ciegos. Soltando las marcas, perdiendo los rebotes, corriendo desesperados para
atrás intentando defender en el área chica, como se hacía en los años cuarenta,
y los que cometieron esos errores son jugadores del Real Madrid, del Bayer
Munich, de la
Roma. Para encontrar
la explicación de este resultado no hay que hablar de Alemania, hay que tratar
de entender qué fue lo que le pasó a este excelente plantel brasileño. No es
normal lo que ocurrió, pesará para siempre sobre las espaldas de los
protagonistas. Tal vez ahora se entienda tanta lágrima y tanta debilidad
anímica expresada por los futbolistas locales durante la competencia previa, la
poca confianza definitivamente aplastada por la lesión de Neymar, su principal
argumento ofensivo. Vaya uno a saber.
Alemania
es una de las mejores selecciones de la actualidad, nadie lo dude, pero no es
la máquina infernal ni el equipo invencible que algunos creyeron ver. Brasil
jugó un partido para el olvido, nadie puede dudarlo, pero este resultado
irrepetible y doloroso no es más que una derrota y la eliminación de un
mundial, el menos pensado, es cierto, el que por ser local debía ganar, pero
tan solo un mundial. Brasil volverá a ganar mundiales en el futuro, incluso tal
vez el próximo, porque seguirá siendo uno de los mejores seleccionados del
mundo como lo viene siendo en los últimos sesenta años. Este resultado le pone
pimienta al fútbol del futuro, incentiva la competitividad, incluso hasta tal
vez precipite nuevas teorías sobre la preparación mental de los futbolistas de
alto rendimiento ante escenarios de enorme presión, como lo es un torneo de
estas características. El Maracanazo dejó de ser un recuerdo pintoresco, los
muchos años que pasarán hasta una tercera oportunidad acrecentarán las
dimensiones de la ignominia que hoy ha nacido para el máximo ganador de la
historia de los mundiales.
El duelo de hoy que define el paso a la final |
Desde
antes del inicio, el Mundial de Brasil, tan controvertido y criticado, es una
bomba de mecha corta a punto de explotar. Por suerte, por ahora no pasó nada. Con lógica desazón, los espectadores se fueron del estadio con su pena a cuestas y nada más. No hubo mayores incidentes. Todo depende de la forma en que se cuenten los suicidios. El Mundial se sigue jugando en medio del velorio. Hoy se enfrentan la
Argentina y
Holanda por un lugar en la final y ya no habrá sorpresas. Las marcas serán muy
rigurosas. Como es habitual, Holanda cederá terreno, por lo que Argentina
ocupará campo contrario. La concentración de la defensa argentina será
fundamental, Robben tendrá facilidades para correr a sus espaldas. En el área
de enfrente, en espacios reducidos es donde Messi suele imponer condiciones
determinantes. Quien saque la primera ventaja tendrá la victoria en el
bolsillo.
Desprovisto
de dioses, presagios y creencias sobrenaturales tengo por hobby decir lo que
pienso que puede suceder en un partido de fútbol, y estoy tentado a señalar que
lo que sucedió hoy puede resultar perjudicial también para el ganador. Que tal
vez como los periodistas argentinos, también los futbolistas alemanes se
olviden de que todo sucedió en un contexto inusual. Que se relajen con las
repercusiones y se sientan campeones antes de jugar la final. O al revés, que
ahora carguen con la misma presión que maniató a sus vencidos, nunca se sabe.
Estoy tentado a decir que el vencedor del choque de hoy entre Argentina y
Holanda, por la otra semi, es el que superará a Alemania en la final y se
quedará con el título. Pero pensándolo bien, mejor me quedo piola. No vaya a
ser cosa de que alguno se la termine agarrando conmigo…
Marcelo
Calvente
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