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jueves, 14 de agosto de 2014

Cosas del fútbol


Moderadamente alegre por la victoria obtenida por 1 a 0 ante Belgrano de Córdoba en La Fortaleza en el debut por el torneo local, algo preocupado por el bajo nivel exhibido una vez más por el equipo, el hincha de Lanús prende el televisor para ver la final de la Copa Libertadores, esa que estuvo a un paso de lograr. La miran en Brasil con la misma resignación con que vieron la catástrofe de su selección en la Copa del Mundo. Se preguntan cómo puede ser que ninguno de sus equipos, con presupuestos varias veces más abultados, haya llegado a esa final. La miran en México, también en el resto de América. El presidente de la Brigestone, principal auspiciante del fútbol latinoamericano a nivel clubes, a la vez presidente del Bolívar, eliminado en semifinal de manera clara y contundente por San Lorenzo, la mira desde Miami, y con una sonrisa canchera hace números pensando en la próxima edición. En la cancha, dirimen la Libertadores 2014 Nacional de Paraguay, un equipo sin historia ni hinchas, y San Lorenzo, el único grande de la Argentina que hasta hoy no ha podido ganar esta tradicional competencia.

El hincha de Lanús está preocupado. Sabe que el bajón futbolístico del equipo continúa pese a la ajustada victoria, y sospecha que la tarea de recuperación del nivel será ardua y dificultosa. En el monitor dan la promoción de la próxima Copa Sudamericana, y en las imágenes ve los festejos tan recientes pintados de granate y blanco, y recuerda que muy pronto Lanús va a defender el título, ingresando en octavos de final por su condición de último campeón. El hincha de Lanús sonríe. Y enseguida vuelve a preocuparse por que el equipo sigue cometiendo los mismos errores, tanto en lo técnico individual como en lo táctico colectivo. En la TV pasan las mejores acciones de la victoria ante Belgrano; el golazo de Romero, la aceptable tarea de Valdez Chamorro, la lenta pero firme vuelta del Laucha Acosta -el hincha cruza los dedos- y la buena tarea de Pasquini. Y también pasan el penal que no pudo convertir el Pelado Silva, y revive el sufrimiento de los desaciertos defensivos, las malas entregas y las pérdidas de marca de Gustavo Gómez,  la desesperación y los errores de cálculo de Braghieri, que no parece el mismo.

Hinchas de San Lorenzo celebran la obtención de la Copa 
Hace apenas dos años San Lorenzo se salvaba del descenso. Poco antes había renunciado Carlos Abdo dejando tierra arrasada: el club debía 500 millones de pesos, tal vez 600, y alguna deuda más que aparecía por sorpresa cada día. Entonces llegó Tinelli y nadie se animó a cuestionar su liderazgo, mucho menos su mal paso anterior por la entidad. De las deudas nada más se supo, el club volvió a funcionar y el equipo empezó a ganar en la cancha. Nadie se atreve a preguntar demasiado, y tal vez eso sea lo mejor para poder disfrutar sin culpas de este momento. Nadie puede poner en duda que la gestión de Tinelli consiguió el máximo logro de la historia del club. San Lorenzo llega a la definición como gran candidato. Siete días atrás había empatado en Asunción en el partido de ida, un resultado fortuito logrado por los locales en tiempo de descuento, después de un cotejo que San Lorenzo debió ganar por varios goles de diferencia. “Es realmente notable la superioridad de San Lorenzo sobre su rival. La diferencia de categoría de un equipo sobre el otro es enorme…” decía  por enésima vez Fernando Niembro, instantes previos al empate logrado por Julio Santa Cruz en el descuento, resultado que cambiaba el panorama previo de la final que se disputó ayer. Ahora Nacional podía salir a esperar, y jugar el juego que mejor juega y que más le gusta.

En Lanús es la hora del entrenador. Guillermo tiene la misión de recuperar el equipo que supo tener, ese que de no mediar el zapatazo maldito del  Bolívar en La Fortaleza, bien podría haber estado en el lugar de San Lorenzo, su hipotético rival en semifinales, equipo al que había goleado en el Gasómetro por 4 a 1 el 12 de abril, hace apenas cuatro meses, por el Torneo Final 2014. La última victoria de San Lorenzo sobre Lanús fue hace más de seis años, por la 8ª fecha del Torneo Clausura 2008 en el Nuevo Gasómetro. Desde entonces disputaron doce partidos, con tres igualdades, y los ocho restantes fueron victorias Granates, varias de ellas por marcador abultado. Pero no pudo ser. Lanús cayó en Bolivia y comenzó  su crisis, con alejamientos de dos futbolistas de relevancia que aún no pudo suplir como esperaba, mientras San Lorenzo fue creciendo como equipo  hasta ser justo finalista.

El Chino Silvio Romero acaba de conquistar su gol
El once de Bauza salió nervioso, el marco y la responsabilidad por una consagración  que  se descontaba casi se lo comen. Advertido, Nacional tomó la iniciativa y lo metió contra su arco. Dispuso de varias situaciones claras de gol que dilapidó, y de la manera más inexplicable, el defensor paraguayo Ramón Coronel le dio la solución al local, al impedir un centro al área con un bloqueo del voley, con semejante manotazo no hay forma de demostrar que no tuvo intención,  algo que de ninguna manera puede haber tenido, al fin y al cabo lo único que debe tener en cuenta el árbitro al momento de  sancionar. San Lorenzo lo tiene a Ortigoza, que como siempre lo cambió por gol, y  defendiéndose con fervor y con mucha fortuna -porque Nacional siguió errando goles- fue un justo campeón. Fernando Niembro, sin ponerse colorado, destacó que “el equipo visitante fue claramente superior, bien pudo haber resultado el vencedor”. Lo cierto e indiscutible es que en apenas dos años, Marcelo Tinelli llevó a San Lorenzo de la promoción a Marruecos, a la Copa Mundial de Clubes Campeones, a disputarse en diciembre próximo junto a los mejores de cada continente, entre ellos el Real Madrid.

Al fin y al cabo, en algún lujoso living de Buenos Aires, rodeado de brillo y pleitesía, Tinelli brinda con champagne y se pregunta “¿y ahora, qué?”. En tanto en un hotel cinco estrellas de la misma ciudad, el pobre Coronel no puede conciliar el sueño y piensa “¿cómo pudo sucederme a mí?”. Y en El Vaticano, en la sede de la institución que más daño le hizo a la humanidad, el Papa argentino que tiene por difícil misión hacer olvidar esos dos milenios al servicio de la explotación y la desigualdad entre los hombres, vive su hora de gloria, y palpita una próxima y multitudinaria visita al país. El Santo Padre fantasea con bendecir la Copa en el círculo central de un estadio del Bajo Flores repleto, mientras la barra de San Lorenzo, con sus bombos y sus vientos, se anima con los compases del Ave María, todo transmitido en exclusiva por Showmatch. Y sí, son las cosas del fútbol.    

Marcelo Calvente

       

martes, 15 de octubre de 2013

Cuesta abajo


La derrota de Lanús ante Godoy Cruz por 1 a 0 fue el previsible broche a las dos insólitas caídas que la precedieron, el saldo de haber perdido la chaveta de manera asombrosa cuando todavía estaba en carrera por el Torneo Inicial. Se me dio por pensar que si bien para el hincha de corazón es fácil perdonar un desborde como los de Goltz y Marchesín, es lógico, el corazón es menos frío que el bolsillo, que es desde donde los deben mirar sus compañeros, algunos de ellos como mínimo sin agrado. Un plantel al que se le agregaron cinco figuras, al que además se le fueron cuatro del mismo nivel, es sin dudas un plantel en formación, por lo tanto más aún debe haber molestado al resto de los componentes de este emprendimiento colectivo haber resignado chances por desbordes individuales tan infantiles como carentes de lógica y profesionalismo.

Se me dio por pensar, además, cuan difícil debe ser para un entrenador casi debutante como Guillermo darse cuenta de que ha cometido un error grave, que su comportamiento se fue relajando, y a medida que los resultados no llegaban, su carácter infantil fue apareciendo, tanto en el banco como ante los micrófonos y su imagen perdiendo seriedad en simultáneo, lo que pasó es un llamado de atención para su propia carrera, que marchaba sobre rieles. Esto pensé mientras esperaba el final del partido sabiendo que el resultado estaba sellado, viendo que aquel Lanús que mordía en todo el campo de juego, que tenía actitud de equipo grande y se llevaba por delante a sus rivales, sin jugar bien, pero por pura potencia, es el mismo que hoy se entregaba a la derrota con la mirada perdida, concientes de que las cosas salen cada vez peor y de que empiezan a defraudar expectativas propias y ajenas, también las de sus esperanzados seguidores. Me pregunto si los jugadores siguen confiando en esta manera de jugar, pienso que tal vez no acompañen sus movimientos con el ímpetu y la entereza del que cree ciegamente en lo que está haciendo. Me pregunto si Guillermo, quien a juzgar por los muchos intentos, siempre supo que su problema es la banda izquierda, después de tanto probar decida que no lo puede resolver y espere el final de su contrato dando vueltas sobre lo mismo, o si siguen las derrotas, acorta su extensión y busca otro destino.  Por momentos parece que se resiste a aceptar que no puede resolverlo desde lo individual, que no comprende que tal vez sea lo mejor cambiar el esquema de juego, resignando un hombre de ataque por un volante doble función 

Guillermo tiene que superar estas tres derrotas al hilo
Las imágenes siempre fueron elocuentes, aún en las victorias, nos cansamos de señalarlo en este espacio. Lanús no tiene equilibrio en retroceso, sumado a que la falta de Lautaro Acosta le quita explosión en los últimos metros y la de Silva presencia y claridad, la zona media es un campo imposible de ocupar, donde el adversario siempre se las rebusca para sacar ventajas, en tanto la defensa, que hace agua por afuera desde que comenzó a jugar con este esquema, acentúa su desesperado retroceso hasta el área chica, y se expone a rebotes y situaciones fortuitas que le permite convertirle goles a rivales inferiores, que no deberían ni soñar con el arco de Marchesín, a quien es justo reconocerlo, se le deben muchos de los puntos que su equipo sumó.

Tres derrotas al hilo, dos de ellas de local, después de más de un año de invicto en su reducto, serían suficientes para considerar la visita a Santa Fe y el siguiente choque ante San Lorenzo en La Fortaleza, como un plazo lógico para decidir cambiar el rumbo. Pero Lanús aún está jugando la Copa Sudamericana, y no parece  ser River un equipo de temer, sobre todo, si Guillermo logra recuperar a los que están marginados por lesiones, y con todo el plantel a su disposición, hacer foco en esa competencia con renovado optimismo por parte de todos los actores. Lógicamente, todo es opinable, sobre todo cuando no se forma parte del proceso desde adentro y se opina como simple observador, más allá de resultados, merecimientos e imponderables. El largo del equipo, la inferioridad numérica en el medio, la distancia entre líneas, la inseguridad en el fondo, las ventajas por las bandas, son defectos de este equipo que no se pueden negar. Cada quien sabrá cómo se debería corregir el rumbo, Guillermo, según se observa, lo intentó cambiando fichas pero no distribución, no logrando establecer sociedad prósperas, más allá de la que forman Silva, como pivote, y Acosta quebrando la última línea en velocidad, la dupla que de entrada funcionó y dio frutos en la red de enfrente.

Con la imagen desvalida dejada en la noche de lunes surgieron algunas dudas que hasta hoy no se habían evidenciado, y tiene que ver con la disposición física de los jugadores, por la doble competencia pero más por el desequilibrio colectivo que obliga a muchos a no correr –siempre son tres y a veces cuatro los que vuelvan al trote- mientras otros dejan los bofes en la cancha. Se me dio por pensar que fue a esta altura de la competencia, a partir de la 8ª fecha del pasado Torneo Final, Lanús dejó de ser aquel equipo arrollador que ocupaba campo contrario y perforaba con toques y velocidad a las defensas rivales, por entonces además único puntero del campeonato. Fue a esta altura que aquel equipo se desmoronó y quedó prematuramente afuera de la lucha, experimentando un cambio de imagen notorio y evidente. Esperamos que esta mala racha no sea en realidad la misma secuencia, la de un equipo que arranca para soñar, y se despierta sin aire y sin piernas, una pesadilla que lo arrebata del sueño antes de que la competencia ingrese en su segunda mitad.

Marcelo Calvente