A la hora de la siesta, en el terreno
poco apto de un estadio que casi no se usa y con el marco del calor
insoportable del noroeste argentino en noviembre, Lanús cayó ante Central
Córdoba de Santiago del Estero por 1 a 0 y perdió la oportunidad de disputar la
final de la Copa Argentina 2019, acumulando dos derrotas -a cual más dolorosa-
en una
semana, dejando un sabor amargo en los muchos hinchas granates que un jueves
laborable dejaron todo de lado para estar presentes en La Rioja, y
en los miles de esperanzados que lo siguieron por TV seguros de una victoria
que no pudo ser debido a factores externos al juego pero no a la organización
de los torneos, tanto de AFA como de la Superliga. Las condiciones elegidas
para disputar la semifinal, más que igualar las chances de ambos, le servía en
bandeja el partido a los santiagueños, que holgadamente habían demostrado una
virtud: muerden en todo la cancha, ponen la pierna fuerte y corren todo el partido,
el terreno de juego es para ellos un campo de batalla. El calor los afectó a
los dos por igual, pero el estado del campo facilitó la tarea defensiva e hizo
impracticable el juego de ataque, el pase de precisión y la combinación en
espacios reducidos, las armas con que Lanús se transformó en líder.
Para poder sostener ésta superioridad
que se sugiere hay que hablar en primer término de sistemas de juego. Los dos van
con cuatro en el fondo, aunque el aporte ofensivo de los laterales de Lanús, Di
Placido y Pasquini, es mucho más determinante que lo que entregan Christian
Díaz y Bay, dos muy buenos marcadores de Central Córdoba. Aquella vez que se
enfrentaron en Lanús, al local le faltó Marcelino y su lugar fue ocupado por
Belmonte. El equipo de Zubeldía peleó duro en el medio, y abrió el marcador a
los 28’con el toque de espaldas de Sand para Auzqui. Antes y después, las
llegadas con peligro fueron de los visitantes y Herrera, su principal delantero,
fue la figura. En la fecha siguiente, en Avellaneda y frente a Independiente,
Marcelino regresó y el planteo ofensivo de Lanús volvió a ser con cinco
atacantes: Quignón delante de la línea de cuatro; de derecha a izquierda
Auzqui, Vera, Marcelino y Lautaro Acosta, y José Sand culminando el rombo.
Lanús juega a quebrar al rival, no es su estrategia entregar el dominio de
balón y bajar a esperar en campo propio, y tampoco lo es ir a ejercer presión
sobre la salida. La zona de comodidad de Lanús es el medio campo, porque desde
allí recupera y saca las combinaciones en velocidad para llegar en tres o
cuatro toques al área rival. Jugando así llegó a la punta de la Superliga.
Una multitud de hinchas Granates en La Rioja |
Pese a que los resultados iniciales no
auguraban nada bueno –empate de local ante un muy pobre Gimnasia, y derrota
aplastante de visitante a manos de River en la segunda fecha, el equipo de
Zubeldía empezó a funcionar. Solo empató con Independiente, Patronato y
Central, a los demás le ganó a todos. Pero la Copa Argentina es un título
oficial que reparte dinero extra, y Lanús clasificó a semifinal sin demasiados
contratiempos: Arrancó venciendo a Huracán Las Heras e Independiente Rivadavia,
los dos de Mendoza, y el primer rival de fuste fue Argentinos, al que derrotó en
cancha de Arsenal por un contundente 4 a 1. Luego fue el turno de Independiente
en Rosario, y otra victoria indiscutible para acceder a la semifinal de Copa
Argentina más accesible de todas las que tuvo hasta hoy.
Por la Superliga, tres muy buenas
victorias al hilo: Talleres en Córdoba, Boca de Local y Huracán. Cinco días después
de la victoria en Parque Patricios llegó Banfield. Era la fecha 13, y Lanús era
uno de los punteros con 25 unidades en 13 partidos disputados -7 victorias, 4
empates y apenas 2 derrotas- en tanto su acérrimo adversario llegaba muy
castigado, a centésimas de la línea roja de los tres que se van al descenso,
con 2 victorias, 4 empates y 6 derrotas a cuestas. Fiesta en estadio, una
multitud vestida de granate en las
tribunas, con el terreno en perfecto estado y sin público
visitante, el panorama era tan favorable que daba que pensar. Los clásicos son la celebración del fútbol,
pero no siempre el choque con el rival tiene la importancia de una semifinal de
Copa Argentina que entrega un lugar en la Libertadores y te deja a un paso de
una nueva estrella. Y como si estas razones no fueran suficientes, paga dinero
extra que invariablemente va a parar a los bolsillos de los players. El clásico
lo queremos ganar todos, dirigentes, cuerpo técnico, jugadores e hinchas pero
cinco días después había que jugar la semifinal en La Rioja. Por más hincha que
seas, no hay dudas acerca de cuál de los dos partidos era el más importante.
Nadie puede poner en tela de juicio que
Lanús salió a vencer a Banfield, pero está claro que no fue el mismo que venía
siendo. Que los intentos ofensivos tenían una cierta liviandad que algunos
hinchas creyeron ver, esa forma de jugar que por los tiempos de los tiempos
supieron mostrar todos los equipos al tener que afrontar un compromiso poco
antes de otro partido más importante. Lanús no mereció perder con Banfield,
pero desde el comienzo de las acciones quedó bien claro que las cosas no iban a
ser sencillas y no lo fueron. Banfield ganó con bastante fortuna pero Lanús
dejó una imagen desteñida, que bien pudo cambiar ante Central Córdoba, si no
fuera que el partido se disputó en un terreno no apto para jugar al fútbol, en
condiciones climáticas menos aptas aún. Tan adversas, que lo más importante era
no recibir un gol, porque tener que remontar el resultado en esa cancha y con
esa temperatura iba a resultar una odisea. Y así fue. Un zapatazo no menos
maldito que aquel William Ferreira del Bolívar que se le coló en el ángulo
izquierdo a Agustín Marchesín por la Libertadores 2014. Esta vez fue el volante
central del Ferroviario, el santiagueño Cristian Vega, su remate fue igual de
letal, e igual de estéril que aquel de Marchesín resultó el vuelo de Agustín Rossi.
Siempre decimos que el fútbol de hoy en
día es rachero. Tanto victorias como derrotas, no se sostienen mucho en el
tiempo. Después de estas dos caídas se puede seguir confiando en que se trató
de pasos en falso, que Lanús sigue siendo puntero y que todavía está a tiro de
pelear la Superliga. Y también sería entendible que estas dos derrotas que no
esperabas te quiten la fe y prefieras dejar de alentar, total, para qué tanto
sufrimiento. Depende de cada uno, de qué clase de hincha es, y de cuál es el
compromiso afectivo que se tiene con los colores ante la adversidad inesperada.
Marcelo Calvente