Moderadamente alegre por la
victoria obtenida por 1 a
0 ante Belgrano de Córdoba en La
Fortaleza en el debut por el torneo local, algo preocupado por el bajo nivel
exhibido una vez más por el equipo, el hincha de Lanús prende el televisor para
ver la final de la
Copa Libertadores, esa que estuvo a un paso de lograr. La
miran en Brasil con la misma resignación con que vieron la catástrofe de
su selección en la Copa
del Mundo. Se preguntan cómo puede ser que ninguno de sus equipos, con
presupuestos varias veces más abultados, haya llegado a esa final. La miran en
México, también en el resto de América. El presidente de la Brigestone, principal
auspiciante del fútbol latinoamericano a nivel clubes, a la vez presidente del
Bolívar, eliminado en semifinal de manera clara y contundente por San Lorenzo, la mira desde Miami, y con una sonrisa canchera hace números pensando en la
próxima edición. En la cancha, dirimen la Libertadores 2014
Nacional de Paraguay, un equipo sin historia ni hinchas, y San Lorenzo, el
único grande de la Argentina
que hasta hoy no ha podido ganar esta tradicional competencia.
El hincha de Lanús está
preocupado. Sabe que el bajón futbolístico del equipo continúa pese a la
ajustada victoria, y sospecha que la tarea de recuperación del nivel será ardua
y dificultosa. En el monitor dan la promoción de la próxima Copa Sudamericana,
y en las imágenes ve los festejos tan recientes pintados de granate y blanco, y
recuerda que muy pronto Lanús va a defender el título, ingresando en octavos de
final por su condición de último campeón. El hincha de Lanús sonríe. Y
enseguida vuelve a preocuparse por que el equipo sigue cometiendo los mismos
errores, tanto en lo técnico individual como en lo táctico colectivo. En la TV pasan las mejores acciones
de la victoria ante Belgrano; el golazo de Romero, la aceptable tarea de Valdez
Chamorro, la lenta pero firme vuelta del Laucha Acosta -el hincha cruza los
dedos- y la buena tarea de Pasquini. Y también pasan el penal que no pudo
convertir el Pelado Silva, y revive el sufrimiento de los desaciertos
defensivos, las malas entregas y las pérdidas de marca de Gustavo Gómez, la desesperación y los errores de cálculo de
Braghieri, que no parece el mismo.
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Hinchas de San Lorenzo celebran la obtención de la Copa |
Hace apenas dos años San Lorenzo
se salvaba del descenso. Poco antes había renunciado Carlos Abdo dejando tierra
arrasada: el club debía 500 millones de pesos, tal vez 600, y alguna deuda más
que aparecía por sorpresa cada día. Entonces llegó Tinelli y nadie se animó a
cuestionar su liderazgo, mucho menos su mal paso anterior por la entidad. De
las deudas nada más se supo, el club volvió a funcionar y el equipo empezó a
ganar en la cancha. Nadie se atreve a preguntar demasiado, y tal vez eso sea lo
mejor para poder disfrutar sin culpas de este momento. Nadie puede poner en
duda que la gestión de Tinelli consiguió el máximo logro de la historia del
club. San Lorenzo llega a la definición como gran candidato. Siete días atrás
había empatado en Asunción en el partido de ida, un resultado fortuito logrado
por los locales en tiempo de descuento, después de un cotejo que San Lorenzo
debió ganar por varios goles de diferencia. “Es realmente notable la
superioridad de San Lorenzo sobre su rival. La diferencia de categoría de un
equipo sobre el otro es enorme…” decía
por enésima vez Fernando Niembro, instantes previos al empate logrado
por Julio Santa Cruz en el descuento, resultado que cambiaba el panorama previo
de la final que se disputó ayer. Ahora Nacional podía salir a esperar, y jugar
el juego que mejor juega y que más le gusta.
En Lanús es la hora del
entrenador. Guillermo tiene la misión de recuperar el equipo que supo tener,
ese que de no mediar el zapatazo maldito del Bolívar en La
Fortaleza, bien podría haber estado en el lugar de San
Lorenzo, su hipotético rival en semifinales, equipo al que había goleado en el
Gasómetro por 4 a
1 el 12 de abril, hace apenas cuatro meses, por el Torneo Final 2014. La última
victoria de San Lorenzo sobre Lanús fue hace más de seis años, por la 8ª fecha
del Torneo Clausura 2008 en el Nuevo Gasómetro. Desde entonces disputaron doce
partidos, con tres igualdades, y los ocho restantes fueron victorias Granates,
varias de ellas por marcador abultado. Pero no pudo ser. Lanús cayó en Bolivia
y comenzó su crisis, con alejamientos de
dos futbolistas de relevancia que aún no pudo suplir como esperaba, mientras
San Lorenzo fue creciendo como equipo hasta ser justo finalista.
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El Chino Silvio Romero acaba de conquistar su gol |
El once de Bauza salió nervioso,
el marco y la responsabilidad por una consagración que se
descontaba casi se lo comen. Advertido, Nacional tomó la iniciativa y lo metió
contra su arco. Dispuso de varias situaciones claras de gol que dilapidó, y de
la manera más inexplicable, el defensor paraguayo Ramón Coronel le dio la
solución al local, al impedir un centro al área con un bloqueo del voley, con
semejante manotazo no hay forma de demostrar que no tuvo intención, algo que de ninguna manera puede haber
tenido, al fin y al cabo lo único que debe tener en cuenta el árbitro al
momento de sancionar. San Lorenzo lo
tiene a Ortigoza, que como siempre lo cambió por gol, y defendiéndose con fervor y con mucha fortuna -porque
Nacional siguió errando goles- fue un justo campeón. Fernando Niembro, sin
ponerse colorado, destacó que “el equipo visitante fue claramente superior, bien
pudo haber resultado el vencedor”. Lo cierto e indiscutible es que en apenas dos
años, Marcelo Tinelli llevó a San Lorenzo de la promoción a Marruecos, a la Copa Mundial de Clubes
Campeones, a disputarse en diciembre próximo junto a los mejores de cada
continente, entre ellos el Real Madrid.
Al fin y al cabo, en algún lujoso living de Buenos Aires, rodeado de brillo y pleitesía,
Tinelli brinda con champagne y se pregunta “¿y ahora, qué?”. En tanto en un
hotel cinco estrellas de la misma ciudad, el pobre Coronel no puede conciliar
el sueño y piensa “¿cómo pudo sucederme a mí?”. Y en El Vaticano, en la sede de
la institución que más daño le hizo a la humanidad, el Papa argentino que tiene
por difícil misión hacer olvidar esos dos milenios al servicio de la
explotación y la desigualdad entre los hombres, vive su hora de gloria, y palpita
una próxima y multitudinaria visita al país. El Santo Padre fantasea con bendecir
la Copa en el círculo
central de un estadio del Bajo Flores repleto, mientras la barra de San
Lorenzo, con sus bombos y sus vientos, se anima con los compases del Ave María, todo transmitido en exclusiva por Showmatch. Y sí, son
las cosas del fútbol.
Marcelo Calvente