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domingo, 27 de enero de 2013

Los Globetrotters, estigma y legado


Una de las páginas más destacadas y singulares de la historia granate es la escrita por aquel equipo que pasó a la posteridad como Los Globetrotters, con punto culminante en el campeonato de 1956 que peleó y terminó perdiendo a manos de River Plate. No es por eso mismo la narración de una gran victoria, como el Apertura 2007 o como la Copa Conmebol del 96, no es tampoco la página más negra, como la que ilustra el camino que lo llevó a jugar tres años en la primera “C”, ni tampoco la de una de las de tantas injusticias que sufrió el Club Lanús a lo largo de su existencia como entidad deportiva. Es la historia de un fracaso doloroso, la imposibilidad de lograr una hazaña hasta allí inaudita por parte de uno de los clubes chicos de verdad de entonces, esos que casi nunca superaban la línea de la mitad de la tabla de posiciones de la máxima categoría del fútbol argentino. Es la leyenda de un elenco que entregando tal vez el fútbol más lujoso que se vio en esta parte del mundo, se quedó a las puertas de la gloria. En síntesis, se trata del fracaso de un intento heroico y casi imposible que a punto estuvo de hacerse realidad.

Para comprender más cabalmente hay que repasar las primeras dos décadas del profesionalismo, a partir del año 1931, cuando se consolidaron las diferencias entre los cinco clubes grandes y el resto de los competidores. Racing, Boca, San Lorenzo, River e Independiente fueron sacando una importante luz en cuanto a popularidad respecto de los demás, y a fuerza de títulos fueron generando más simpatías y mayores recaudaciones que el resto de sus rivales. Hasta que Estudiantes sorprendió en 1967, todos los trofeos disputados engrosaron las vitrinas de esos cinco grandes. Sin embargo, no sería justo desconocer que entre los demás también había dos niveles claramente establecidos. Del quinto al décimo puesto invariablemente y salvo raras excepciones se ubicaban Estudiantes, Gimnasia, Huracán, Vélez, y a partir de los 40, allí se instalaron Central y Newell's. Muy raramente alguno de los otros chicos se subía a esa plataforma. Ferro, Atlanta, Chacarita, Lanús y Platense fueron siempre de primera en aquellas dos décadas iniciales; Argentinos y Tigre casi siempre, Talleres de Escalada, Quilmes, Argentino de Quilmes, Almagro y Banfield, que se subió en los 40, alternaron entre el primero y el segundo nivel. Sin embargo Vélez, Estudiantes y Gimnasia descendieron a la B en esos años 40. Y Lanús, después de luchar para evitarlo durante 18 años ininterrumpidos, en una de las más grandes injusticias de la historia de nuestro fútbol, finalmente se fue a la “B” por primera vez en 1949.

El plantel completo del subcampeón de 1956
El pronto regreso a primera para jugar el torneo del 51 dio comienzo al largo período de formación paulatina de ese elenco que explotaría en el 55, que se quedaría en el intento de ser campeón en el 56, iniciando el también largo camino hacia el ocaso que llegaría con el descenso de 1961, una parábola de 10 años para el nacimiento, apogeo y ocaso de un elenco que quedó en la historia del fútbol argentino. Álvarez Vega, Daponte, Emilio Fernández; Osvaldo Gil y Ramón Moyano ya formaban parte del plantel que retornó en 1951 y obtuvo un sorprendente 5º puesto, luego de haber ganado la primera rueda con varias goleadas a favor y la consagración de un gran artillero que había surgido en el equipo que logró el ascenso, José Florio, quien a mitad de campeonato sería transferido a Italia por una suma record para la época. Ese año Banfield estuvo a punto de dar la sorpresa al disputar una final ante un rival muy superior que lo venció con justicia, el legendario Racing del Chueco García que se consagró tricampeón 1949/50/51. En el 52 se sumaron Cejas, Guidi y Urbano Reynoso, y con los goles de Héctor Catoira, Lanús obtuvo otra vez el quinto lugar, junto a San Lorenzo y Vélez. El equipo de Liniers estuvo a punto de ser campeón en el 53, como Banfield dos años antes, apostando al esfuerzo y el rigor defensivo se quedó con el subcampeonato, a cuatro puntos de River. Ese año Lanús decayó y volvió a pelear el descenso, pero se conformó la dupla central con Prato y Beltrán. En el 54, se consolidó una de las líneas medias más famosas de la historia de nuestro fútbol, Daponte, Guidi y Nazionale, con la llegada de este último, y Lanús volvió a obtener el quinto puesto. En el 55 se terminaron de armar los Globetrotters con la vuelta de Moyano y la llegada del talentoso Dante Homérico Lugo, quien rápidamente compone con Benito Cejas una dupla que prometía hacer historia: Entre los dos convirtieron 20 goles y Lanús fue la sensación, ubicándose otra vez entre los cinco primeros, detrás de River, Racing Boca e Independiente. Los Globetrotters ya eran muy populares, y los estadios donde se presentaban se colmaban de espectadores imparciales que asistían seducidos por su juego distinguido. Para todos, 1956 tenía que ser el año de Lanús.

Con un estilo fino y atildado, bautizado por la prensa como de galera y bastón,  el equipo arrancó el campeonato de 1956 con grandes actuaciones y muy buenos resultados. Sin embargo la ausencia por lesión de jugadores muy importantes como Cejas, Gil y Prato, valores irreemplazables en un plantel demasiado corto, obligó al entrenador Juan B. Cevasco a ensayar diferentes variantes. A Cejas lo fracturó de manera anunciada y artera Pipo Rossi en el Monumental, en la 9ª fecha, condicionando su futuro y abortando la prometedora dupla ofensiva que conformaba con Lugo. A Prato lo reemplazaron alternativamente Bendazzi, Donnola y un bisoño Ramos Delgado, quien sería con el tiempo gran figura internacional pero entonces estaba dando sus primeros pasos. La ausencia de Gil, sumada a la de Cejas, produjo muchos cambios de posiciones en ataque y la promoción de un joven delantero de diferentes características, como el Tanque Alfredo Rojas, que conquistó 11 goles en 13 partidos disputados, aunque su potencia cambió también el estilo ofensivo del equipo. Con Urbano Reynoso, Emilio Fernández y Dante Lugo alternando en las posiciones de segundo centro atacante -el Nº "9"- y peón de brega  -el clásico “8”- los “Globe” del 56 convirtieron 59 goles, cifra que lejos estaba de ser record pero que empezaba a tornarse infrecuente.
    
Daponte, Guidi y Nazionale
El destino de aquel inolvidable equipo se definió en la 24ª fecha ante River en Arias y Acha el 28 de octubre de 1956, luego de una etapa inicial en la que el local fue muy superior y se retiró en ganancia por 1 a 0 con gol del Tanque Rojas, que debió convertir varios más, pero que la gran actuación del golero Manuel Ovejero -el reemplazante de Amadeo Carrizo- y los maderos de su arco evitaron. El complemento fue todo de River, que borró a Lanús y terminó imponiéndose por 3 a 1. La parcialidad granate reaccionó indignada e inauguró un singular modo de protesta: Un número indeterminado de carnés rotos que la leyenda transformó en millares volaron por los aires en las adyacencias del estadio. La magia y la belleza construida a lo largo de varios años se desvaneció en aquel infausto entretiempo en el que todo cambió de manera irreversible. Nunca se supo que ocurrió, las muchas versiones que cuentan de deslealtades y traiciones, carentes de sustento, no obstante igual persiguieron a varios de aquellos futbolistas a lo largo de toda su vida. Posiblemente la derrota sea el resultado de un cocktail letal conformado por la vasta experiencia del rival en partidos de ese tipo y la excesiva responsabilidad de un equipo corto y diezmado por las lesiones, que tenía la obligación de ganar para ser campeón, con una dirigencia que no pudo o no quiso hacer un esfuerzo para premiarlos mejor. Consumada la derrota, aún quedaban seis fechas por disputarse, en las que Lanús obtuvo tres victorias por goleada, dos empates y una derrota ante Racing en Avellaneda, y así logro su primer subcampeonato, con dos puntos menos que River, que sería el tricampeón de los años 55/56/57.

En las décadas que siguieron, el estigma de aquella inesperada caída  sobrevoló a Lanús en cada jornada relevante que terminó en derrota -que fueron varias- y de a poco los hinchas granates se empezaron a acostumbrar a los sinsabores. El paso del tiempo fue poniendo las cosas en su lugar y hoy se advierte claramente que de los Globetrotters en adelante, todos los representativos de Lanús, aún en los tiempos más negros de su historia, hicieron del juego ofensivo y el buen trato del balón una premisa inalterable. Durante todos estos años, en las campañas de Los Albañiles, en el juvenil equipo del Viejo Guerra que volvió de la “C”, en el de Miguel Russo comandado por Héctor Enrique que retornó definitivamente a primera, en el elenco de Cúper que ganó la Copa Conmebol del 96, en el equipo del gran Ramón Cabrero que obtuvo el título Apertura del 2007 y en el de Guillermo Barros Schelotto, último campeón de la Copa Sudamericana. las tres grandes conquistas que en forma de estrella Lanús hoy luce en su casaca, como también en este presente deportivo e institucional que ubica al  humilde club de barrio del sur del Gran Buenos Aires entre los nuevos grandes del fútbol argentino, a lo largo de estas seis décadas está más vivo que nunca el legado futbolístico de los famosos Globetrotters, la increíble leyenda de los que aunque no pudieron ser campeones fueron los mejores


Marcelo Calvente
marcelocalvente@gmail.com