Ads 468x60px

miércoles, 26 de marzo de 2014

Historia y Ciencia Ficción


Ya pasaron más de ocho años desde la primera vez que en este espacio polemizamos acerca de que los grandes se venían en picada. Obviamente, esa caída fue tratada de evitarse con uñas y dientes y muchos intereses detrás, pero llegó. Deportiva y económicamente, los descensos deberían ser siempre, en todos los aspectos, un retroceso de relevancia para los clubes. Sin embargo para San Lorenzo y Racing, descendidos en los ya lejanos años ochenta, significaron en parte una resurrección; al menos la chance de celebrar algo importante aunque se trate de la recuperación de una categoría que nunca deberían haber perdido. Ambos volvieron con distinta suerte y celebraron luego algunos títulos en primera, Racing haciendo de su sufrimiento un himno, San Lorenzo tratando de recuperar su identidad de barrio y su barrio propiamente dicho. Por entonces la política y los millones que empezaba a generar el fútbol transitaban ocultos a los ojos públicos. Dirigentes como  Ducó, Alberto J. Armando, Valentín Suárez, Grondona, un muestrario variopinto de los hombres que dejaron su impronta. Algunos fueron visionarios, otros buenos para los negocios y el dinero, algunos fueron muy autoritarios, otros no tan honestos, y el último, Grondona, que rompió el molde y se hizo presidente vitalicio convirtiendo al sistema democrático de elección de autoridades en poco menos que un trapo. En eso llegó la televisión y todo fue diferente.

El dinero empezó a venir de otro lado, y poco a poco el número pasó a ser mucho mayor. Los cinco clubes que se hicieron grandes por ganar más campeonatos y vender más entradas que los demás ahora tenían que asumir otro tipo de contratos y manejar otras sumas de dinero. Y no todos estuvieron capacitados, diría que muy pocos. Siguieron dilapidando los nuevos recursos de manera absurda e irresponsable. Noel, Miele, Aguilar, Ducatenzeiler, Sabino, Blanquiceleste, Comparada, Passarella, Abdo, Cogorno, algunos de los que transitaron el camino al desprestigio público. De pronto los socios se enteraban que tal club debía 200 millones, que tal otro más de 300, y los responsables se iban impunes y nunca nadie explicó cómo y porque fue que eso ocurrió en tantos viejos y populares clubes de fútbol. Passarella, que fue uno de los más grandes jugadores del mundo de todos los tiempos, único bicampeón mundial con la camiseta Argentina, no entregó el mando personalmente en River pese a dejar una cifra en rojo aún no estimada, pero cercana al medio millar de millones. Por ahora, ninguno terminó en cana.

1981, Lanús Campeón de Primera C
La cosa estaba apunto de estallar cuando llegó fútbol para todos y se hizo cargo del balurdo a cambio de duplicar largamente el aporte de la TV, cuyo reparto se hizo en base a la historia deportiva y la popularidad de cada club, dinero que en algunos casos fue utilizado con inteligencia y precaución por dirigentes responsables que se avinieron a trazar objetivos deportivos en consonancia con las nuevas posibilidades económicas reales, mientras otros doblaron la apuesta del despilfarro con la excusa de que tal club tiene que salir campeón siempre y por eso traigo a Romario, la plata se evaporó en contratos imposibles de pagar. Bastante antes, en la década del noventa, Vélez había surgido con una conducción sobria y capaz, con Gámez a la cabeza. Pero aún antes, a fines de los 70 había sido Lanús el primero en cambiar el modelo político, cuando al borde de la desaparición construyó una unidad verdadera de todas las agrupaciones, una unidad que se fue sosteniendo en el tiempo gracias a la transferencia ordenada de cada gestión saliente a su sucesora durante tres décadas, todas enmarcadas en la continuidad de una idea como eje, que tuvo en Carlos González el impulsor y en Néstor Díaz Pérez el motor incansable. En los últimos años se llegó a estar cerca de la perfección administrativa, las asambleas para aprobar el balance anual de las presidencias de  Marón y Russo terminaron  con aclamación unánime de los presentes, el presidente saliente entrega el mando y la tesorería, y se va honrado por cientos de hombres grandes que lloran de emoción. Algo muy diferente, está más que claro, a lo que vemos sucede a menudo en varios clubes, principalmente los considerados cinco grandes de hoy y de siempre.

Todo esto y ninguna otra cosa es lo que los hinchas de los equipos grandes están padeciendo, lo tienen tan a la vista, está tan claro, y así y todo muchos no se dan cuenta. Algunos pocos al menos sospechan que la cosa viene por ahí. ¿Cómo fue que el humilde Lanús, jugando por nada, le quitó en su cancha un título que valía un tri campeonato a Boca? ¿Y como fue que al cabo de un año justo le dio una vuelta olímpica en la mismísima Bombonera? ¿Cómo fue que Lanús mandó a la promoción a River, venciéndolo en su mítico estadio repleto de dolor, rabia y vergüenza? ¿Y como que lo goleó y lo sacó de la Copa en el mismísimo Monumental después de la vuelta a Primera? Todas esas grandes proezas deportivas granates, triunfos inéditos e impensados poco antes, reflejan en el campo de juego la diferencia que les saca en el plano administrativo, económico e institucional, el orden y la austeridad como lema, la transferencia generacional y el consejo sano como costumbre.
  
Lleva años construir un club de fútbol con más de diez canchas profesionales, con pensión de lujo, con una enorme estructura formativa en infantiles, con inferiores dirigidas por ex jugadores del club, hombres con pertenencia a una entidad como Lanús, que pese a la crisis internacional que acosa a parte de Europa se las rebusca para vender más de un crack por año, dinero grande que no se dibuja ni se desdibuja, sino que entra en efectivo a la tesorería y se convierte resguardo financiero para el futuro. ¿Cómo van a hacer los grandes para desplegar la infraestructura y el estilo formativo que construyó Lanús en treinta años de continuidad? Lamentablemente, no lo van a hacer nunca, no pueden, no tienen tiempo. D’onofrio se hizo cargo del desastre en River con muchos aportes de dinero privado que le permite tapar los agujeros indispensables e invertir en jugadores para después obtener una renta con la comercialización de alguno de ellos y devolver el capital más las rentabilidades. Nadie va a poner dinero para hacer obras. En Boca no había problemas de plata hasta que empezaron a tomar las decisiones Bianchi y Riquelme. La tesorería empezó a gastar de más, el club se convirtió en un sainete, el equipo anda a la deriva. Si sigue así un poco más, el derrumbe esta a la vuelta de la esquina.

2013, Lanús Campeón de la Copa Sudamericana
En el fútbol argentino del siglo XXI gana el que está ordenado Y el orden se construye con tiempo, unidad y crédito político, algo que le falta a las nuevas conducciones que generalmente llegan a los clubes grandes en situación caótica. Los mandatos cortos no permiten encarar un proceso largo, por eso son presidencias que fracasan, porque generalmente defraudan en lo deportivo, porque urgidos dilapidan los recursos armando rejuntes, y pierden ante los que tienen más solvencia y credibilidad, contratos mejores y mejor vidriera para los pibes del club, mientras los grandes los venden cuando aún no debutaron en primera y a precio vil, por falta de paciencia, por la urgencia de conseguir dinero rápido. Pero lo más interesante para seguir es lo de Tinelli en San Lorenzo: Llegó por aclamación, votado en asamblea, y conduce el club como un yuppie con su mesa chica. El tipo acudió como salvador cuando se venía la maroma, y para los seguidores de San Lorenzo es poco menos que un Dios. Nadie que  guste ser dirigente –hay que tener ganas, eh!- se anima a contradecirlo. Es el único de los nuevos figurones del fútbol argentino que podría poner la plata necesaria hasta comprar el club. Y esa sí que sería una alternativa inédita, toda una novedad, una trama muy interesante para observar de cerca. Casi como una vieja película de ciencia ficción.

Marcelo Calvente       

No hay comentarios:

Publicar un comentario