La película debe estar por la
mitad. Ya pasaron las mejores imágenes de los últimos años de Lanús. La vuelta
olímpica en la Bombonera, la figura adorada de Ramón Cabrero, las conquistas
del Pepe Sand, campeón y goleador del Apertura 2007. También quedaron atrás sus
buenas actuaciones hasta su partida rumbo a los lejanos Emiratos Árabes en agosto
de 2009. Ya vimos la gran campaña en el Al-Ain, en 49 partidos convirtió 44
goles, un breve recuerdo del fallido paso de José por La Coruña (5-0) y el
Tijuana mexicano (34-12), y su regreso al país en Julio de 2012, para tratar de
poner fin a un tramo de carrera muy fructífera en lo económico pero de
tendencia descendente en lo deportivo. Y acabamos de ver la parte más
dramática. La forma en que el Pepe negoció su retorno al club, para terminar
firmando con Racing por un dinero poco mayor a lo ofrecido por Lanús. Vimos todos
y cada uno de los fracasos del Pepe: Racing (24-2), Tigre (14-1), Argentinos
Juniors (7-0), Belgrano (16-4) y Aldosivi (31-12) con una gran levantada final.
Y lloramos con el regreso del Pepe, por fin, a principios de 2016, para ser titular
indiscutido de Jorge Almirón. Con 35 años cumplidos lo vimos resucitar como
futbolista, volver a ser el mismo que había sido ocho años atrás, volver a ser
campeón y goleador del fútbol argentino. Esta parte parece algo exagerada, pero
viste cómo son las películas.
Ahora viene lo mejor. Estamos en
el Monumental y Lanús termina de aplastar a San Lorenzo. Cuando nadie lo
esperaba, mientras comienzan los festejos por la reciente consagración, el Pepe
apunta hacia un micrófono y dice que no sabe si va a seguir, porque esto y lo
otro, que no puede ser, que conmigo no. Es un momento muy cinematográfico pero
algo bizarro. La imagen del rostro contrariado del Pepe en primer plano, con la
algarabía de sus compañeros, el cuerpo técnico y unos treinta mil hinchas de
Lanús de fondo. Y eso no es nada. Lo mejor fue lo que pasó el día de Lanús-Boca,
el 28 de agosto de 2016, por la primera fecha del torneo. Resulta que Jorge
Almirón decide darle descanso al Pepe, y se lo comunica un día antes del
partido. Y el Pepe va al banco. ¡Y no va que lo pone a los 5 del segundo tiempo
y el Pepe la rompe, participa de la jugada del gol y se va aclamado por los
hinchas! Explotaba esa noche La Fortaleza. Ahí pensás que termina, pero no, es
una de esas películas que te hacen creer que terminan y que vos decís“¡¿Cómo va
a terminar así?!” y cuando te parece que vienen los títulos, ¡zas!, la famosa
vuelta de tuerca.
Ese misma noche, a minutos de
terminado el partido, el Pepe habla con la prensa y dice que no puede ser, que
qué se yo, que yo hago goles y todo eso. El tipo demuestra que ante los
micrófonos es tan certero como frente el arco rival. Y ahí aparece Jorge
Almirón –qué bien que trabaja este actor mexicano que hace de Almirón, ni se le
nota la tonada- mirando amenazador al reportero que acaba de preguntarle qué
opina de lo que dijo el Pepe Sand, dice: “Yo creo que esas cosas hay que
hablarlas en el vestuario”. Habla en voz baja, mordiendo las palabras. Parece
que en cualquier momento empiezan a los tiros, pero no. El Pepe vuelve a jugar,
Almirón lo saca promediando la segunda parte, hay una música medio de suspenso,
la cámara sigue las miradas de uno y otro mientras se produce el cambio, y el
Pepe, como siempre, se va ovacionado aunque no haya agarrado una, y con cara de
culo.
Algo le dice el Pepe al Laucha Acosta |
Acá el director apela a un
recurso fílmico bastante discutible para indicar que el plantel se fue de
vacaciones: se ve a los jugadores abriendo regalos junto al arbolito de Navidad, tirando
rompeportones la noche del 31. Se ve al Laucha Acosta huyendo de una horda de
jovencitas, a Braghieri nadando mariposa, y se ve el momento en que Monetti se
rompe los ligamentos jugando al fútbol tenis con el hermano, esa parte es muy
fuerte. Se ve la pretemporada en el mar, la vuelta al trabajo en La Fortaleza y
los amistosos en Chile. Las imágenes son vertiginosas. De pronto, la cámara
muestra un vestuario desordenado y silencioso, toallas en el piso, se escucha
caer alguna gota, el vapor destella en el haz de luz que llega de una ventana. Avanza
en un lento travelling por la zona de vestuarios, donde no hay un alma, y se
dirige a un gimnasio contiguo. Un hombre maduro hace abdominales. Luce
concentrado, sereno. Es Maximiliano Velázquez, el legendario capitán de Lanús,
una especie de superhéroe que lucha contra el paso del tiempo. Entrena a un
ritmo impensado para un hombre de su edad. Su gesto adusto sugiere
contrariedad. A lo lejos se ve venir al Pepe Sand vestido de calle, con un
terno beige y zapatos al tono. Se quita respetuosamente el sombrero de paja y
se para junto a Maxi. Espera pacientemente que el zurdo capitán concluya la
última serie de 50 abdominales. El Pepe, de verlo, se cansa y sufre un ahogo,
aprovecha para cambiar el aire y le lanza la pregunta crucial. Sube la música
de suspenso.
El Pepe habla. Pero como es su
costumbre, habla bajo y no se escucha lo que dice. Entonces responde Maxi, casi
a los gritos: “¿Me venís a preguntar porqué estoy caliente? ¿No sabés porque
estoy caliente? Cada vez que estamos en momentos claves aparecés vos y armás
quilombo. ¿Y me venís a preguntar porqué estoy caliente?” Maxi habla un rato
largo, el Pepe asiente con la cabeza, la imagen se diluye y aparece el estadio
de La Plata repleto. Más de treinta mil hinchas de Lanús, casi el doble de
River, asisten al partido final. Se está jugando la Supercopa Argentina y Lanús
esta a punto de ganar holgadamente. Hay emoción en los futbolistas, hay delirio
en las tribunas granates. El Pepe la está rompiendo, metió como nunca, no
perdió una, corrió como si fuera un pibe, dio un pase gol y ejecutó el penal
que puso el 3 a
0. Una vez más, el Grana se consagra campeón y el Pepe, que días antes, fiel a
su costumbre, había declarado que no sé, que qué se yo, que nadie me quiere, y
que me voy a ir del club, se apresta a celebrarlo. Suena el silbato de Delfino,
Lanús empieza a festejar y una de las cámaras lo sigue al Pepe, que fue la
figura de la cancha, y que lo busca a Lautaro Acosta, que viene a ser el
muchachito de la película. El nueve está emocionado, con lágrimas en los ojos,
abraza al Laucha y le habla al oído, pero con el duelo de hinchadas de fondo tampoco
se escucha. Y ahí termina. Final abierto. Si te gustó, jodete. Esperá la
próxima película de la saga.
El director es muy turro. Seguro
que ya está armando la parte dos. Te deja tan enganchado que te morís por saber
qué fue lo que le dijo el Pepe al Laucha. Te hace volver a ver la escena final
una y otra vez para tratar de leer los labios del goleador. Todo el mundo hace
lo mismo, y cosa de locos, cada uno lee una frase distinta. A mi me parece que
dijo “¡Te prometo que no lo hago más!” pero andá a saber. Habrá nomás que
esperar que estrenen la segunda parte.
Marcelo Calvente
Muy bueno Marcelo, espero la continuidad de la saga en próximas entregas
ResponderEliminarsr calvente,yo tampoco,queria que volviera sand,por lo de racing,pero mas que nada porque visto,lo q fue en varios equipos,para mi estaba terminado,....bueno debo reconocer,me equivoque,le oido decir en la radio(a usted)de la inconducta?...y otras yerbas,en fin piendo algo,cada vez que sand hace,14,15 goles,ganamos un campeonato,obvio que no esta solo,esta el equipo,no lo veo llevarse mal con sus compañeros,si le visto cara de culo,la vez que lo sacaron, en fin,una ,cara de culo,2 campeonatos,y demas,creo me banco esa cara,se que debe haber cosas que no se ,en fin un abrazo., dario bado
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