Primero lo primero: el empate en
Rosario y mucho más la buena actuación del equipo, conforman de por si una excelente
noticia. Aunque a decir verdad, Lanús no se alzó con la victoria que
holgadamente mereció porque Patricio Lusteau, con la ayuda de sus colaboradores,
una vez más lo perjudicó de manera brutal. Hasta los 35’ del complemento, el Grana ganaba
1 a 0 con
cierta comodidad, superando al local en llegadas y situaciones de gol, y
habiendo desperdiciado poco antes la más clara en los pies del Pampu González. Al pibe por ahora las cosas no le salen, y encima la
fortuna no lo ayuda ni un poquito: Caranta, con un rebote milagroso, le tapó un
mano a mano que definía el partido. Central ya no tenía ideas pero
igual intentaba, Lanús lo martirizaba en cada contra; el final estaba escrito,
casi sellado. Y entonces apareció Lusteau, para la mayoría el mejor árbitro
argentino del momento, a quien su corazón vuelta a vuelta le manda pitar contra
Lanús, y así fue: a diez del cierre le regaló un penal al local, sanción que cambió
definitiva y abruptamente el rumbo del partido hacia la ruta del despojo y la
injusticia.
Viniendo por detrás de la jugada
y lo suficientemente lejos como para no ver lo que sucedía a las puertas del área
chica de Monetti, donde ya sin ángulo, el petiso Niell genera el contacto con
Araujo y se deja caer de manera tan evidente que incluso ameritaba la amarilla para
el delantero, verdugo habitual de Lanús. En lugar de apoyarse en su colaborador,
ubicado en la banda más alejada a la jugada, quien no le señala falta alguna, el
juez cobra a distancia lo que no vio, lo que no pudo ver porque no existió ni
en la más rebuscada de las tomas de la
TV ni en el más pelotudo de los comentarios de Alejandro Apo.
Es grave, casi indefendible, que un árbitro que dado su posición lejana se sabe
protegido reglamentariamente para no dictar fallo alguno se atreva a tomar tamaña
decisión. Cualquier
árbitro -menos Lusteau- pitaba saque de arco. Tal vez fue su corazón que le dijo “penal, fue penalazo, seguro que fue penal…” Ya antes, en el primer tiempo, el
mismo juez de línea omitió informar un puntapié sin pelota de Andrade contra Valdez
Chamorro ocurrido ante sus ojos, y encima tuvo el atrevimiento de solicitarle al
juez principal que expulse a Guillermo, que indignado e incrédulo le reclamaba
por su inexplicable comportamiento. Para salvaguardar su honor, es hora de que
Lusteau reconozca que es hincha de Banfield, o que hace mucho lo dejó una novia
que vivía en Lanús; que diga que de muchacho cobró varias veces a la salida de La Casona, o lo que sea, y que
por eso cuando dirige a Lanús el corazón lo traiciona. Que lo diga y se acabó: no
lo dirige más, y sigue adelante con su promisoria carrera arbitral despojado de
rencores personales y sin cagar a nadie. Peor sería que la opinión pública sospeche
que invariablemente bombea al Grana por alguna otra razón menos pasional. De todos modos no es
una buena señal que la prensa no haya tomado nota, ni que Miguel Scime, el
mandamás de la no se qué de los árbitros argentinos, no haya anunciado sanción
alguna. El domingo próximo, lo más campante, Lusteau dirigirá Vélez-Boca, el
partido de la fecha.
Lusteau, una vez más, perjudicó notoriamente a Lanús |
Dicho esto, lo más destacable de la 13ª jornada es que pese a
que venía bastante mal, Lanús produjo una más que aceptable actuación en
Rosario, dominando desde el inicio y acallando
el fervor de un estadio que de inmediato comprendió que iba a tener una tarde
difícil. Como hace mucho no ocurría -y sólo ocurre cuando Guillermo pone dos
delanteros y suma un volante- Lanús no fue largo. Estableció presión tapando a
los marcadores de punta con Acosta y Junior, y el resto ahogando a los que
intentaban armar juego en la zona media. Impuso domino y dispuso de varias
situaciones, la mayoría de ellas recuperando la pelota en campo rival y
agarrando mal parada a la defensa de Central, con ataques profundos y de variadas
maneras. Con el buen aporte de Ortiz y
Valdez Chamorro en la gestación, y con Lautaro Acosta y Junior Benítez -de gran
primer tiempo- en la zona de fuego, Lanús fue acumulando meritos y llegó al gol
a los 25’
de la etapa inicial, luego de un saque de meta en donde la defensa local dudó
como en toda la tarde, Chamorro la peinó, Junior superó a su marca con una
buena recepción, y definió con gran recurso técnico y pasmosa serenidad, en el
segundo intento, mano a mano con Caranta.
En el complemento poco varió.
Central intentaba con Barrientos y Servio,
que no encontraban conexión con los de arriba. Lanús se mantuvo compacto, fue
conservador y muy combativo. Si bien el habitual estiramiento no se produjo, al
menos no tanto como en otras oportunidades, aparecieron espacios a las espaldas
de Ortiz, donde Gómez demostró sus defectos de siempre: suelta las marcas para
retroceder, carece de la base formativa que
indica que no se rechaza hacia adentro, jamás; ni que nunca, nunca, nunca, se
debe dejar corto un despeje. Con todo, este Lanús de Guillermo que parece acercarse
al final de ciclo dejó bien en claro que pese a su plantel poco numeroso y menos
equilibrado, en las difíciles suele aparecer la estirpe del equipo que no hace
tanto supo ser, y con eso le alcanza para estar a la altura de los mejores del
ámbito local, que no siempre son los que tienen los planteles mas numerosos ni los
futbolistas más cotizados.
Se acercan tiempos claves para el
Grana, que hoy enfrenta en Salta a Atlético Tucumán por la Copa Argentina, el lunes
próximo recibe a Olimpo y seis días después visita a Temperley, el último
compromiso antes del receso. Habrá que prenderle una vela a la venta de Melano,
y decidir cuánto invertir en dos o tres refuerzos para afrontar un semestre de
tres competencias. Los hinchas, se sabe, arrancarán con sus reclamos. Mientras
uno exigirá que hagan un intento por Cavani, otro gritará que vuelva el Pepe.
En cambio los socios están preocupados: la AFA, está a la vista, perdió definitivamente el
rumbo. Después de cuarenta años de conducción unipersonal de Grondona, pronto será
un bebé que empezará a caminar en el mundo de los derechos y los deberes, de
premios y castigos justos, de normalidad política y de libertad de opinión. Por
eso los principales dirigentes traman acuerdos y contubernios de cara a la asamblea
electiva de octubre tratando de mantener un pedazo de poder, mientras el fútbol
argentino se derrumba en sus narices.
Los socios de Lanús, los más
concientes, piensan en el déficit anual, en lo lenta que viene la producción de
la cantera, en lo complicado que será seguir cerrando operaciones convenientes
como ha sido hasta ahora, y quieren
saber de qué manera van a encarar el semestre futbolístico tanto el entrenador,
cuyo contrato culmina diciembre, como la conducción del club, que también en
ese mismo mes termina su mandato.
Marcelo Calvente