Mientras se juega la Copa América, y los hinchas de
todos los equipos se entregan al frenesí del juego sustituto del fútbol, ese de
navegar por las aguas de los programas radiales deportivos, las redes sociales,
los foros de opinión y los distintos lugares de encuentros cotidianos,
sumergidos en la búsqueda del trascendido, del dato preciso o de la tan
esperada noticia de un pase que por fin se concretó. Son aguas turbias donde
abundan los peces de colores. Mientras la pelota no rueda los hinchas de fútbol
hacen rodar su imaginación. “Si compráramos a tal, si llegara a préstamo cuál…”
Sueñan con un equipo mejor, con la llegada de grandes jugadores. Al final del
juego casi siempre se sienten defraudados, pero todo pasa rápido. Enseguida
vuelve la competencia y a sufrir se ha dicho. Algunos mirando la punta del
torneo, otros la tabla de las Copas, otros metidos de lleno en la lucha por la
permanencia, cada uno en lo suyo como si en el fútbol mundial nada hubiera sucedido
últimamente.
Los tiempos vienen cambiando y
también las comunicaciones. Las noticias impactantes producen una verdadera
explosión mediática y dan la vuelta al mundo. Las imágenes más inverosímiles
están al alcance de la mano durante algunos días y no se habla de otra cosa.
Como si nada, hace un par de semanas nos enteramos que estalló la FIFA, que sus dirigentes
deberán comparecer ante la justicia, y hasta el propio Blatter debió presentar
su renuncia apenas horas después de haber conducido su reelección, un acto
delirante en semejante contexto, en el que la implosión de la multinacional del
fútbol asociado retumbaba en todo el planeta. El cambalache no es sólo
argentino, pero nadie puede decir que lo agarra de sorpresa. Quien más, quien
menos, sabe estos señores manejaban el más fenomenal negocio mundial: la
comercialización televisiva del fútbol y la organización de los torneos
internacionales. Dicho de otro modo: sin invertir capital, eso va por cuenta de
los clubes, son dueños de los derechos del fútbol a nivel continental y mundial,
y tienen la llave que permite que los gobernantes de turno de los países donde
se organizan competencias internacionales puedan obtener enormes ganancias.
Sólo tienen que cumplimentar las inflexibles exigencias de la FIFA: Construir hoteles y
centros de información de lujo, estadios multitudinarios, caminos, etc, casi
siempre gastos innecesarios pero propicios para la generación de cohechos y
coimas millonarias. Por eso en el desierto sudafricano o en la selva del
Brasil, los países organizadores de los dos últimos mundiales, se construyeron
enormes estadios que no volverán a usarse. El transfondo es maquiavélico: los
ciudadanos que se oponen a estos gastos desmedidos, como ocurrió en Brasil, o
recientemente en Chile durante los primeros días de la Copa América, chocan con la
candidez del público amante del fútbol en general, que celebra la realización
de esos eventos, algo que se vio con mayor nitidez y dramatismo en la Argentina en 1978, donde
la Copa del
Mundo fue la carta de los militares genocidas para torturar, matar e intentar perpetuarse
en el poder en medio de la algarabía popular, con los familiares de los miles
de muertos y desaparecidos sufriendo en silencio su dolor.
La lucha por el poder parece ser a todo o nada |
La conmoción por lo de la FIFA pronto pasó a segundo
plano, es otra de las características de estos tiempos de noticias de impacto
tan virulento como fugaz. Ya no se habla casi del tema pero la reconstrucción
está en marcha de manera sigilosa, los derechos televisivos los manejará un
nuevo grupo de dirigentes de todo el mundo que tendrá la dura tarea de
transparentar la imagen y el funcionamiento de la casa madre, en donde el
fútbol argentino había logrado una posición de liderazgo. El tema es que lo de la FIFA alcanzó a su subsidiaria
argentina, que desde la muerte de Grondona viene a los tumbos, y que pronto
tendrá una nueva conducción. El queso es enorme. Quien tome las riendas de la AFA pondrá un pié en la FIFA, y de su habilidad
depende conservar la vicepresidencia que ostentaba el extinto ferretero de
Sarandí. Pelean por el queso poderosos empresarios de medios, millonarios con
ganas de seguir creciendo, y diversos grupos de dirigentes de los principales clubes,
los que podrán aportar su experiencia y conocimiento de un negocio difícil como
pocos. Por eso se apela a los golpes más bajos, haciendo aparecer escuchas de
procedencia por ahora desconocida, escuchas de conversaciones normales, como la
mantenida por Alejandro Marón con Julio Grondona respecto a la posibilidad de
adelantar un análisis de laboratorio a un jugador que había ingerido un
suplemento poco conocido, para luego ponerlo en el primer equipo sin correr
riesgos. En una clara maniobra de descrédito para con uno de los pocos
dirigentes que pese al caos que lo circunda mantiene su prestigio, uno de los
holding de medios que aspira a tomar las riendas mezcló esa conversación con
otras que sí detallaban ilícitos y componendas con Grondona como figura
estelar.
Mientras la pelota no rueda en la Argentina y la Selección debe sostener
su liderazgo continental con la conquista de la Copa América, el fútbol patrio
empieza a jugar su futuro en la calle Viamonte. Por eso hay que asumir la
competencia sin descuidar la situación financiera. Por lo menos hasta que se
sepa quien es el nuevo dueño del circo, que papel tiene cada uno en el staff y
cuál en el reparto.
Marcelo Calvente